Esta semana empieza entre muchos líos, con la agenda de verano del monarca español en Palma, pero la semana pasada paseaba por Catalunya, manteniendo ocupados a tantos y tantas agentes de policía, Mossos d’Esquadra incluidos, que no sé si la seguridad del país estaba cubierta o solo lo estaba la de sus majestades.

La de la ciudadanía, de seguridad, no me parece que fuera respetada, aunque la pregunta que me llevó a escribir este artículo fue muy respetuosa. El jueves, después de haber blindado la población de Sant Martí Vell para que no hubiera ninguna protesta, un grupo llegó hasta las calles del pueblo y un agente de los Mossos, delante de la gente que se manifestaba sentada en el suelo, preguntó: “¿Hay alguien que se quiera levantar y lo acompañamos tranquilamente?”. A lo que respondió un manifestante: “¿Hay alguien que quiera defender a la ciudadanía y no a la monarquía?

Incluso me pareció bella la situación, porque con menos palabras no se podía resumir una contradicción flagrante con los principios democráticos que se da en toda democracia que no puede serlo si tiene un rey o una reina o ambos y toda la familia que arrastran. No digamos ya si encima tiene un rey emérito como el español. Este último comentario me lo tenía que haber ahorrado, porque el problema no es el comportamiento de los monarcas —que lo es, y muy gordo—; el problema es que existan y que un sistema democrático, además, los blinde. Este es el tema de fondo y de ahí la gran pregunta del manifestante.

En democracia la policía debería estar al servicio de la ciudadanía

En democracia la policía debería estar al servicio de la ciudadanía, para empezar, para evitar cualquier abuso de poder; en primer lugar, los del propio Estado, y los miembros que lo representan. Ahora bien, esta función solo la pueden cumplir si los y las políticas de turno tienen muy claro este principio insalvable del deber democrático, y ha quedado claro demasiadas veces que en España esto es imposible. Incluso cuando es el PSC quien gobierna. Sería muy fácil decir que hay un problema mental, pero el tema es otro, porque tiene que ver con la cara más oscura del poder.

Pero, en cualquier caso, no se puede ser socialista y monárquico, es una cuestión básica de principios e intereses antagónicos; aunque en España esta contradicción no se genera, o en todo caso, no provoca ninguna ampolla ni moral ni política a los interesados e interesadas. Incluso cuando no solo te mantienes en medio, sino cuando recortas los derechos de la ciudadanía para proteger a un monarca del barro de la calle. La imagen de los tejados llenos de tiradores, no sé si francotiradores, en la visita al Liceu de la familia real y el impedimento de que la protesta ciudadana llegara a ojos y oídos de los mismos, no es compatible con la democracia ni lo es con ser de izquierdas. El Govern de la Generalitat debería tenerlo muy claro; por mucho que quieran que esto sea España, todavía no lo somos. Además, aunque tanto el concepto de democracia como el de izquierda parece que se puede tensar tanto como se quiera, sin estallar, no significa que no esté teniendo consecuencias en la degradación de los valores sociales de convivencia, del respeto a los derechos humanos y del sostenimiento de la propia democracia en la que vivimos.