No sé si me iré de vacaciones, casi seguro que no; aunque haré o, quizás, sólo haré lo posible para poder hacerlas. Todo puede quedar en un mero intento, dada la situación. En todo caso, si me pasara por la cabeza ir a Mallorca, seguro que no haría como Casado, el presidente del Partido Popular. De hecho, él no ha ido a Mallorca de vacaciones, al menos de momento; ha ido a trabajar. Trabajo del suyo, el de decir a los otros cómo tienen que vivir e, incluso, qué son, qué tienen que sentir y qué tienen que hablar. Pero no os penséis que eso sea sólo patrimonio de la derecha española, lo es de la españolidad en general; o, en todo caso, de aquella que hace más ruido y se ha impuesto como identidad del estado/reino. Los de izquierda, más disimuladamente, aunque no siempre, se dedican a seguirlos desde el silencio, podríamos decir "administrativo", pero cada vez menos; también les gusta marcar perfil en estos temas, por desgracia, exactamente el mismo que el de la derecha.

De hecho, han hecho en España de la no contrastación en evidencias un modo no sólo de hacer política, sino de calificar la realidad y, por lo tanto, de vivir. Pero cuidado, que a base de falacias repetidas hasta la saciedad sin oposición están transformándola; y desde mi perspectiva, no de la mejor manera posible. Quizás habrá quien no recuerde el proceso de separación del valenciano, pero yo sí. Lo más ignominioso de todo: el silencio de la academia, más todavía la propia defensa del valenciano como no catalán desde la misma academia. En mi caso, de golpe pasé de ser bilingüe a ser trilingüe, dado que tengo, prácticamente, las mismas competencias en catalán que en valenciano. Pasaría con muy buen nivel un examen de valenciano. Y no porque mi madre haya nacido en Beniopa, Gandia, y haya pasado de pequeña los veranos ahí, sino porque lo haría con no demasiadas dificultades cualquier persona que hable catalán.

Pablo Casado ha dicho a los habitantes de “las Islas Baleares” qué lengua hablan. Todo un acierto, viniendo de alguien que ni la habla ni la entiende y que hace todo lo posible para que desaparezca, para que no sea vehicular, para que los niños no la aprendan

Ahora, también es curioso, aunque muy fácil de explicar —tiene que ver sencillamente con imaginarios ideológicos—, que resulte más fácil para los catalanes que para los valencianos. No entiendes nunca, ni aprendes nunca igual de bien ni de rápido una lengua que aprecias y tienes ganas de aprender, como una que no, o contra la que te han prevenido. En Catalunya tenemos bastantes evidencias del aprendizaje del castellano en niños que tienen como primera lengua el catalán y el aprendizaje del catalán en criaturas que tienen como primera lengua el castellano. Tanto con inmersión lingüística como sin; quiero decir, antes de que esta se implantara. En el caso del valenciano y el catalán, os aseguro que si te crees que no es la misma lengua, la puedes llegar a no entender; aunque quien te hable lo haga como tú.

Pablo Casado le ha dicho a los habitantes de “las Islas Baleares” no sólo en qué lengua tienen que hablar —curiosamente en este caso nada de castellano—, sino cuál es la lengua que hablan. Todo un acierto, viniendo de alguien que ni la habla ni la entiende, y que, además, hace todo lo posible —directa o indirectamente— para que desaparezca, para que no sea vehicular, para que las criaturas, y quien quiera, no la aprendan. Sea como sea, combatir el catalán, aniquilarlo, hacerlo desaparecer aplicando en este caso la máxima de divide y vencerás. El dirigente popular ha proclamado, desatado: “No habláis catalán; habláis mallorquín, habláis menorquín, habláis ibicenco, habláis formenterés". No tengo palabras, ante una muestra tan grande de conocimiento y sabiduría.