La fiebre del turismo llega a todas partes del mundo y esto se nota no solo en Catalunya y España, donde parece que este año se alcanzará una cifra de casi 100 millones de turistas internacionales. El movimiento no hay quien lo pare, tras el revés que supuso la COVID-19. A escala mundial, los datos van en este mismo sentido: en 2024 se registró ya la misma cifra de 1.465 millones de llegadas turísticas que en 2019, generando un gasto un 18% superior al de este año, que ya era récord. Con los últimos datos disponibles sobre lo que llevamos de 2025, el número de turistas en el mundo ya es un 3% superior a la prepandemia. Estamos, pues, ante un sector en crecimiento, a remolque del aumento de la renta y de un interés creciente por parte de todas las generaciones por conocer mundo.
En este contexto, incluso Corea del Norte se apunta al sector turístico y lo hace con una actuación de considerable alcance, el Wonsan-Kalma Beach Resort, que se ha inspirado en Benidorm y en Marina d'Or. Antes de entrar en detalles, hay que ubicar al lector en el contexto político y económico del país que lo ha impulsado: un régimen dictatorial, desconectado del mundo, obsesionado con el armamento y la amenaza bélica, comunista de la vieja época, seguramente muy pobre, sin conexión comercial con el resto del mundo y del que se saben pocas cosas con certeza con respecto al bienestar de sus habitantes, que muy probablemente debe ser de los más bajos del mundo.
El gobierno de Kim Jong Un ha transformado un área costera que en el pasado era zona militar, donde se realizaban pruebas de misiles (y donde el presidente pasó una parte de su infancia), en resort turístico: cuatro kilómetros de playa, cines, centros comerciales, restaurantes y 54 hoteles con capacidad para 20.000 personas. El proyecto venía de lejos. En 2018 ya se había iniciado su construcción, pero distintos problemas (entre ellos la pandemia) retrasaron su construcción, que se reanudó en 2023. Finalmente, se ha inaugurado en junio de este año.
Por lo que comunica el gobierno norcoreano, el resort está destinado a los nacionales, como sitio para pasar las vacaciones, y al turismo extranjero, ámbito este en el que tiene como candidatos más poderosos y próximos —en la medida en que Wonsan-Kalma sea atractivo y competitivo— a Rusia y, sobre todo, China. Por cierto, a principios de este mes de julio, el ministro de Exteriores ruso y Kim Jong Un, el líder supremo, se reunieron en el resort. La verdad es que el turismo extranjero iría la mar de bien para captar divisas y aliviar las renqueantes finanzas de un país que ha escogido estar aislado del resto del mundo y que, además, está ampliamente bloqueado por motivos militares.
Que la dictadura de Corea del Norte invierta en turismo de masas no deja de ser curioso. Más aún en un momento en que en muchas partes del mundo desarrollado se empieza a cuestionar este tipo de turismo
Parece ser que, en su día, funcionarios coreanos visitaron Benidorm y lo tomaron como referencia: amplias y largas playas, edificios altos, alineados en el frente marítimo, con equipamientos orientados a conformar un proyecto de turismo de masas como hay tantos en el mundo. Hasta aquí los parecidos, que son fundamentalmente urbanísticos y constructivos. Por el resto, prácticamente todo es distinto. Wonsan-Kalma es propiedad del Estado coreano, un proyecto íntegramente público, no es de mercado, como toda la economía norcoreana; el acceso al país no es libre, tal como corresponde a un Estado con estrictos controles; una vez en el complejo, la movilidad fuera de allí es nula, característica que le resta atractivo. Sobre la calidad de los alojamientos, atracciones, restauración, etcétera, está a la altura de los estándares norcoreanos, que significa lo que significa. Parece más bien una operación de propaganda política para el consumo interno de los norcoreanos que un proyecto de turismo de masas para captar clientes internacionales.
No obstante, que la dictadura de Corea del Norte invierta sobre todo en armas, y ahora —aunque sea puntualmente— en turismo de masas, no deja de ser curioso. Más aún en un momento en que en muchas partes del mundo desarrollado se empieza a cuestionar este tipo de turismo. A ver si (en contra de lo que pensamos algunos), cuando las circunstancias políticas del país sean más abiertas y se gestione con criterios de mercado, Wonsan-Kalma aún resultará ser un caso de éxito comercial. Clientes potenciales relativamente cerca tiene muchísimos. Solo con que una pequeña fracción de los 3.000 millones de habitantes de China e India fueran allí, haría que el proyecto turismo de masas triunfara, como ocurre con Benidorm, Lloret, Salou, Torremolinos y otros exponentes mediterráneos.
Mientras tanto, que una dictadura, comunista, bélica, pobre, sin derechos humanos, aislada del mundo, se fije en el masificado y capitalista Benidorm, y haga una copia a su manera y se muestre al mundo, tiene un punto de sorprendente. ¡Vivir para ver!