El president Salvador Illa, que parecía que lo tenía todo controlado, va a Japón y proclama un reencuentro de Catalunya con España a base de incorporar la Ñ de EspaÑa al nombre de Catalunya y hacer de palmero con una bailarina flamenca. Es su primer gran error en la semana más inoportuna.

El hecho de que los gobernantes aragoneses reclamen las pinturas del MNAC y no las del Museo del Prado pone en evidencia que su concepción es que el Prado, aunque más lejos, también es su casa y el MNAC está en el extranjero.

Cuando Vox exige al Partido Popular de las Baleares y del País Valencià políticas para erradicar la existencia del catalán es porque lo tratan como si el catalán fuera una penetración extranjera (¡y no al revés!).

Cuando el Partido Popular hace lo imposible para que el catalán no sea lengua oficial en la Unión Europea, lo hace no solo para intentar reventar el pacto de Pedro Sánchez con Junts per Catalunya, sino porque forma parte de su ideario erradicar la lengua catalana. Un ideario heredado de Franco, de Primo de Rivera y, si nos alargamos en la historia, del Conde Duque de Olivares. El continuo histórico es una evidencia.

Sijena, el boicot del catalán en Europa, la políticas anticatalanas de PP y Vox, las ofensivas del Tribunal Supremo... la relación de España con Catalunya continúa anclada en el derecho de conquista

Cuando los tribunales españoles y especialmente el Tribunal Supremo boicotean la aplicación de la ley de amnistía y adelantan impunemente los jueces que lo seguirán haciendo diga lo que diga la sentencia del Tribunal Constitucional, tergiversan la voluntad democráticamente expresada por el legislativo, lo hacen porque no están dispuestos a aceptar su condena como juristas, que es lo que implica la ley de amnistía, es decir, que el Estado cometió excesos contrarios a la ley en un complot compartido por gobernantes, jueces, policías y periodistas, y por eso hay que volver a empezar desde el principio. Pero por encima de todo eso, los jueces actúan convencidos de que, a diferencia de la actual mayoría parlamentaria, ellos son los depositarios legítimos de la auténtica voluntad española forjada a lo largo de los siglos y que incluye el sometimiento de Catalunya.

(Un inciso: De la biografía del magistrado Marchena hay un dato que me parece significativo. Hijo de militar, vivió su infancia en el Sáhara, cuando el Sáhara Occidental era una colonia española. Dicen que es en los primeros años de vida cuando se forja el carácter de la persona).

De todo lo que ha pasado esta semana hay un hecho especialmente doloroso. Todos sabemos que la política es una lucha constante por el poder, pero esta lucha por el poder se legitima en el compromiso de defender, desde diferentes ideas, el bien común. En este sentido, es doloroso, valga la redundancia, que Dolors Montserrat se haya prestado a hacer un papel en las instituciones europeas que quizás no se ha dado cuenta de que la inhabilita moralmente como representante elegida para defender los intereses de los ciudadanos. Cuando los ciudadanos no cuentan, la política pierde su sentido.

El procés no acabó bien y dejó la causa independentista deprimida, pero los tratados de estrategia y filosofía suelen recordar que el exceso en la victoria, en este caso de los españoles, es la semilla de una nueva rebelión

Esta mujer de Sant Sadurní d'Anoia ha sido quien más ha trabajado para impedir que su lengua materna sea aceptada como oficial en las instituciones europeas. Que el catalán sea lengua oficial en la Unión Europea es un bien común, porque no hace daño a nadie. En principio es bueno para la promoción y el prestigio de la lengua, pero no lo sería en detrimento de ninguna otra. La actitud del PP en el caso europeo no tiene nada que ver con la defensa del castellano que hace en Catalunya. Boicotear la oficialidad del catalán perjudica cuando menos a los ciudadanos catalanohablantes que quieren tener el derecho de utilizarla. Su derecho, su libertad, no choca con ningún otro.

Si Dolors Montserrat i Montserrat ha llegado a este nivel en una cosa tan íntima y obvia como la propia lengua, la que habla con su hijo y con sus padres, con la que siempre se expresó su madre, Dolors Montserrat i Culleré, en el Parlament de Catalunya —contribuyendo al consenso lingüístico—, a saber de qué será capaz cuando su partido le ordene cosas peores y no tan personales. Se puede ser español y anticatalán, pero no se puede ser catalán y anticatalán. Hay que ser catalán para ser botifler. Qué dolor, Montserrat. Observa que Alejandro Fernández, de lengua materna castellana, el dirigente más inteligente que ha tenido el PP después de Josep Piqué, ha sabido no enfangarse en este pitote.

Ciertamente, el procés soberanista no acabó bien y ha dejado la causa independentista catalana muy deprimida. Sin embargo, el constante uso y abuso de Catalunya como moneda de cambio en la peor politiquería española; las continuas expresiones de odio anticatalán; el comportamiento conceptualmente colonial respecto de Catalunya que demuestran cada día instituciones, partidos políticos y especialmente el Poder Judicial español... Al fin y al cabo no son incentivos seductores para que los catalanes se sientan ahora más cómodos dentro de España que antes. Al contrario, parece exactamente que después del procés han asumido que los catalanes no son españoles y que hay que tratar Catalunya según el derecho de conquista. Y bueno, los tratados de estrategia y filosofía suelen recordar que el exceso en la victoria es la semilla de una nueva rebelión.