La figura de Colón siempre ha sido controvertida. A pesar de lo que se diga, desde siempre, un aura de misterio ha rodeado su origen y su historia. Durante siglos se le presentó como un intrépido marinero genovés al servicio de la poderosa y rampante corona castellana. Un visionario que se lanzó hacia aguas desconocidas -el Mare Incognitum- en busca de un nuevo mundo. Una empresa gigantesca que perseguía la gloria de los Reyes Católicos y el triunfo de la cristiandad. Dios, patria y religión. Una teoría que pone de relieve la pretensión obsesiva de la españolidad para tener un papel central en la historia universal. Y que por su naturaleza ya resulta, como mínimo, cuestionable. Las investigaciones recientes confirman las sospechas pasadas y ponen en duda la versión oficial.

¿Colón era catalán?

En los años de Colón -finales de la centuria de 1400- Catalunya era un solar ahumado por las guerras civiles que la habían asolado. Un siglo de conflictos. Primero fue la segunda parte de Caspe. Como suele suceder, lo que los políticos no habían sabido cerrar en un despacho, los militares lo quisieron resolver en los campos de batalla. Jaime de Urgell -que quiere decir las clases mercantiles barcelonesas- versus Fernando de Antequera -que era lo mismo que las oligarquías valencianas y aragonesas. Después vino el conflicto entre Juan II y su hijo Carlos de Viana, que era una reposición inoportuna de la anterior guerra. Con los mismos argumentos. Y con la inevitable colaboración de la madrastra Enríquez. Una versión sangrante de la Cenicienta adaptada a la Corte. Y finalmente, la revolución Remença.

Colón procedía de una familia del estamento mercantil del partido enfrentado a la monarquía. Barceloneses o mallorquines

Las investigaciones recientes apuntan -con certeza- que Colón procedía de una familia del estamento mercantil del partido enfrentado a la monarquía. Barceloneses o mallorquines. Y apuntan, también, que Colón ocultó su naturaleza para evitar las reales represalias. Dos guerras -tres si se cuentan los Remences- eran motivo suficiente para alimentar aquel tipo de odio secular, transformado en persecución política que no se desvanece con el tiempo. Y más cuando el partido de Colón contaba las guerras por derrotas. Por otra parte, su correspondencia epistolar -la que se ha conservado- está escrita en castellano. Tiene cierta lógica, porque son cartas dirigidas a la administración castellana. Pero los textos están repletos de catalanadas. Giros involuntarios. Cosas de la lengua materna.

El primer mapa parcial de América después del descubrimiento de Colón

¿Qué buscaba Colón?

Colón no buscaba América. Lo cierto es que Colón tuvo los primeros contactos con el rey Fernando. Y lo cierto, también, es que el Católico estaba obsesionado por encontrar una ruta alternativa para llegar a la India. Y eso condicionó -y mucho- el auténtico sentido del proyecto de Colón. En aquellos días los turcos ya habían conquistado el imperio bizantino, el último reducto de tradición romana y de religión cristiana en el Mediterráneo oriental. Y controlaban -monopolizaban- todas las rutas comerciales hacia Asia. Un nuevo escenario que amenazaba la ruina de las poderosas repúblicas mercantiles italianas -Venecia, Génova, Pisa- y comprometía el crecimiento de València y Nápoles, en aquellos días las perlas de la corona catalano-aragonesa. Fernando y Colón buscaban una ruta para llegar a la India por el oeste.

Las investigaciones recientes apuntan la probabilidad de que Colón saliera desde el puerto ampurdanés de Pals

Y aquí llega la otra gran controversia. Porque mientras la historiografía española ha insistido, siempre, en hacer salir a Colón y las carabelas del puerto andaluz de Palos; las investigaciones recientes apuntan la probabilidad que lo hiciera desde el puerto ampurdanés de Pals. Hasta ahora resultaba difícil defender la tesis Pals, pero la localización de una cartografía de la época que dibuja con precisión el puerto medieval y de unos grabados coetáneos -un equivalente en las selfies contemporáneas- que reproducen la imagen de la villa amurallada y del castillo, la refuerzan. Palos -el oficial- no tuvo nunca ni castillo ni muralla. Y si se pretende defender la versión oficial se tendrá que aceptar que la selfie fue -a propósito- artísticamente alterada con Photoshop. Una situación que, automáticamente, abriría otros interrogantes.


