Tengo un perro Yorkshire terrier que ya es un miembro de la familia. Avisa cuando alguien está llegando a la puerta de casa mucho antes de que escuchemos algún ruido. Nos saluda contento cuando llegamos, y cuando nos despertamos. Cuando estás triste es el primero que se da cuenta de ello y te lame y se tumba al lado para hacerte compañía. Es evidente que la relación de los humanos con los perros es una relación única entre dos especies, forjada a lo largo de los últimos 15.000 años, en que el cariño y la fidelidad incondicional han sido las cualidades que más hemos valorado por los dos lados, no lo dudéis, porque las dos especies somos animales inteligentes. Podemos reconocernos con imágenes tan antiguas como los dibujos grabados sobre rocas, en el lecho de un río seco ya inexistente en el desierto arábigo, que tienen más de 9.000 años. Allí distinguimos hombres esquemáticos en una cacería, con un arco y una flecha, rodeados de un grupo de 13 perros, algunos de los cuales llevan correa. Morro alzado, cola curvada, orejas en alerta... Os recomiendo el texto y el vídeo que encontraréis en este enlace que muestra la primera evidencia gráfica de la cohabitación de humanos y perros, e ilustra cómo los humanos cazadores-recolectores del paleolítico ya cohabitábamos con nuestros compañeros caninos. Se calcula que la domesticación del perro a partir del lobo tuvo lugar hace entre 15.000 a 30.000 años y muy probablemente sucedió como mínimo en dos series (como ya expliqué en otro artículo).

En todos estos años de camino conjunto, el humano ha adquirido conocimientos y aplicado nuevas tecnologías, y ahora somos capaces de analizar los genomas de nuestros compañeros y detectar cuáles han sido los efectos de esta cohabitación en el genoma del perro, y cómo con nuestros cruces, seleccionados desde hace miles de años, hemos ido generando variantes dentro de los perros para que se adecuaran mejor a nuestras necesidades o, quizás, a nuestros caprichos, más pequeños, con las patas cortas, más agresivos, más fieles... Se pueden clasificar los perros en grupos según sus características y de las 450 cepas puras de perros del mundo, el American Kennel Club tiene claramente clasificadas 189. Como justo se acaba de publicar en PNAS (Proceedings of the National Academy of USA), unos investigadores han cogido dos grupos de los extremos del espectro, los terriers (más pequeños, activos y nerviosos) y los cazadores (más grandes y especialmente escogidos para ayudar al hombre cazador), y los han comparado con perros sin raza (en conjunto 127 genomas de perros) y han encontrado que en las razas que hemos seleccionado para ayudarnos a cazar se han seleccionado variantes genéticas en 59 genes que predisponen al atletismo canino. Se trata de genes implicados en el desarrollo de músculos, contracción cardiaca, circulación sanguínea, atención y capacidad de aprendizaje.

Algunas de las variantes seleccionadas se encuentran en genes que sabemos que son importantes para las características o capacidades humanas (lógicamente, pues somos mamíferos y evolutivamente próximos). Por ejemplo, variantes consideradas ventajosas en el gen ROBO1 (un gen que ha sido implicado en dislexia en humanos) se han seleccionado en los perros cazadores, mientras que en los terriers se han seleccionado variantes en genes como OXR1 o SHANK2 (genes implicados en humanos en hiperactividad y alerta). En los galgos, en cambio, se han seleccionado variantes en el gen TRPM3, implicado en la contracción de vasos sanguíneos y que está relacionado con la velocidad en una carrera.

Si no somos serios y hacemos regulaciones que nos protejan a todos, aunque la genética es muy relevante en humanos y en cualquier organismo, al final los genetistas perderemos la confianza de la gente

Ya hace tiempo se identificó uno de los genes más importantes en el tamaño de los perros pequeños (todas las razas de perros de tamaño pequeño tienen unas variantes comunes en este gen, el IGF1, tanto en las razas puras asiáticas como en otras en Europa). Es decir, los humanos cuando todavía no sabían nada de genética, fueron cruzando los perros (a ciegas) para intentar obtener nuevos tipos que nos convengan más o nos hagan más servicio. El hecho de tener el genoma de los perros, nos ha permitido conocer sus variantes y relacionarlas con sus características físicas, pero también con sus enfermedades. Y conocer las causas genéticas de las enfermedades de los perros también nos abre una ventana a identificar las causas genéticas de nuestras enfermedades (como hemos dicho, no somos organismos tan lejanos, sino que compartimos buena parte de la información genética y, por lo tanto, de cómo somos). Y estas son líneas de investigación importantes para muchas enfermedades humanas que los perros, de forma hereditaria, también pueden sufrir. Y viceversa, también nos interesan mucho las enfermedades que pueden sufrir los perros (o los gatos) porque son animales que queremos y no queremos que sufran. De acuerdo, pero este conocimiento genético tiene que ser amplio, exhaustivo y, sobre todo, correcto. Y aquí es donde podemos navegar un poco, porque aunque sabemos mucho de genética, todavía no sabemos suficiente para diagnosticar esmeradamente todas las enfermedades genéticas.

Si en humanos, que es nuestro principal objetivo de investigación, hay muchas características físicas y psicológicas que no sabemos todavía relacionar directamente y precisamente con secuencias concretas del ADN, todavía sabemos menos sobre las causas de las enfermedades genéticas de los perros. Tenemos el genoma humano (de hecho, de muchos humanos), tenemos el genoma de perros y otros organismos, y poco a poco vamos averiguando cuáles son las causas genéticas de las enfermedades que nos afectan y preocupan. Hemos empezado por las enfermedades mendelianas y raras, las causadas por mutaciones o variantes en un único gen, y eso cada vez lo sabemos hacer mejor y por eso se puede hacer diagnóstico genético. Pero hay muchas otras características y enfermedades que son complejas y son causadas por una combinación de variantes genéticas en un grupo de genes (que no conocemos todavía del todo) y de factores ambientales. En animales estas consideraciones son todavía más importantes, porque muchos de los resultados científicos se basan en pocos individuos y, por lo tanto, falta validar los datos antes de extraer conclusiones fehacientes. Es decir, como en todo en ciencia, hay que ser cuidadoso y no vender humo.

Pero está claro que los avances pasan por encima de estas consideraciones éticas. Como explican en un artículo en Nature, se han puesto de moda las empresas que ofrecen diagnósticos genéticos de las enfermedades de nuestras mascotas: envía un algodón mojado en la parte interior de la mejilla de tu animalito, lo envías a una empresa (hay muchas y globalizadas) y te dirán qué sufrirá o qué tiene tu mascota y así, puedes decidir que hace falta una eutanasia o cómo medicarlo para una enfermedad diagnosticada sin que todavía tenga síntomas (mirad el vídeo). El problema es que estas empresas no están reguladas, ni en Europa ni en los Estados Unidos. Hay que lo hacen bien, pero hay que no tanto, nos hace falta una regulación que sea estricta. En 2004 sólo había un 36% de casas americanas que tenían una mascota, actualmente ya hay un 70%. Imaginad el volumen de negocio que el diagnóstico genético de las enfermedades de mascotas más sus tratamientos "individualizados" implica, estamos hablando de miles de millones de dólares sólo en los Estados Unidos. Ahora añadamos Europa, y pronto Asia y otros países emergentes. Dentro de poco nos ofrecerán servicios de selección y modificación genética de nuestras mascotas, y sigue sumando.

Si no somos serios y hacemos regulaciones que nos protejan a todos, aunque la genética es muy relevante en humanos y en cualquier organismo, al final los genetistas perderemos la confianza de la gente.