ERC llama a la Moncloa para que el PSC le vote los presupuestos de la Generalitat. Vuelven los usos y costumbres del autonomismo más acendrado a la política catalana mientras el dinosaurio, el conflicto, sigue ahí. Por eso, la brújula sigue enloquecida, danzando como una posesa, porque no sabe si señalar hacia el pasado o regresar al futuro. Si virar el rumbo hacia aquella Catalunya donde todo estaba supuestamente en orden o, cuanto menos, imperaba lo previsible, o poner proa hacia el territorio indómito pero libre imaginado por el finiquitado -el apuntador me sugiere que escriba mejor “zombificado”- procés.

Desconocemos ahora mismo si la ERC de Aragonès y Junqueras -es decir, la que gobierna y la que manda- llegará este domingo a su congreso nacional en Lleida con los presupuestos de la Generalitat aprobados con el PSC y -se supone- los comunes. En realidad, hay que leer las cosas al revés: lo que quiere Salvador Illa es que Pere Aragonès firme sus presupuestos, los del PSC, aunque, formalmente, sean los presupuestos del Govern. Y, tal y como está el patio, no debería sorprender. El mismo día que Aragonès decidió echar a Junts del Govern expulsando al  vicepresident Puigneró -movimiento que orientó el signo del debate en las bases juntaires- también decidió ponerse en manos del PSC de Salvador Illa. El Govern en minoría absoluta de ERC -33 de los 135 diputados del Parlament- agranda el papel del PSC en la cabina de mando. Pacte o no pacte los presupuestos, el jefe de la oposición encabezó la lista más votada y tiene el mismo número de diputados que el president. Por eso, el dirigente socialista se niega a ceder en sus pretensiones, el "todo o nada" contra el que ahora clama ERC, para dar el sí a las cuentas: cuarto cinturón, ampliación del aeropuerto, Hard Rock. “O Juli Fernàndez -ex alcalde de Sabadell, republicano, actual conseller de Territori- o cuarto cinturón, ERC elige”, comentan desde el entorno de Illa.

Lo que quiere Salvador Illa es que Pere Aragonès firme sus presupuestos, los del PSC, aunque, formalmente, sean los presupuestos del Govern

Pero hay más. Si Aragonès consigue amarrar el voto de Illa a las cuentas de la Generalitat habrá dado un paso de gigante para llevar la incierta legislatura hasta el 2025. Los presupuestos son algo más que presupuestos. Todo el futuro de la política catalana a medio plazo depende de la decisión de Illa. Los presupuestos valen por tres su peso en platino. Y las decisiones, en política, guste o no guste, son prisioneras del cálculo. Cosas de la democracia electoral -y, cada vez, más digital-. Así, Illa puede estar pensando que si logran llegar hasta el 2025, Aragonès y ERC podrían freírse en su propia salsa, gobernando a base de decretos o con retorcidas geometrías parlamentarias. Pero también podrían rehacerse con un nuevo enfoque de la relación con Junts y la CUP, es decir, la mayoría del 52% del Parlament con la que arrancó la legislatura. Por otra parte, Illa tiene pocos motivos -desde su entorno comentan que más bien ninguno- para fiarse de Aragonès y ERC. Además, si los republicanos, con la legislatura mucho más garantizada, no cumplieran el acuerdo de los presupuestos con el PSC, Illa pasaría a ser automáticamente responsable de todo lo que pueda suceder, lo que, de rebote, podría facilitar la recomposición de Junts de cara a las teóricas elecciones del 2025.

Hagamos un poco de historia. El PSC del president José Montilla acabó pagando en el 2010 los platos rotos de los gobiernos tripartitos con ERC con un batacazo electoral, de 37 a 28 escaños, y el paso a la oposición, en la que aún continúan los socialistas. En las tres elecciones posteriores (2012, 2015 y 2017), las del procés, el PSC tocó fondo y rozó la irrelevancia -17 escaños en las elecciones convocadas con el 155, que ganó Inés Arrimadas (C’s)-. Solo Illa en el 2021, después de su paso por el ministeri de Sanidad en plena pandemia, fue capaz de revertir ese descenso imparable a los abismos electorales al remontar hasta los 33 escaños y convertir al PSC en primera fuerza en votos. Ahora, el acercamiento a ERC a las puertas de unas elecciones municipales podría estrangular el viaje de ida y vuelta de votos de C’s al PSC, lo que sería letal para las aspiraciones de Illa.

ERC, que implora a Sánchez el sí del PSC a los presupuestos, se empeña en obviar que al final decidirá Illa

Por cierto que fue Montilla quien le dijo en 2000 a José Luis Rodríguez Zapatero aquello de “estás entrando en la sede de otro partido” cuando el después presidente del Gobierno visitó la antigua sede del PSC en la calle Nicaragua de Barcelona para recabar apoyos para las primarias del PSOE. Primarias que ganó a José Bono por 9 votos gracias a los socialistas catalanes. En el 2006, cuando se formó el segundo tripartito en la Generalitat, con Montilla al frente, Artur Mas entendió el sentido de aquella frase al intentar interceptar a través de la Moncloa el pacto con el que el PSC retuvo la presidencia, con el mismo Zapatero, a cambio del sí de CiU al Estatut. Aquel día se rompió la regla no escrita del régimen autonómico que permitía a Jordi Pujol sacar adelante los presupuestos en Barcelona con los votos del PSC o el PP de aquí a cambio de su apoyo a Felipe González o a José María Aznar en Madrid. Más recientemente, Montilla no votó el 155 en el Senado y su antiguo secretario de organización, José Zaragoza, fue uno de los 15 diputados socialistas que, con Sánchez, se negó a votar la investidura de Mariano Rajoy en las convulsas jornadas de octubre del 2016 que llevaron al PSOE al borde del precipicio. El PSC sigue siendo, pese a todo, un partido distinto del PSOE y, como Zapatero, Pedro Sánchez también le debe en parte su resurrección y su presidencia. ERC, que como ha escrito Lola García en La Vanguardia “pujolea” estos días implorando a Sánchez el sí del PSC a los presupuestos -la última vez, al parecer, durante el visto y no visto de Aragonès en la cumbre hispano-francesa- se empeña en obviar que al final decidirá Illa. Con pleno apoyo de la Moncloa, desde luego.