Ahora hace diez años servidor estaba plantado, sudando bajo un sol inclemente, y sin embargo, consciente de participar en un momento histórico, en medio de aquella multitud que protagonizó una de las mayores manifestaciones de la historia de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Estuvimos más de una hora y, de dos, de pie, totalmente inmovilizados en el cruce de la rambla Catalunya con la Gran Via, hasta que, finalmente, pudimos avanzar en dirección a la Via Laietana. Ayer, acompañaba a unos cuantos amigos en la terraza de una vermutería del Poble Sec, charlando, haciendo memoria de los grandes momentos de estos años, con la nostalgia como invitada. Con serenidad, y, también con un poco de rabia. Pero, a pesar de todo y contra todo, mis amigos estaban ahí, como siempre. La generación que lo hizo, la que que asustó a un Estado poderoso, más de lo que estaban y están dispuestos a admitir, y que Europa no sé todavía si consiguió parar del todo en su reacción desproporcionada y revanchista.

Cuando he empezado a escribir el artículo, desconocía cuáles serían las cifras de participación. Y la duda permanecía. Pero enseguida, me han enviado fotos de la marcha, bastante repleta de gente. "¡Lo hemos vuelto a hacer!". Y ciertamente pueden decirlo con orgullo. Ellas y ellos, sí. Al final, en la manifestación de la Diada del 2022, ha habido más gente de la que se esperaba. Contra la desmovilización, atizada de manera inaudita desde la presidencia de la Generalitat y el principal partido que la sustenta y sustenta al Govern, ERC, por más que no fuera plato de gusto el manifiesto de la ANC, mucha gente ha vuelto a estar. Son los que, como mis amigos, han ido a todas las manifestaciones, sin excepción. Y unos cuantos más. Los que aguantan el puesto. Los que lo han aguantado durante la década del procés y los que siempre han estado ahí y no necesitan mítines para proclamarlo. Ni restregarle a nadie por la cara el pedigrí independentista ni ningún otro pedigrí. Ni tampoco regañar a nadie ni sentarse con cara de ofendidos con nadie. Al fin y al cabo, son lo bastante mayorcitos para decidir si van o no van a la manifestación de la Diada o donde sea. Sin saber de Kant no mucho más de lo que nos explicaban en el Bachillerato, mis amigos tienen muy claro que son mayores de edad para atreverse a pensar por ellos mismos, Sapere Aude. Cuidado con los que aguantan el puesto, como aquellos barceloneses de 1714 que al día siguiente volvieron a levantar las persianas; cuidado porque al final los que aguantan todos los puestos.

La Diada del 2022 no ha sido histórica pero ya forma parte de la historia de los Onzes de Setembre porque es la Diada que paró el golpe que menos se esperaba: el golpe desde dentro

O el independentismo oficial, el Govern —formado por los dos grandes partidos independentistas—; el Parlament del 52% —imagínense qué haría Vox con este porcentaje—; los partidos, ERC, Junts, CUP —mayoritarios o determinantes en casi todas las grandes instituciones—; las entidades, la ANC, Òmnium, la AMI —con decenas de miles de afiliados—, diseñan una nueva hoja de ruta operativa, capaz de ilusionar a la gente, o el perímetro de la base, lejos de ensancharse, será cada vez más estrecho. El punto de partida para rehacer la confianza necesaria entre los diversos actores implicados es bastante fácil de señalar. El independentismo, si quiere volver a ser creíble, para los independentistas y, sobre todo, para los que no lo son, tendrá que conjurarse para hacer todo lo contrario de lo que ha hecho en los prolegómenos de esta Diada: autodesmovilizarse, dividirse y debilitarse todavía más por la incapacidad de separar las estrategias de partido de sus objetivos mínimos como movimiento político, social y cultural.

La Diada del 2022 no ha sido histórica, es obvio si la comparación se hace con la Diada de hace 10 años y las siguientes, pero ya forma parte de la historia de los Onzes de Setembre porque es la Diada que paró el golpe que menos se esperaba: el golpe desde dentro. El golpe de una parte del movimiento independentista, la que representa y se identifica con ERC y su legítimo proyecto y estrategia de partido, contra el resto, que, y este es el error de Pere Aragonès y Oriol Junqueras, es mucho más que la ANC. La manifestación de ayer no fue sólo un aplec de cuatro friquis, aunque —como ya se preveía— centenares de miles de independentistas se quedaron en casa. El problema de las mayorías silenciosas es que no se sabe cómo van a romper el silencio La Diada del 2022 no es ningún pinchazo del independentismo, es un pinchazo en toda regla de aquellos que, desde el independentismo, han pretendido pasar por encima de la gente, de su gente. No es la mejor política y la antipolítica, presente en el independentismo como en todas partes, no es excusa.