Cita: acción de señalar día, hora y luga para verse y hablar dos o más personas (según el Diccionario de la Enciclopedia Catalana).

Necesito una cita, me urge, y no una cita cualquiera. No es con ninguna amiga, amigo, expareja, hijos o amando... No, no va por aquí la cosa. Es una cita con el Estado español (ui!), con uno de sus tentáculos: ¡con mi SEPE!, el Servicio Público de Empleo Estatal.

Y es que soy un actor en paro, cosa que nunca ha sido ninguna rareza. Una vez has acabado de trabajar en el teatro, en el audiovisual o en el doblaje, encadenando trabajos intermitentes y siempre precarios, llega el momento de pedir el subsidio de paro, que depende de los días trabajados. Agotada esta ayuda, si desgraciadamente sigues sin trabajo y tienes ya una cierta edad, te queda todavía un último cartucho: pedir a mi SEPE el subsidio para desocupados mayores de 52 años (confieso que, a pesar de aparentar muchos menos, tengo muchos más, ¡y por eso cuela!). La cantidad a percibir, mirándolo bien, es poca cosa, pero lo importante de verdad es que te permite cotizar para llegar después al 100% de la jubilación. Y aquí estamos, esperando.

Aquí empieza la estrecha relación con mi SEPE, a la cual nombro en femenino porque me da morbo, pensad que soy un ser heterosexual y cisnormativo bien clásico. De hecho, nuestra relación viene de años atrás, hasta que un día se cambió el nombre, antes se llamaba INEM (Instituto Nacional de Empleo) y ahora se hace llamar la SEPE, pero a mí no me engaña, sigue siendo la misma. Ella y yo tenemos conversaciones del estilo:

  • ¡Ey SEPE! ¿Cómo estás? ¿Me puedes dar una cita?
  • ¡SEPE! ¿Cómo tienes los subsidios?
  • ¿SEPE, me han dicho que te entiendes con el SOC (Servei d’Ocupació de Catalunya), verdad?

Hablar con ella hoy es más difícil, y gestionar mi situación laboral intermitente ahora es complicado, sobre todo si perteneces al gremio que antes se llamaba de "artistas y toreros". En el periodo a.C.-19 (es decir, antes de la covid-19) conseguir una cita era bastante más sencillo, porque había más personal disponible, aunque la gestión muy a menudo se liaba: empezaba dejando mi DNI a la funcionaria de turno, y casi siempre acababa con dos funcionarios más mirando la pantalla todos a la vez y discutiendo entre ellos cómo gestionar este gremio tan liado y puntiagudo. Y yo mirándomelo desde la barrera. Con estos precedentes, comprenderéis que, con la brecha digital que arrastro desde hace años (como una especie de resfriado crónico), inteligentemente desista de hacerlo por mí mismo y opte por pedir CITA presencial. Pedirla tampoco es fácil, requiere tener carácter. Es una prueba parecida a la historia aquella de Astérix y Obélix en la administración que les pide papeles y papelitos hasta que las pobres víctimas de la burocracia pierden el poco juicio que les quedaba. Pedir la cita es una experiencia extraordinaria, sensacional, enorme, colosal, bestial, brutal, rara, especial, fenomenal, o como dice un radiofonista muy conocido, "¡excelsa!".

No entraré en todos los detalles, sería hacer espóiler, pero tranquilos, que al final acaba bien. Empiezas entrando en la SEPE a las 23:58 horas a "Iniciar solicitud". Piden, en primer lugar, el código postal, seleccionar qué tipo de prestación quieres, pones el DNI, tecleas "continuar" y te pide por qué canal quieres ser atendido, que si telefónico (de hecho no se puede nunca, ¡imposible!) o presencial, cliqueo "presencial", y entonces es cuando el corazón empieza a acelerarse y me sube suavemente la presión sanguínea. Hay que esperar y la cosa no es segura, porque o bien mi SEPE te dice que no hay ningún sitio disponible para ti o, si tienes suerte, te envía a poblaciones como Viladecans, Badalona, Sant Vicenç dels Horts, Manresa, Vic o Berga. ¡Berga! Para que os hagáis una idea, está a 80 km del lugar donde estoy empadronado, es decir, a 1 h en coche (si tienes) o 2 h y 30 min si vas en transporte público. ¡Solo la ida, eh! Son unos auténticos cracs, y pido un fuerte aplauso para que salgan a saludar a los responsables. ¡Y de paso, que también salga a saludar la IA de la SEPE, por favor, la quiero conocer! Estas gamberradas de la administración me emocionan profundamente, por no decir que me suben la presión y a veces incluso se me hinchan lo que no son ni venas, ni arterias.

