El último de los filósofos modernos o el primero de los posmodernos, Nietzsche, profetizó grandes desastres después de la muerte de Dios, del fin de los grandes relatos que habían orientado la historia de Occidente, incluido el de la Ilustración: todos los cataclismos de la primera mitad del terrible siglo XX le dieron la razón. Joker, el fascinante malo metafísico deconstruido magistralmente en su fragilidad congénita y su potencia destructiva por el actor Joaquin Phoenix, fue el preludio de la pandemia de covid-19 y el epílogo del trumpismo, los dos hitos que delimitan el año maldito. El grotesco asalto al Capitolio animado por el todavía presidente de los EE.UU, esa especiede golpe de estado fake que, como diría Baudrillard, nunca tuvo lugar, sino que sólo existió en las pantallas, como una película de serie Z, nos ha vuelto a recordar el tamaño del agujero, la inmensidad del cráter de incertidumbre sobre el cual estamos suspendidos.

Pedaleamos en el aire. Sin saber demasiado exactamente hacia dónde. Y en el mientras tanto, aquí algunos matan el rato buscando trumpistas como aquel que caza pokémons. En la apoteosis del cinismo y el festival de los caradura, la derecha española ha empezado la búsqueda y captura del trumpista-podemita -aquel de Rodea el Congreso- mientras se apresura a esconder en el armario sus bisontes y miuras a punto de desbocarse. Esos militares golpistas que escriben al Rey y cuentan por millones los fusilables y los policías y guardias civiles como aquellos que escarnecían a los líderes independentistas catalanes cuando los trasladaban a las prisiones madrileñas.

El españolismo también han declarado la búsqueda y captura de los trumpistas en las filas del independentismo, claro: aquí han sobresalido la gente de Ciudadanos y plumas afines. Todo en orden. Sorprende más, sin embargo, la persecución del supuesto trumpista indepe desde una parte del independentismo y la izquierda guay publicada. Un trumpisme nostrat que, como no podía ser de otra manera, sitúan en las filas de Junts: desde el president Torra -inhabilitado por colgar una pancarta- a la candidata Borràs o el candidato Canadell y sin dejar de mirar hacia Waterloo. Todos ellos han sido escogidos en un proceso de primarias bastante abierto y han recogido 52.000 avales en la calle para concurrir a las elecciones en un tiempo récord, por contraste con el rígido dirigismo con que el resto de partidos han provisto sus candidaturas.

Algunos querrían que los 'friquis indepes', estigmatizados como una especie de menores de edad políticos, no votaran

Se empieza por insultar a los candidatos o referentes de Junts que molestan en los diseños de escenarios poselectorales y se acaba por trumpitzar a los dos millones de personas que participaron en el referéndum del 1 de Octubre. Hay muchas formas de hacer trumpismo, incluso, con maneras y frases exquisitas. Algunos querrían que los friquis indepes, las personas que ellos señalan y estigmatizan como si fueran menores de edad políticos, los del lazo amarillo, para entendernos, no votaran. Que eso se haga desde el unionismo más explícito no sorprende; que la maniobra se abone desde el independentismo, revela hasta qué punto valdrá todo en la batalla electoral que se acerca -o, formalmente, se aplazará-.

Es de manual. Lo que se pretende es enviar a la abstención al sector más política y emocionalmente comprometido con el 1-O para evitar que Puigdemont vuelva a cambiar las previsiones de las encuestas. El gran argumento es el fracaso del procés, aunque se apueste descaradamente por una parte de los que lo (mal) gestionaron. Si la maniobra tiene éxito, Pere Aragonès, el candidato de ERC, abanderado del independentismo neo-gradualista, podría confirmar los pronósticos de la mayoría de las encuestas y quedar primero. Pero si la operación político-mediática de desmovilización electoral del puigdemontismo tiene demasiado éxito, si el independentismo de base que algunos quieren expulsar de la contienda electoral se queda en casa, será el nuevo candidato del PSC quien se llevará la palma. Salvador Illa, la promesa retroutópica, que diriga Zygmunt Baumann, de una Catalunya que vuelve a ser normal incluso podría ser presidente. Atención: porque entre el original -la gestoría del PSC- y la copia -la ERC que quiere hacer de CiU-, los electores suelen escoger el original y el espantajo de la sociovergencia da más risa que otra cosa. En todo caso, a pocos días que los partidos decidan si mantienen la fecha electoral del 14 de febrero, el triple empate ERC-JxCat-PSC -alteren como quieran el orden de los factores- es el pronóstico más fiable del resultado de las elecciones.

Si la operación de desmovilización electoral del puigdemontismo tiene demasiado éxito, será Illa quien se llevará la palma

Los friquis también votan. Olvidarlo, minimizarlo, ridiculizarlo, fue el error que cometió Hillary Clinton cuando, contra todo pronóstico, perdió las presidenciales ante Donald Trump. Sin aquella monumental cagada del equipo de la ex primera dama y fracasada candidata demócrata -a caballo del supremacismo moral de establishment progre que la bienvenida administración Biden tendría que combatir tanto como el otro-, difícilmente habríamos visto a un grupo de descerebrados tocados con cuernos y pieles de animales asaltando el congreso de los Estados Unidos móvil en mano el día de Reyes.