Hace tres semanas que todos imaginamos y repetimos con frenesí esta frase, esperando el disaparo de muerte al confinamiento, y es lógico que cada uno la haya rellenado y acabado con el deseo de un reencuentro esperado con el familiar de turno, fantaseando con el beso a la amada, o trinando por cómo será la cena espectacular con los colegas de videollamada o con los cien mil grupos de amigos que tienes en el WhatsApp. Y tienes razón porque, en cierta manera, la primera acción que haremos cuando acabe el confinamiento, sea cruzar la ciudad con el fin de hacer un polvo con la amante, salir dando saltitos a la calle para dedicar un sonoro corte de mangas al bicho este de los cojones o volver al restaurante que más deseas, será un acto que te definirá. Es bueno que pienses, porque esto de la fantasía es gratis, y claro, cualquier cosa que nos anime y nos haga pasar mejor las insoportables tardes de enclaustramiento, repletas de horripilantes ruedas de prensa de nuestros consellers, resulta un alivio.

Pon toda la fantasía que quieras, faltaría más, pero también te rogaría que, antes de salir a la calle, cuando tenga lugar el anhelado momento, antes recuerdes todo lo que los músicos del país han hecho por ti cuando estabas en la prisión. Sé, y es de justicia, que la palma de este confinamiento, aplausos sonoros, se la tienen que llevar médicos, enfermeros, investigadores, psicólogos y otros adláteres de la benemérita sanidad. Pero te pido un pequeño esfuerzo, porque estoy seguro de que no ha habido ningún día de cautiverio en el que la música no te haya distraído del aburrimiento, animado o incluso salvado la vida. Durante estas semanas de tedio, muchos músicos del país (El Petit de Cal Eril, Joan Dausà, Sílvia Pérez Cruz, Clara Peya, Gemma Humet, Mazoni, un largo etcétera) han ofrecido recitales gratuitos en streaming para todos sus seguidores, en un ejemplo de generosidad que los melómanos del país haríamos bien de no olvidar durante un buen tiempo.

Previo a salir a la calle, agradéceles que te hayan apoyado y te hayan regalado su arte de forma totalmente desinteresada; asegúrate, en definitiva, de que lo podrán seguir haciendo en el futuro

La música nos ha salvado, como lo hace siempre, y no hablo sólo de los conciertos de los compañeros que acabo de citar, sino de los centenares de horas de música que hemos escuchado para bailar solos en el pasillo de casa, meditar o ayudarnos a dormir, unos sonidos de los cuales muchas veces ni sabemos al autor, pero que en cualquier caso implican el trabajo de instrumentistas, técnicos de sonido, productores, directores y editores. Os pido, pues, que antes de salir a la calle a celebrar de nuevo nuestra libertad, agradezcamos la compañía que nos han hecho todos, interesándonos por la música que hemos escuchado, contactando si hace falta con sus autores y comprándoles su último CD (la mayoría de ellos tienen página web y tienda online). Ya sé que tienes muchas ganas de salir a tomar el primer gin-tonic y zamparte el sushi predilecto que sueñas de hace días, pero párate un momento y antes, please, compra una entrada para un concierto.

Els Amics de les Arts, Núria Graham, el clarinetista Miquel Ramos... y decenas de compañeros músicos, a los que hay que sumar un buen número de productores y de toda una industria adyacente, empezaban gira o tenían conciertos justo antes de esta maldita pandemia del demonio. Previo a salir a la calle (me hago pesado, porque tengo tantas ganas como tú), agradéceles que te hayan apoyado y te hayan regalado su arte de forma totalmente desinteresada; asegúrate, en definitiva, de que lo podrán seguir haciendo en el futuro. Nuestros músicos han demostrado un compromiso y una generosidad fuera de medida. Ya sé que tienes ganas de correr, de follar y de volver a abrazar a la parentela como un loco. Pero antes, aunque sea con un clic, dedica unos minutos al autor que hizo aquella canción que te ha ayudado a dormir cuando tenías insomnio o angustia, porque no sé quién es, pero te aseguro que tiene un nombre y te necesita para vivir.

No sé qué será lo primero que haré cuando todo eso acabe... pero tengo muy claro que antes de salir compraré un CD y una entrada para el próximo concierto de alguno de los compañeros que me ha hecho la vida más fácil durante estas semanas. Agradezco el trabajo de los médicos que nos han salvado las vidas, y lo haré las veces que haga falta, pero el arte sonoro también ha mantenido a muchísima gente respirando, mucho más de la que os pensáis. Compañeros, de todo corazón, muchas gracias. ¡Que no pare la música!