Esto que promueve la administración del Estado español es un espectáculo desagradable, una tragedia mal hecha, o un mal spaghetti western que retrata muy bien el nivel de maltrato que practica con sus ciudadanos

Sigo. Ya son las 00:00, es la hora que todos los cazadores de citas salen en busca de la pieza codiciada. Decido la población y el horario que más conviene y cliqueo encima, pero tienes que ser muy rápido con los dedos (yo los tengo grandes y las teclas pequeñas, un drama, os lo aseguro), porque como tú habrá unos cuantos que también estarán de caza. Velocidad hipersónica, para llenar más datos, nombre, apellidos, DNI, e-mail (el pulso se acelera), móvil, aceptar no sé qué y poner un código de letras minúsculas, mayúsculas y números que nunca sabes si es el cero o la letra "O" medio borrosos, todo para demostrar a la IA de mi SEPE que soy un humano. Después de cliquear "continuar", un mensaje te dice que ahora mismo te envían un código SMS que tienes que poner para poder seguir el proceso; los nervios se multiplican, desenfundas rápidamente el móvil y apuntas el código que sí, que sí, te han enviado, revisas por si las moscas hubiera un error a consecuencia de tu hipervelocidad, cliqueas de nuevo "continuar", te sale una ruedecilla que gira y gira y gira, es mi SEPE o la IA de mi SEPE que está pensando y calculando algoritmos o qué sé yo 3....... 2........ 1........ y..... ¡PAM!

"Su horario ya está tomado"

Quedo boquiabierto, desbaratado, perplejo, me pinchan y no sangro. Billy el Niño de la virtualidad, de sesenta y pico de años, ha sido abatido en su SEPE por un cazador más astuto.

Pero no desfallezco, me levanto, me sacudo el polvo de las perneras y, como Gary Cooper, afronto solitariamente el peligro de un nuevo intento. Bueno, unos cuantos más. Y finalmente, cazo la pieza mayor: conseguida CITA presencial en la entrañable y próxima villa de Esplugues de Llobregat a las 11:24 h, que está en la calle 8 de Marzo. ¡Me enternece este toque feminista de mi SEPE! Y me felicito por mi victoria inapelable, pero el monumental triunfo de mi voluntad me ha dejado en un estado de excitación tal que, son las 00:34 h, y mi pareja me sugiere que deje gritar "campeones, campeones" y me tome de una vez pastillita tranquilizante.

Sé que ahora mismo, ElNacional en Blau hará un titular que dirá: "Actor televisiu conegut, embogeix per fer catalan westerns". O, lo interpretarán mal, como siempre, y a alguien se le acudirá decir: "El conocido actor televisivo, Pepe Herrero, enloquece por no tener trabajo". Pero de hecho la cosa no va por aquí. No me quejo de no tener trabajo; ¿me gustaría?, sí, claro está, y si es poco trabajo y bien pagado, mucho mejor (eso lo dejo en manos de Marta, mi repre). Entre los actores tenemos un dicho que dice que o bien nos morimos de hambre o bien de sueño. Vaya, que o no tenemos nada de trabajo o tenemos demasiado. A mí de hecho me preocupa poco, porque ya encaro los últimos kilómetros de mi carrera profesional y, como no quiero ser ningún tapón generacional, me mantengo a la espera del premio final: ¡una magnífica (eso espero!) jubilación de 14 pagas anuales. Os aseguro que esto para mí es inaudito, cobrar por leer todo lo que te caiga en las manos y quedar para hacer senderismo cuando te apetezca con compañeros, amigos y conocidos. ¡Tiembla Montserrat que vengo!

Epílogo.

La CITA PRESENCIAL fue un éxito total. Mi SEPE resultó ser una amable, agradable, empática y solidaria funcionaria que se aclaraba con el régimen de artistas (y antes también toreros), y ella sola salió adelante perfectamente. Sin embargo, después de todos los nervios y quebraderos de cabeza sufridos, la cita con mi simpática SEPE me resultó demasiado breve; os bien aseguro que servidor lo hubiera alargado delante de un café, haciendo un cigarrillo de después. ¿¡Cachis, fue todo tan deprisa!?

Ahora me pongo serio. Eso de la administración online, después de la pandemia, se ha convertido en una versión burocrática del "móntese usted mismo el mueble". Para obtener unos derechos laborales y sociales que te corresponden, tienes que luchar encarnizadamente contra "nadie" en el otro lado del ordenador, tienes que prepararte muy bien para el juego sádico de las carrerillas para coger silla, donde quien primero llega, primero se sienta... ¡quizás en Berga! Eso que promueve la administración del Estado español es un espectáculo desagradable, una tragedia mal hecha, o un mal spaghetti western que retrata muy bien el nivel de maltrato que practica con sus ciudadanos. ¡Y más cuando estos ya son mayores y a causa de la brecha digital se les hace muy difícil, por no decir imposible, cazar en este coto informático que ha montado el Estado (¡y después dicen de los bancos!). Escanya dispuesta a torearnos a todos. Y dicen que eso es cultura. ¡Ovación para mi SEPE, por favor!