¿Colón era un genocida?

Colón no fue el primero que llegó a América. También la investigación -y no precisamente la de los historiadores catalanes- ha probado que los islandeses fueron los primeros occidentales que pusieron los pies en ella. Fue en la centuria del 900. Quinientos años antes. También los vascos -cien años antes que Colón- ya habían puesto los pies allí. En cualquiera de los casos no fue una empresa colonizadora. Islandeses y vascos, que no sabían que hacían historia, se limitaron a proveerse de recursos naturales. Y no crearon ningún tipo de población estable. Ni tuvieron ningún tipo de intercambio significativo con los pueblos nativos, más allá del "yo te vengo a tomar lo que tú no utilizas y por lo tanto no hago nada malo". El etnocentrismo europeo. La perversa ideología de la superioridad europea.

Aunque él desconocía los hitos viajeros de vascos y de islandeses, lo que sí sabían -Colón y Fernando- es que la India -que no sería demasiado diferente de la actualidad- estaba llena a tope de gente. En ningún caso se planteó -inicialmente- una operación militar de conquista. El viaje de Colón estaba pensado para establecer colonias estables organizadas para comerciar con los nativos. Al estilo de las colonizaciones griegas en la costa catalana en tiempo de los íberos. El estudio de su correspondencia -la de Colón- revela la sorpresa que le causó la facilidad con la que consiguió conectar. Y también se deleita de los tratos beneficiosos que obtiene delante de unos nativos a quién -en su ideario supremacista- considera ingenuos e incivilizados. La conquista y exterminio de las naciones nativas no tiene nada que ver con el proyecto inicial colombino.

El Orbis Terrarum del año 1700

La estatua de Colón

Colón era un hombre de su tiempo. Con un innegable conocimiento de la cartografía naval. Incluso con una extraordinaria capacidad en el difícil arte de la navegación. Un visionario con sus luces y sus sombras. Pero era, básicamente, un hombre de su tiempo. Colón no es el descubridor del Nuevo Mundo. América no ha estado nunca descubierta. La celebración del 12 de Octubre es una burla macabra a los pueblos americanos, fundamentada en los delirios del nacionalismo español. Y si alguien se puede atribuir el honor histórico del descubrimiento son los pueblos amerindios que, procedentes de la actual Siberia, hace diez mil años, iniciaron la travesía del estrecho de Bering -durante los meses de invierno que el mar está helado- y llegaron a la actual Alaska. Los auténticos descubridores.

Ni tampoco es el causante de la muerte de millones de nativos. Ni siquiera, el responsable indirecto o el inspirador intelectual. La esclavización de las naciones autóctonas derrotadas, la transmisión de enfermedades desconocidas por sus organismos, el contagio del alcoholismo, la extracción y el espolio hasta la extenuación de sus recursos naturales, son fenómenos directamente relacionados con la conquista militar a sangre y fuego a la que se entregaron las potencias europeas del momento. Nadie queda libre de culpa, porque incluso los pequeños países que no tenían dominios, ejercían impunemente su brutalidad en complicidad con las potencias colonizadoras. La antítesis del proyecto inicial de Colón.

Si queremos ser honestos con la historia, si pretendemos depurar el espacio público en aras de una pretendida moral higienizadora, Colón está en la cola de los candidatos a desaparecer. Seguramente junto a Karl Marx o de Friedrich Engels. Antes, mucho antes, tenemos una larga nómina encabezada por Habsburgos y Borbones. En las tres disciplinas de la representación artística: escultura, pintura y arquitectura. Pensemos si vale la pena destruir el arte para dar satisfacción a un golpe de fiebre iconoclasta. Lo hemos visto en Afganistán.