El domingo no quería ver el documental El judici, sobre el 1-O, por varias razones. La principal, porque no quería que me decepcionara un relato que no se ajustara a los hechos que viví en directo o delante de la pantalla de la tele, y no fue así. Bueno, no del todo, sólo una cosa no me gustó.

Supongo que tampoco quería revivir un juicio de cartón piedra, que parecería una película española de risa si no fuera porque los condenados llevan ya muchos y muchos días en la prisión. De hecho, en algún momento nos reímos a pesar de la trascendencia de los hechos por la escenificación chapucera que se dio. Pero ni lo que pasó en la sala, ni que las y los presos políticos lleven en la prisión tanto tiempo —a los catalanes y catalanas se les pueden negar los derechos del resto de la ciudadanía del Estado— y pensar que seguirán en la prisión tanto como puedan y más todavía, no hace nada de gracia.

Además, el juicio del procés no ha acabado todavía; continúa con una retahíla de procesos a ciudadanas y ciudadanos y a más cargos del govern. El último anuncio es que tienen que volver a declarar 29 altos cargos de la Generalitat de Catalunya; se les acusa de malversación, desobediencia, falsedad documental y prevaricación.

El 1 de octubre no ha quedado a medias solo para nosotros, para los catalanes y catalanas que fuimos a votar, tanto a favor o en contra de la independencia, como para todos aquellos y aquellas que entendieron —y lo siguen haciendo así— que en democracia hay que respetar las votaciones y hay que respetar también su resultado. Si el 1-O hubiera acabado en un resultado a favor de seguir en el estado español, las consecuencias no hubieran sido las mismas. Si el no hubiera ganado y siguiera ganando en todas las elecciones que desde entonces se han llevado a cabo, no estaríamos aquí, cuando menos de esta manera; y eso todavía lo hace más indignante y más injusto.

Cada vez que los votos hablan, responden los juzgados. En España eso funciona y no genera ningún quebradero de cabeza a la sociedad civil

Las hostias no nos las quitaba nadie, pero la maquinaria del Estado se hubiera quedado bastante satisfecha. A pesar de que el orgullo herido, no encontrar las urnas y no poder impedir la votación es difícil de digerir. Al que se considera más chulo que nadie le cuesta no vivir la derrota como una humillación. De hecho, tener todas las herramientas del aparato del Estado, también las inconfesables, y no conseguirlo, no es demasiado buena credencial y, por poco que se piense, es difícil de justificar.

A todo eso súmale, además, que para hacer creíble el relato de la Fiscalía sobre la violencia que justificara tanto la actuación de las fuerzas de seguridad como el juicio y la condena de las y los cabecillas del procés, los agentes de la policía y de la guardia civil, más jueces y fiscales, tuvieron que hacer un triste papel ante las cámaras de todo el mundo. Y por lo tanto, a pesar del ademán de triunfadores y triunfadoras, el agravio no solo no están dispuestos a perdonarlo, sino que necesitan ganar por encima de todo y de todo el mundo. El procés no está cerrado.

Por eso, cada vez que los votos hablan, responden los juzgados. En España eso funciona y no genera ningún quebradero de cabeza a la sociedad civil, por lo tanto, los poderes del Estado están tranquilos por ese lado, pero saben también que Catalunya no desiste. No ya con la independencia, sino en ser diferente, y eso es mucho más de lo que pueden aguantar y de lo que están dispuestos a permitir

Ahora bien, no digo que no sea efectiva la estrategia de ir persiguiendo y amedrentando a todo el mundo que se pueda —y también cuando no se puede— con el fin de dejar muerto y enterrado para siempre el procés; pero lo que sabemos todas y todos es que todavía sigue siendo la única salida que tenemos. Y ni hay que ver el documental, las noticias diarias nos lo confirman. Aparte de que no hay que menospreciar el efecto colateral que genera: aunque no se haga ahora ruido, se consolida una resistencia cada vez más fuerte, más arraigada y más decidida, dado que el vínculo emocional se ha desactivado para bastantes generaciones como para que no se pierda de vista el objetivo.