No soy de odios y por lo tanto me cuesta entenderlo, pero no hay duda de que la sola existencia del catalán ofende a los castellanohablantes, ahora españolhablantes, no a todos, pero sí a muchas y muchos. Es lunes y ya he leído tres noticias que hacen referencia a ello: la primera sobre el padre de Ricky Rubio, la segunda sobre un trabajador de Decathlon y la tercera sobre un médico del Hospital de Figueres.

En los tres casos, reacciones muy desafortunadas; el más aireado, el caso del Ricky Rubio. La euforia de la victoria ha desatado pasiones no demasiado elevadas, todo lo contrario de lo que tendría que ser, pero ya sabemos la capacidad de provocación que tenemos los catalanes, aunque no nos lo propongamos. Y todo sólo porque el padre del Ricky ha tenido el atrevimiento de dirigirse a él en catalán ante los medios.

La televisión en España ha falseado tantos años la realidad lingüística de Catalunya ―de hecho, tantos como consta en la Constitución que el catalán es una lengua oficial del Estado y tiene los mismos derechos que el castellano―, que cada vez que alguien la utiliza, o se tiene que excusar o tiene que aguantar un alud de insultos, o ambas cosas. Qué añoranza de las películas de Berlanga, y de anteriores, en las que el catalán aparecía en el retrato de la realidad social. Dejo el tema con una nota para Víctor Amela, al que le preocupa tanto que TV3 no diga la palabra España: debe mirar sólo esta cadena ―y lo entiendo―, porque no ha podido ver como evitaban ni siquiera nombrar, en las otras cadenas, ¡que en la selección española ganadora hay catalanes! Y no pocos. Y además que, precisamente, Ricky Rubio lo es; lo habían conseguido disimular hasta que el directo familiar los ha traicionado y el espejismo se ha roto. Ya lo tiene la realidad, que se empeña en salir por las rendijas.

El catalán es una lengua como cualquier otra que entiende muy bien la diversidad lingüística del mundo y que convive en paz con ella, ¿por qué no puede hacer lo mismo el castellano?

En los otros dos casos se han visto afectadas, menospreciadas, maltratadas e insultadas dos personas que esperaban un servicio. El fondo de la cuestión, el mismo que en el caso anterior; el problema, sin embargo, muy diferente. En ambos incidentes la negación a atender a una persona que habla catalán, me ahorro los detalles desagradables; el patrón siempre idéntico. Con respecto al Decathlon, aparte del mal rato y de la mala política de servicio al cliente que se observa en el incidente, la solución es bastante fácil: no se va y en paz. Yo no voy a los lugares donde me tratan mal o donde pienso que lo pueden hacer, y más si las bicicletas se pueden arreglar en tantos y tantos lugares; no sé si también, además, en el espacio virtual.

Ahora, el tema del Hospital de Figueres ya es toda otra cosa y más todavía cuando el problema va mucho más allá del médico en cuestión, el problema es directamente la dirección del centro. Ha sido peor el comunicado posterior que los hechos concretos, que ya han sido graves. A los hospitales no vas porque quieres, como a las tiendas, y no siempre, aparte, puedes escoger al que quieres ir, por lo tanto, casos como estos no se pueden dejar pasar de ningún modo. Me quedaré a la espera de ver qué tiene que decir tanto el Servei Català de la Salut como el defensor del paciente y cualquier, si no todos, comité de ética hospitalaria al uso. A ver, ¿quién es el racista aquí? ¿O es que pensamos aceptar la catalanofobia como cosa normal e incluso deseable en aras quizá de una mejor convivencia, de paz o de detener la independencia? ¿Que hemos perdido el juicio todas y todos juntos?

En Catalunya no se obliga nunca a nadie a hablar en catalán, no hay ninguna necesidad, porque la nuestra no es una lengua que tenga complejo de inferioridad. Es una lengua como cualquier otra que entiende muy bien la diversidad lingüística del mundo y que convive en paz con ella, ¿por qué no puede hacer lo mismo el castellano? ¿De dónde sale este complejo de superioridad que los lleva incluso a vulnerar una, y otra, y otra vez también, la sacrosanta Constitución española?