"Pero para eso está la fe implícita, la fe del carbonero, la de los que no quieren aprovecharse de teologías.”
Miguel de Unamuno
Si se quieren divertir, pregúntenle a un penalista cuál ha sido la intervención más creativa y desesperada que ha tenido que interpretar para defender a su cliente. Es un clásico del foro. Desde el asesinado que no lo ha sido, sino que se ha precipitado con tanta fuerza sobre el cuchillo que sostenía el acusado que se lo ha clavado en los higadillos —que sí, que yo lo oí en juicio— hasta otros ditirambos entretenidos en los que el letrado, cumpliendo con su trabajo, logra contener la risa y el tribunal, también. Lo traigo a colación para exculpar a la letrada Leticia de la Hoz de haber afirmado, toda seria, que "los soles son las monedas del Perú, las chistorras son chistorras y los folios, folios", para quitarle fuerza probatoria al ridículo lenguaje en clave utilizado por Koldo y su señora cuando hablaban de los billetazos de alto voltaje. Es ampliamente sabido que todos hablamos en clave con todo el mundo e inventamos curiosos apelativos para el dinero, las personas o los productos psicoactivos. ¿Quién no ha llamado a una chistorra, billete o al apio, yo qué sé, coca para disimular? Entendamos que como ni la policía ni los jueces son tontos, el mero hecho de utilizar un lenguaje de este tipo resulta incriminatorio, te sitúa en la orilla de los que tienen algo que ocultar.
Por eso resulta tan chistoso el afán por normalizar estas grabaciones. Que vale que el imputado Ábalos tenga el rostro de decir que Koldo habla de chistorras, no para referirse a billetes de 500 € —como pretende la malvada y lawfaresca UCO—, sino porque "traía mucha chistorra de Navarra, también para amigos que se la pedían" y entre ellos mete a los picoletos, para demostrar que las chistorras de Koldo no podían ser más legales. También es sabido que los acusados desarrollan teorías exculpatorias escacharrantes y se lo hemos de disculpar, están en su pleno derecho de defenderse, incluso a la desesperada si es preciso, y por eso "los folios eran folios para mi impresora" solo puede producirnos ternura y nada diremos contra ello.
Ahora bien, desgajados los abogados y sus clientes, cada uno en su papel, ¿quién más puede ponerse en situación de hacer el ridículo considerando que Koldo trajo chistorras a Madrid para un millón de raciones? En serio. El festival de la chistorra con música de Gloria Estefan. Pues los hay, incluso periodistas hay que intentan explicar con normalidad lo de los sobres con efectivo y los choricillos navarros. Si es todo muy sencillo: si un partido paga en efectivo, por encima o por debajo de lo permitido en la ley, las cuentas de gastos solo tiene que mostrar como llegaba ese efectivo a su caja. No hay nada más fácil. El tesorero iba cada mes al banco y sacaba efectivo (demostrable), porque si no hay forma de objetivarlo, ¿de dónde salía el efectivo? Hay que documentarlo fehacientemente, ya que a la par hay unas adjudicaciones dudosas y una señora que dice que llevó dos bolsas de pasta a Ferraz, a pesar de que ello la incrimina. Uno de los trucos de los que tienen la fe del chistorrero es separar los datos unos de otros e intentar volverlos ridículos, ¿quién pagaría mordidas con el anagrama del partido?, olvidándose de todos los elementos que el juez maneja y que resultan incriminatorios. ¡Con lo fácil que es abrirle paso a la verdad si la verdad es decorosa! Ni una pista ha dado Sánchez sobre la verdad que oculte tanto bulo.
Lo mismo pasa con la ínclita Begoña Gómez. Ahí tienen a su abogado luchando con mayor o menor fortuna con la opinión pública: "desde que desapareció la Inquisición no había conocido yo una investigación del carácter y el tenor de la que Begoña Gómez está sufriendo". La clave está quizá en el "no había conocido yo", y es que, claro, el letrado fue fiscal la friolera de doce años, según los consultables, antes de acumular puestos políticos. Que a lo mejor se ha perdido algo. Es normal, porque un letrado tiene a veces que inmolarse un poco por su cliente y hasta practicar el histrionismo. Ya les he dicho antes que al abogado defensor no se le toman en cuenta estas cosas, van con el sueldo.
La famosa cátedra se ha cerrado, no sería tan necesaria. No hay nadie usando actualmente el concepto
Por eso nos ha contado también que Begoña Gómez no se ha apropiado de nada, porque el término "transformación social competitiva" lo inventó ella. No sé si con eso la ayuda o la entierra. Cierto es que hasta el advenimiento de Begoña no se encuentran referencias a tal término. No hay ningún corpus teórico al respecto, no hay papers, no hay libros, no hay artículos, no hay nada. Fíjense que circunstancia tan proclive a que la flamante directora adjunta de una cátedra pudiera haberse lucido en el campo de la intelectualidad. La nada más nada. Los intentos de definición en actos públicos y videos no han sido más aclarativos; si cabe, algunos de los responsables de empresas que participaron en los eventos hicieron más esfuerzo por recrear un término de su cosecha que ella misma. La famosa cátedra se ha cerrado, no sería tan necesaria. No hay nadie usando actualmente el concepto. Los investigadores universitarios pueden hallar ahí una mina para tesis doctorales y trabajos de fin de grado. Begoña empero no se lucró con mucho dinero, porque los de la fe del carbonero parecen creer que uno peca o delinque según cobre mucho o poco, pero se lucró con lo que ella necesitaba: el crédito personal de rozarse con una institución como la universitaria, a la que no hubiera podido pertenecer ni como alumna. Ya dijo el Supremo que no se trata solo de llevárselo crudo, sino de obtener beneficios que uno desee. A ver si ahora lo que valía para unos no va a valer para la otra.
Para rizar el rizo de lo poco jurídico y lo mucho político, la defensa de Gómez ha pedido que se recaben no sé qué datos, todos, creo, sobre los anteriores asesores de su antecesora. Olvida que el derecho se limita a los hechos y no se hace por comparación, pero que, puestos a comparar, todas tenían estudios superiores y, por supuesto, sus carreras profesionales asentadas, y que, a pesar de ello, las dejaron en suspenso para no crear conflictos de intereses. ¿Qué es eso del conflicto de intereses, preguntaría la creadora de la transformación social competitiva? Eso que pasa cuando tu actividad y la de un cargo público pueden liarse. Y no porque fueran mujeres, sino por ser consortes. Si Yolanda Díaz llega a ser —como predijo Iván Redondo— la primera mujer presidenta del Gobierno, ¿hubiera podido seguir su esposo con despacho de abogados abierto, atendiendo clientes? ¿Se imaginan? No hay que temer, porque se divorció, y además la predicción era absurda, como demuestran las encuestas.
La fe del carbonero es la fe sencilla y sin complicaciones, la fe sin preguntas, la fe sin estudio racional o filosófico, la fe del pueblo llano. La fe del chistorrero es una evolución de esta, una que permite creer en la banalidad de comportamientos que nunca hubieras aceptado en otros, una que está por encima de toda consideración normativa o ética y que se resume diciendo que lo que hacen los tuyos bien está, porque bien está que sigan en el machito porque son los tuyos. Unamuno lo explicaría mejor, fijo, pero no se estremecería menos.