Las efemérides también suelen ser arbitrarias. Todo el mundo conmemora el primer aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, cuando lo cierto es que la invasión empezó hace bastante más de un año. En 2014 Rusia ocupó y después se anexionó la República de Crimea y a continuación ocupó militarmente el Dombás. Vladímir Putin lo ha argumentado con el mismo criterio que suelen utilizar los ocupantes de pueblos y territorios ajenos, que se trata de un asunto interno porque Ucrania ha sido siempre rusa y siempre lo será. Un resumen de todos los análisis militares, geoestratégicos, políticos y económicos que se han publicado para conmemorar el discutible aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia lleva a la conclusión de que estamos ante otra guerra interminable por la impotencia y la intransigencia de las fuerzas contrincantes... y porque a los mercados ya no les molesta o incluso les excita. Ya lo advirtió Brecht: "Habrá guerra mientras un solo ser humano gane dinero con ella".

Rusia, la Rusia de Putin, ha demostrado su incapacidad para anexionarse Ucrania como hizo con Crimea, pero Ucrania tampoco se ve capaz de recuperar el Dombás. Y la evolución del conflicto ha determinado posiciones irreconciliables. Hubo un momento en que desde algunos sectores occidentales, más europeos que americanos, se planteó la posibilidad de un alto el fuego, seguido de un acuerdo de paz que supusiera la renuncia de Ucrania a su soberanía en el Dombás y el reconocimiento por parte de Rusia de la soberanía ucraniana en el resto del territorio. Eso ahora ya no es posible porque Rusia se ha visto más débil de lo previsto y Ucrania más fuerte. De entrada, se temía un paseo militar ruso sobre Ucrania hasta Kyiv, pero el pueblo de Ucrania ha demostrado una disposición en la resistencia infinita y el ejército ucraniano —con el apoyo occidental— ha sorprendido con su capacidad ofensiva forzando retrocesos de tropas rusas. Llegados a este punto, ni Putin ni Zelenski están en condiciones de hacer nada que signifique una concesión al enemigo. Putin no se puede permitir ordenar ninguna retirada que se pueda considerar derrota y menos renunciar a la Rus de Kíev, parte intrínseca del imperio. Por su parte, después de los sacrificios sufridos por los ucranianos y el fortalecimiento de la conciencia nacional, Zelenski no puede aceptar que las cosas vuelvan a estar como estaban en 2014, con los rusos fustigando en la frontera.

La guerra de Ucrania va humanitariamente a peor con todas las potencias apostando por aumentar los arsenales en combate; pero como la economía va a mejor y algunos sacan provecho de ello, puede ser que el conflicto se vuelva interminable

No habíamos superado los efectos de la pandemia, que el impacto de la guerra supuso una conmoción a la economía mundial. Los pronósticos de los economistas nos anunciaban el fin del mundo. Por la pandemia o por la guerra, se dispararon los precios de las materias primas y productos de primera necesidad, pero en el caso de los combustibles, el gas y el petróleo, la escalada marcó récords históricos. El incremento de la inflación ha sido gestionada por la Reserva Federal y por el Banco Central Europeo con subidas continuadas de los tipos de interés. Las autoridades monetarias no veían otro remedio que hacer sufrir sangre, sudor y lágrimas tanto a las empresas como a las familias. Y efectivamente, las familias se han empobrecido, las facturas de la luz y el gas y las cuotas de las hipotecas han amargado la existencia a las clases medias y bajas. Sin embargo, progresivamente, la economía mundial se ha ido adaptando a la situación. Los Estados Unidos vuelven a tener pleno empleo y, a pesar del alza de precios, el consumo se ha recuperado o incluso incrementado. Las bolsas, que en 2022 vivieron un annus horribilis, han recuperado la normalidad de antes, adaptándose a la nueva volatilidad. Dicho de otra manera, los mercados ya han descontado la guerra. Descontado... o aprovechado, porque como todo el mundo sabe, la guerra es un buen negocio y los fabricantes de armas, las empresas petroleras y energéticas, sus filiales y, obviamente, los bancos han dado a conocer en este año de guerra unos beneficios repugnantes. Sí. Hay que decir que el peor sátrapa es Putin, un dictador con manías imperiales, y que la invasión de Ucrania no tiene justificación, pero también es cierto que hasta ahora el único país que saca beneficio de esta guerra son los Estados Unidos, que, sin poner en peligro a ningún soldado americano, ha arrebatado a Rusia el negocio del gas en Europa con las consecuencias geoestratégicas que tiene la dependencia energética.

El caso es que, según fuentes noruegas, la guerra ha provocado 280.000 muertos o heridos de soldados de ambos bandos y 30.000 civiles, pero estas cifras no están generando ningún efecto disuasivo. Al contrario, las soluciones que se proponen desde todos lados es el aumento de los respectivos arsenales. Al día siguiente de que Europa anunciara el envío de los carros de combate Leopard, Zelenski pedía aviones de combate, que tarde o temprano Occidente los facilitará, sobre todo si se confirman las informaciones de la inteligencia norteamericana, según las cuales China está dispuesta a facilitar armas a Rusia. Más gasto militar que, sin duda, contribuirá a matar a mucha más gente... y a dinamizar la economía global. Inexorablemente, la guerra de Ucrania va humanitariamente a peor con todas las potencias apostando por aumentar los arsenales en combate, pero como la economía va a mejor, la guerra ya no es tan mala. Y si algunos le sacan provecho, contribuirán a que el conflicto se alargue sin tener en cuenta que a las armas las carga el diablo.