Nuestros enemigos tienen una maña inaudita en el arte de la dialéctica entre el poli bueno y el malo. Durante los hechos de octubre del 2017, el castísimo (a saber, perteneciente a la casta) Alfredo Pérez Rubalcaba dijo en varias entrevistas que, delante de una posible DUI en Catalunya, el estado español estaría dispuesto a activar cualquier mecanismo burocrático de combate, incluidos aquellos que enemistaran a España con sus consocios europeos. Pasado por la traductora, el antiguo capataz del PSOE recordaba una cosa bien sencilla; para poner un ejemplo conocido, si para atenuar el independentismo vasco, el Estado tiene que meter seis años y medio en chirona a Arnaldo Otegi, pues se hace y punto; y si, tarde y simbólicamente, los desveladísimos y preclaros jueces de la corte de Estrasburgo te dicen que la sentencia contra el dirigente indepe había tenido más que defectos jurídicos, pues tú dices que muchas gracias y adelante.

Para hacer más amables las advertencias del Estado, los aparatos ideológicos españoles siempre acostumbran a tirar de un progre que diga las cosas con más maña que los animalillos de VOX. Ayer mismo, este benemérito Nacional nos regalaba unas declaraciones de Juan Carlos Monedero, antigua alma del komintern podemita, donde el politólogo animaba al Gobierno a indultarnos a los mártires "si hace que la vía unilateral desaparezca". El argumento de Monedero es tan viejo como perverso: si los catalanes tienen la osadía de autodeterminarse (es decir, de considerar que su libre vínculo en tanto que nación tiene que organizarse en un estado) lo tienen que hacer previa consulta a los españoles. El precio de la unilateralidad, dice Monedero, remachando el clásico "alimenta la bestia del fascismo": es decir, que la autodeterminación es pecado porque desvela un mal peor (para España, claro está) que la libre voluntad de los catalanes.

El argumento de Monedero es un calco de una conocida frase que Jordi Pujol había dicho repetidas veces a su amigo Lluís Prenafeta durante la constitución de la Generalitat convergente: "Lluís, si cambiamos el estatuto, despertaremos a la bestia." Esta es la dialéctica que emergió en los años previos a la elaboración del actual marco competencial del 2006, con el PP recogiendo firmas por todo el estado y la mayoría de sus autonomías intentando calcar los aparentes avances del texto catalán. Como ha dicho Enric Juliana, parece que la historia podría volver a dar la vuelta y situarnos en un contexto parecido. En efecto, la mayoría de ciudadanos de Catalunya, casi un 80%, anhelan el indulto a los presos políticos catalanes, una medida de la cual recelan un 70% de españoles. Pero la historia, como sabe Juliana, no siempre se repite igual, por el simple detalle que la tribu sabe muy bien cuál es el precio político de los indultos para el Estado.

A estas alturas no hay ni un solo independentista que no lea los indultos como un intento de sellar el régimen del 2021, es decir, de urdir un retorno al 2006 o incluso al 1978

Un buen amigo filofascista madrileño siempre me dice que en España no hay nada que pase más desapercibido que unos indultos firmados en el BOE en su ejemplar de agosto, cuando la clase periodística madrileña descansa en la Sierra y la gente más destemplada se quita el fachaleco para tostarse en la playa. Pedro Sánchez y Aragonès, dos burócratas españoles, confían en el hecho de que las altas temperaturas estivales y los estragos de la Covid-19 provocarán que los indultos pasen sin mucha pena ni gloria en los informativos estivales. Pero la historia no siempre es circular, insisto, y a estas alturas no hay ni un solo independentista que no lea los indultos como un intento de sellar el régimen del 2021, es decir, de urdir un retorno al 2006 o incluso al 1978, que deje el independentismo como una filosofía política de meras intenciones o, dicho de otra manera, que hable mucho de independencia en platónico, sin osar aplicarla nunca.

La operación de sellado solo tiene un problema, un hecho histórico que no solo ha escapado a la lógica española sino también la de uno de sus hijos privilegiados, el catalanismo: me refiero al 1-O. En primer lugar, precisamente por su naturaleza de organización colectiva (como recordaba acertadamente Agustí Colomines en este mismo Nacional), los indultos no eliminarán los centenares de causas derivadas del referéndum unilateral, que seguirán su curso judicial sin que un pacto político selle la injusticia. Pero hay algo mucho más importante que eso y es el hecho de que el 1-O es una fecha que tiene la manía de recordarnos que España no puede detener la libre determinación de nuestra conciudadanía ni a través de una actuación policial violenta. El 1-O brilla todavía porque determina, contra toda tentación circular-enricjulianana, que la libertad puede imponerse.

Y aquí me tenéis, día tras día, artículo tras artículo, para recordárselo a nuestros burócratas españoles de esta nueva Generalitat tan ordenadita. Los indultos tienen precio y yo, cuando menos, no estoy dispuesto a pagarlo.