Arrecia el debate, cuanto menos en las redes sociales, donde #Dictadura emergió este domingo en Twitter como trending topic tras la rueda de prensa de Pedro Sánchez en la Moncloa: ¿qué dictadura prefiere usted? ¿La del gobierno “social-comunista”, Abascal dixit, que impone un estado de alarma sin necesidad de renovación, es decir, de convalidación parlamentaria ¡¡¡hasta el 9 de mayo!!!! (evolución de la pandemia mediante)? ¿O, directamente, un retorno a 1939, cuando todo era estado de alarma, excepción y sitio permanente y toque de queda sempiterno? España, además de una gravísima emergencia sanitaria tiene un gravísimo problema con la libertad que no es de izquierdas ni de derechas, sino de genética histórica.

La democracia, los derechos y las libertades sufren, y más aún en una situación de emergencia, cuando su defensa se deja en manos de la extrema derecha: de Vox, de la FAES, del sector más cerril del PP y Cs. Se vio la semana pasada en el debate de la moción de censura de Abascal contra Sánchez. Cuando, ante el desafío de la Covid, toda crítica a los gobiernos se equipara con el negacionismo o el fascismo, el camino está despejado para cualquier cosa. Incluso para que se imponga socialmente —más allá de los parlamentos y las tribunas de los diarios— el peor diagnóstico y se propongan las peores curas: todos los cirujanos de hierro de la historia han entrado por esa puerta. Cuando lo políticamente correcto es callarse y ponerse el bozal, o sea la mascarilla, so pena de ser tildado de irresponsable o extremista, como le sucedió el otro día incluso a un experto como el doctor Oriol Mitjà, entonces seguro que todo sale mal, fatalmente mal, como se está viendo en España y en Catalunya. Dicho sea sin dejar de mirar a una Europa de nuevo en estado de shock.

La democracia, los derechos y las libertades sufren, y más aún en una situación de emergencia, cuando su defensa se deja en manos de la extrema derecha

Con o sin militares en las ruedas de prensa de la Moncloa, parece que el gobierno español es incapaz de pensar en nada más que suponga ir más allá de las “disciplinas”. ¡Si Foucault levantara la cabeza! La comparecencia de Sánchez es la prueba irrefutable de que la nueva normalidad ha sido un fracaso estrepitoso y que, quizás, conviene irse preparando no ya para la segunda, sino para la tercera ola. Visto lo que hay, un país donde se anima por tierra, mar y aire a todo quisque a irse a la playa o al monte durante el día y el fin de semana, como se le incitó en junio a irse de vacaciones y luego se le obliga a encerrarse por la noche como si fuera un/una adolescente después de la sesión de tarde de la discoteca, va directo de nuevo al colapso. ¿Y si Sánchez hubiera impuesto el orden en Madrid hace un mes, un 155 sanitario, ante el golpe de estado de Díaz Ayuso y sus patrocinadores? ¿Dónde estaría ahora la curva de la pandemia? Pero claro, Madrid no es Catalunya. 

¿Y si Sánchez hubiera impuesto el orden en Madrid hace un mes, un 155 sanitario, ante el golpe de estado de Díaz Ayuso y sus patrocinadores? Pero claro, Madrid no es Catalunya 

El otro día oí a un hombre quejándose de viva voz por el móvil, en plena calle, de las fiestas privadas de los jóvenes. Atención: a los jóvenes se empieza a estigmatizarlos como se estigmatizó en la primavera a los mayores y a los enfermos, ¡ay! Puede que el ¿súbito? incremento exponencial del número de infectados en las franjas de mediana y temprana edad sea debido a la irresponsabilidad social, pero es una irresponsabilidad inducida por la improvisación de los gobiernos. Como también del enfoque erróneo del dilema salud/economía y de un determinado ambiente cultural. Cuando en la sociedad impera la banalización de lo no vivido y se fomenta la ignorancia o el olvido del dolor mientras sea ajeno es muy difícil hacer entender que los botellones, como los bares, las montañas o los transportes públicos atestados de gente —el aforo también importa— son un peligro para todo el mundo. Ya pasó en los años ochenta con el sida, o con la inocuización de drogas devastadoras como la cocaína, pero somos animales que incubamos el mismo virus una y otra vez.

No descarten que vuelva el confinamiento total y absoluto. Limitación de la movilidad, policía nocturna, multas, multas, multas... Al fin y al cabo, España fue siempre, por desgracia, el país del ¡Vivan las caenas!, incluso cuando sus tribunales absuelven al major Trapero de todo aquello por lo que condenaron a todos los demás.