Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, ha dicho que en agosto habrá 33 millones de personas vacunadas en España, después de desgranar toda una retahíla de éxitos que según él son récords, uno tras otro, que se han producido en el Estado en el tema de la vacunación, y no sé si desde el comienzo del coronavirus en general. Lo ha hecho en el foro económico Wake Up, Spain organizado por el diario, sorprende el título, El Español. Para los y las despistadas, se refiere a récords de medalla, a récords positivos; por lo tanto, en ningún caso cuenta muertos. Cuando menos, no me lo ha parecido.

Me he quedado un poco perpleja al leerlo, porque de ningún modo tengo la sensación de que este tema, el de la vacunación, esté fluyendo, por utilizar una expresión del siglo XXI. Decir que la última semana se han puesto medio millón de vacunas diarias realmente impresiona, pero no puedo dejar de lado todas las noticias que aparecen en los medios y que, por decirlo suavemente, enturbian, aunque sea un poco, el proceso de vacunación. No me refiero a los problemas de salud asociados de momento a la vacuna de AstraZeneca, sino a los de falta de distribución y la redistribución interesada a según qué cuerpos y casos particulares. Y en general, a que en ningún caso el ritmo de vacunación ha sido el pronosticado.

Ciertamente, todo el mundo que se ha puesto la vacuna está muy contento, aunque solo sea porque tienen la sensación de haber llegado al final del proceso, cuando menos aquellos con los que yo he hablado y no han tenido efectos secundarios destacables. Pero de aquí a vender el tema desde el triunfalismo, me parece que hay mucho trozo, o en todo caso, un trozo importante.

Tarde o temprano, se vacunará al 70% de la población española, pero queda por ver hasta qué punto esta vacunación habrá doblegado no el virus sino la necesidad de asistencia hospitalaria de la población, que es con lo que se miden, realmente, las olas

No es que no quiera que no salga bien, sino al contrario, pero estoy demasiado harta de las proclamas electoralistas para arañar votos. Y estoy en la misma medida —muchas veces es la misma cosa— hasta más arriba del moño de las mentiras que los y las políticas sueltan en campaña o fuera de ella. De hecho, en este sentido, ya siempre parece campaña. No solo porque no sea ético, sino porque siempre me queda la duda de si ellos y ellas mismas se las acaban creyendo y, por lo tanto, no hacen nada que de verdad haga falta o se necesite para solucionar los problemas.

No me cuadran las cifras desde hace mucho tiempo, y quizá es que no las tengo todas o las he mirado mal, pero no cuadran desde que empezó la pandemia. Y ahora no estoy pensando o hablando sobre si las de Madrid son verdad o mentira. Pero, especialmente, no me cuadran las cifras si se utilizan, como Pedro Sánchez, para hacer triples saltos mortales: ¿de verdad el buen ritmo de vacunación asegurará la recuperación económica?

A mí me parece que no, y otra vez me quiero equivocar. No por nada, porque tarde o temprano, me parece que más tarde de lo que asegura Sánchez, se vacunará al 70% de la población española, pero queda por ver hasta qué punto esta vacunación habrá doblegado no el virus sino la necesidad de asistencia hospitalaria de la población, que es con lo que se miden, realmente, las olas; y, por lo tanto, también la gravedad de la situación y las medidas restrictivas de contacto y movilidad adoptadas. Y al mismo tiempo, si fuera así, ¿qué asegura que la economía se reactivará y además para quién y en qué sentido lo hará? A día que pasa, menos quedan. Este análisis es el que debe un presidente a su ciudadanía, no las tonterías sin fundamento a las que nos tienen acostumbrados.

Como el discurso que acaba de pronunciar, talmente una construcción tipo castillo de cartas, sobre la que se aguantan las 212 medidas adoptadas, de hecho, previstas y ya veremos si realizables y realizadas, del plan del Gobierno para volver a levantar el país. Hola de nuevo, Mister Marshall.