Evidentemente, la tarea principal de los docentes en cualquier etapa educativa es enseñar. Pero enseñar es algo más que transmitir conocimiento. Enseñar es también transmitir una manera de pensar, una manera de enfocar los problemas, de analizarlos y resolverlos, una manera de argumentar y contra-argumentar; el hilo discursivo es tanto o más importante. Además de esta transmisión racional, educar también implica la transmisión de emociones, como la curiosidad, la motivación y la pasión por aprender; educar es llamar a la mente del alumno. Educar también implica una transmisión de valores, de dignidad, de ética personal y profesional; educar es formar personas. El encaje de todo es el que hace que se pueda hacer escuela. Hacer escuela, un término maravilloso que implica generaciones y relaciones interpersonales, que describe al maestro que enseña a alumnos, que en un futuro serán maestros y enseñarán a otros alumnos, y así sucesivamente, con un hilo de continuidad de forma que el conocimiento, la manera de enfocar un problema y la pasión se van transmitiendo, incluyendo toda la diversidad y el cambio que los humanos, con capacidades e intereses diversos, añadimos a nuestras acciones. En la universidad también se crean escuelas, escuelas de pensamiento y escuelas científicas. Los científicos universitarios enseñamos a investigar y, por eso, existen títulos académicos que muestran el progreso personal y la capacitación para resolver un problema determinado, el título de Doctor es el máximo título académico que se puede conseguir. Por eso existen los doctores honoris causa, que son personas notables, a quienes se les reconoce su contribución al avance de un determinado campo del conocimiento universitario, independientemente de cuál sea su formación previa.

Es sorprendente cuando observas que se sigue creando escuela en la universidad

Es probable que, en el pasado, las universidades tuvieran sus cimientos en las escuelas, escuelas filosóficas, escuelas científicas. Tampoco había tanta gente en las universidades, y los pocos que había en cada campo se cobijaban bajo los paraguas de un determinado profesor. Pero hoy día ya no es tan frecuente, por eso es sorprendente cuando observas que se sigue creando escuela en la universidad. He sido observadora de primera fila de la creación de una de estas escuelas científicas. Recuerdo perfectamente cómo hace unos 25 años, dos personas jóvenes reunidas en la Universidad de Oxford, se plantearon un problema biológico relevante. El investigador principal, al que llamaríamos el director del trabajo, tenía clara la pregunta y el organismo en el cual hacer la investigación para intentar responderla. Debía animar a algún investigador, un joven doctor que fuera lo bastante curioso para que el tema lo motivara, lo bastante ambicioso y exigente para no echarse atrás ante los múltiples problemas técnicos y conceptuales, lo bastante independiente para buscar la manera de responder la pregunta y ser más que unas manos que trabajan sino ser un compañero intelectual con quien abordar grandes retos. Estas dos personas se encontraron, se animaron mutuamente, y a su vez, han generado una escuela que ha conseguido transmitir conocimiento y maneras de abordar el problema, han formado en más jóvenes, doctores y postdocs que, a su vez, han animado a otros investigadores que si no hubiera sido por su trabajo previo, no se habrían animado. Y estos investigadores no han salido de la nada, también proceden y son herederos de otras escuelas de pensamiento científico; la que corresponde a la Universitat de Barcelona es la escuela de genética del desarrollo.

La pregunta biológicamente relevante, de manera simple sería ¿Qué innovaciones genéticas explican genéticamente la mayor complejidad en la morfología y la función de los organismos vertebrados (entre los cuales nos encontramos los mamíferos, por lo tanto, también los humanos) con respecto a los invertebrados? ¿Cómo ha llegado a desarrollarse el cerebro de los vertebrados? ¿Cómo se ha generado la gran diversidad de tipos celulares que tenemos los vertebrados, particularmente en el cerebro? Para responder esta pregunta, que tiene múltiples facetas, no tenemos que mirar los vertebrados, sino buscar en un organismo invertebrado que sea muy similar a un vertebrado, pero claro, simplificado. Tiene que ser un arquetipo del ancestro que dio lugar a los vertebrados, podríamos decir un "fósil vivo". De forma sencilla, si quiero entender cómo funciona un coche de carreras, primero tengo que entender cómo funciona una motocicleta sencilla y encontrar las similitudes básicas. El organismo escogido fue y es el anfioxo, un ser marino que vive en las arenas de la costa mediterránea y del atlántico, que parece un filete de anchoa de color blanquecino. Atentos, no es un pez porque no es vertebrado, no tiene ojos, ni espinas, ni cerebro como sí que tienen los peces, pero es un cordado, como también lo somos nosotros, ya que tiene un notocordio en la región dorsal. Pues bien, la primera aproximación a responder la pregunta demostró que una de las razones de la complejidad reside en el hecho de que los invertebrados tienen un gen de cada tipo, mientras que en la base de los vertebrados, se duplicaron genes e incluso regiones cromosómicas enteras, de forma que para muchos genes, los vertebrados tenemos varias copias. No entraremos en toda la investigación que se hizo en aquel momento ni la que ha hecho otra gente, porque ya pertenece al conocimiento que podemos encontrar en libros de texto de genética y genómica.

Lo que sí que querría explicaros hoy es que esta misma semana acaba de salir un artículo de esta escuela publicado en Nature. Firman muchos autores, que ahora trabajan además de 10 países diferentes. Los dos investigadores que empezaron esta historia con el anfioxo firman, más otros investigadores que trabajaron y se formaron científicamente con ellos, y otros grupos que se han añadido con el tiempo. Y quizás os preguntaréis cuál es el tema del artículo. Pues sigue siendo la misma pregunta, ¿en qué nos diferenciamos los vertebrados de los vertebrados?, sólo que con un abordaje diferente. El artículo que os comento explica que parte de la explicación de por qué los vertebrados somos más complejos que los invertebrados se diez a las diferencias en la regulación de los genes. No es sólo que los vertebrados tengamos más genes, sino que los genes se han especializado. Eso es así porque las regiones reguladoras se han diversificado de forma que la información genética que codifican sea leída y haga su función en diferentes tejidos y órganos. Y muy interesante, aunque el anfioxo tenga sólo un gen de cada grupo, la manera en que regula los genes es igual que la manera en que lo regulamos los vertebrados, por metilación, es decir, añadiendo un tipo de señales, como si fueran posts-its, para regular cuándo y cómo hay que expresar aquella información genética.

Las escuelas de pensamiento han existido siempre y seguirán existiendo, no sólo en ciencia, en todas las disciplinas

Esta historia no es más que un ejemplo que ilustra mi mensaje. Las escuelas de pensamiento han existido siempre y seguirán existiendo, no sólo en ciencia, en todas las disciplinas. Hay corrientes filosóficas y corrientes de pensamiento que han ido contribuyendo a nuestro conocimiento, a nuestro bagaje cultural, a nuestra manera de enfrentarnos a la vida. También ha habido escuelas de diferentes disciplinas del arte, escuelas de pintores que eran maestros y enseñaban a sus aprendices, de forma que hay cuadras, esculturas, piezas arquitectónicas en que la mano del maestro y del aprendiz se funde en una obra armónica. Todos podemos encontrar ejemplos, sean famosos o no. Estoy convencida de que los humanos avanzamos haciendo escuela. Conocimiento, argumentación, curiosidad, motivación, dignidad. Pasión por aprender. No hay futuro sin escuelas. No hay futuro sin maestros.