Hace ya un par de semanas que Carles Puigdemont declaró su divorcio con el PSOE desde Perpinyà, un descasamiento que después —con aquel rostro suyo draconiano que querría impostar valentía— Míriam Nogueras certificó diciendo que enmendaría cualquier ley del PSOE en el Congreso en su totalidad, aunque Pedro Sánchez presentara una resolución sobre el último teorema de Fermat. De hecho, la portavoz de Junts y replicante de Puigdemont en Madrit sostuvo que su formación no ayudaría ni una vez más a aprobar “leyes españolas”, lo cual es preocupante, pues no creo que hasta ahora Nogueras cobrara un sueldo de las Cortes Españolas para aprobar o matizar la legislación esquimal. En cualquier caso, el tiempo pasa y parece que —a falta de una moción de censura— Pedro Sánchez cree que puede ir tirando a pesar de las pataletas convergentes de sus antiguos socios
El problema de este ensayo de ruptura de Junts es que, como todo aquello que ha hecho Carles Puigdemont desde su desistimiento de funciones posterior al referéndum, llega tarde y sitúa a sus electores en el desagradable papel de aquellos individuos que se empeñan en dar la enésima oportunidad a la pareja para que los trate con la galantería que ellos creen merecer. Esta es la dialéctica del catalanismo de toda la vida y hay que estar un poco ciego para no ver la fatiga que causa en la mayoría de catalanes independentistas de orden. Dicen que Puigdemont ha entendido que tendrá que pasar más años en el exilio, a la espera de que los jueces españoles se cansen de quererle arruinar la vida, y que ha preferido ensayar una ruptura porque ya no tiene mucho más que perder y teme el auge de Aliança Catalana: quizás sea cierto, pero todo esto es algo, de nuevo, que el president no debería haber necesitado tantos años para entender.
En cualquier caso, durante las próximas semanas veremos cómo Míriam Nogueras aprovechará sus intervenciones en el Congreso para transformarse en una copia mala de Sílvia Orriols, pero, a diferencia de las malas digestiones que la líder de Aliança provoca a Salvador Illa, veremos que Sánchez simplemente le responderá con caricias de afecto para que vuelva a casa. De hecho, Junts está abocando su estrategia a la esperanza de que este nuevo pecho y ovarios se extienda por las redes y los nuevos votantes de Aliança traicionen a su amazona de Ripoll. Todo esto no sucederá, insisto, porque al fin y al cabo —y aparte de hacer enmiendas— Junts también tendrá que justificar la presencia en los órganos legislativos españoles para hacer alguna propuesta más que el cuento de nunca acabar. Cuando los pequeños tuercen el morro como si se enfadaran, en resumen, los papás solo tienen que esperar o comprar caramelos para revertir la batalla
El enésimo error de Puigdemont es el de querer imitar el lenguaje de Sílvia Orriols bajo las antiguas tácticas de los convergentes
Dice y escribe Enric Juliana que esta ruptura entre Junts y el PSOE será un gesto difícil de revertir, aunque Puigdemont acabe salvado por Sánchez, y que beneficiará solo a Aliança o Vox por su condición de formaciones antisistema y contrarias al establishment. El tiempo dirá, pero aquí lo importante no es hacer de predictores sino entender cómo, de la misma forma que Vox ha hecho aflorar los tics autoritarios del antiguo PP sin demasiados complejos, el mundo de Aliança no aniquila el espíritu convergente, sino que se ha dedicado a explicitar sus bases históricas (Ot Bou ligaba la ideología alianzada con todo aquello que Marta Ferrusola se atrevía a decir y que los convergentes, incluido su marido, callaban en nombre de la concordia). En este sentido, más que un proceso de sustitución, estamos ante la evolución lógica que Convergència tenía que vivir después del 1-O como partido derechista-estatalista sin ninguna reserva.
Desde este punto de vista, el enésimo error de Puigdemont es el de querer imitar el lenguaje de Sílvia Orriols bajo las antiguas tácticas de los convergentes. A estas alturas, el president no tiene mucho más margen, pero, si los cerebros privilegiados de CiU nos hubieran hecho caso defendiendo el referéndum, lo podrían haber perdido todo contra el Estado, pero ahora podrían andar por la calle con la conciencia más tranquila. Los dos líderes principales del procés podrían haber salvado sus partidos si se hubieran adaptado a los nuevos tiempos haciendo caso al espíritu inicial de Primàries y tutelando un relevo generacional razonable. Espero que ahora no cometan el mismo error, pues sigo opinando que no veo por qué Puigdemont o Junqueras pueden reunirse con todos los capataces del 155 y tienen tanta alergia a tomar un café con Orriols. Diría que la líder de Aliança no los metió en la trena ni los ha enviado a Waterloo...
Ahora puede parecer delirante, pero el independentismo tendrá que volver a unificarse algún día para sobrevivir y, hoy por hoy, tenemos los actores que tenemos. Cuanto más tiempo pierdan en luchas inútiles, los electores los acabarán cascando más; incluso a los que ahora suben como la espuma.