Recuerdo haber leído en un libro que mis padres me compraron en Navidad, que uno de los supervivientes del Titanic declaró que no se había tomado seriamente el naufragio hasta que no vio a los pobres en el comedor de primera clase. La importancia que Podemos y ERC han cogido en los últimos meses en la política española me recuerda a menudo esta anécdota.

Sánchez necesita a Podemos para que el PSOE no parezca el PP. Podemos necesita al PSOE para no acabar arrinconado como Ciudadanos. En cuanto a ERC, después de los numeritos de Rufián y Pere Aragonès, necesita mantener viva la ilusión que trabaja para la estabilidad de España y por la independencia a la vez, si no quiere empezar a recibir bofetadas de todas partes.

Quizás para ayudar a la causa, Francesc Marc Álvaro aseguraba ayer que Junqueras está en unas condiciones inmejorables para hacer de Bismark de España y de Bolívar de Catalunya. El autor de Per què hem guanyat considera que la prisión sitúa a Junqueras en una posición ventajosa respecto a Francesc Cambó o el president Pujol, para practicar el doble patriotismo. Escrito en clave satírica, el artículo de Marc Álvaro hubiera sido una genialidad.

El puente aéreo va loco por investir a Sánchez, y Jordi Juan también explicaba ayer con un entusiasmo de vendedor ambulante que ERC tiene “una grandísima oportunidad”, pero que no puede perder tiempo porque la situación es inestable. Para argumentarlo recordaba que el exjefe del Ejército de Tierra, el mallorquín Fulgenci Coll, ya ha pedido a los “poderes del Estado” que impidan el acuerdo y estudien procesar a Sánchez por atentar contra la seguridad nacional.

Ahora es cuando se ve mejor el triste y tremendo trabajo que la violencia de ETA hizo con la sociedad española, obligando a sus políticos a defender intensamente las virtudes de la democracia y del pacifismo. Todavía hay articulistas que recuerdan, en clave de amenaza, que el nacionalismo provoca muertos, y catalanes que sienten placer de pertenecer a un pueblo perseguido. Pero el marco ya está instalado, por eso Mayor Oreja y Aznar dicen que el independentismo es ETA.

Ahora mismo, lo que le convendría a la unidad de España sería un buen golpe de estado, si puede ser antes de que los políticos valencianos y mallorquines empiecen a acercarse a Catalunya, y Junqueras vuelva a decepcionar al Bernabéu. El problema es que los militares han perdido el prestigio popular y las conexiones con el poder local e internacional que preservaban hace medio siglo. Sin Fulgencios, votar a Vox es como dar una pistola de agua a un ladrón para atracar un banco.

Se ha dicho que el Titanic estaba destinado a naufragar porque todo el mundo daba por seguro que era insumergible. España entró en la democracia tan convencida de la doctrina franquista que se ha permitido negar la existencia de la nación catalana durante más de 40 años. El discurso del Rey hizo creer a los españoles que el Titanic había esquivado el iceberg catalán por los pelos y que un trozo de agua autonómica congelada no era una amenaza seria porque “el Estado es muy fuerte".

Dos años después, incluso los discursos anticatalanes que iban tan bien para ganar votos se han convertido en un peligroso elemento de división entre los partidos de Madrid y en el principal obstáculo para la gobernabilidad de España. Ligando la independencia a su libertad, Junqueras está hirviendo a los españoles al baño maría, pero a la vez hace puntos para convertirse en mártir. Es difícil que la justicia española haga en cuatro días lo que no ha hecho en 500 años, pero también lo es que Catalunya encuentre en un santiamén líderes capaces de elevarla por encima de su mentalidad esclavizada.