Si finalmente y tal como parece Ada Colau continúa como alcaldesa, la líder de los comuns, Miquel Iceta y Manuel Valls nos habrán regalado una extraordinaria lección de realpolitik a los independentistas. De hecho, la cosa no va de realpolitik, sino de pura y nuda política, un arte que –en los países desarrollados que superan a tribus como la nuestra– significa la lucha descarnada por el poder, más allá de convicciones, moral de salón y pretensión de bondad. Los españoles trajeron a Valls a Barcelona para impedir una victoria indepe, y el antiguo primer ministro francés (a pesar de su execrable resultado) ha cumplido su misión como un diligente gendarme. Entendedlo de una puñetera vez, amigos separatas: son españoles y siempre actuarán, pactarán y tramarán alianzas políticas según sus intereses, dispuestos a que continuemos viviendo en una cómoda moral de esclavo.

El independentismo ha creído que podría ganar la partida al Reino de España enarbolando su condición de víctima y ha creído que ello le bastaría para tejer alianzas en el mundo. Hemos confiado demasiado en tarados mentales como Joan Bona Nit, en estupideces del tipo el junquerismo es amor y, en definitiva, una filosofía política de auténtico parvulario. Mientras nuestros líderes se creían angelitos, Ada Colau ha conseguido con paciencia que la mayor parte del independentismo compre la agenda pactista de los comuns y, hoy por hoy, políticos que habían conseguido una radicalidad que hacía zozobrar a los españoles como Gabriel Rufián se han convertido en una caricatura de ellos mismos haciendo gala de un republicanismo inofensivo y de un discurso caradurita contra las élites que es ideal para impostar cara de indignado pero que, en el fondo, entusiasma a los aparatos ideológicos del estado, por el simple hecho que les alarga la existencia.

La Barcelona de Colau no podría estar más lejos de mi ideal de ciudad, pero hoy debo reconocer que Ada nos ha premiado con una lección de realismo político que no tiene precio

Debemos agradecer (a grito pelao) que Ada Colau haya mostrado cómo se hace política al independentismo. Lejos de hacerse la víctima y de ejercitar el espíritu llorón, como ha hecho durante lustros Convergència, hoy los capataces y sobre todo las bases de Esquerra deberían reflexionar sobre dónde les ha llevado esta mandanga de ensanchar la base y renunciar al independentismo fuerte. De momento, el motorista Maragall deberá jubilarse anticipadamente y ya veremos si Convergència no les vuelve a robar la cartera en las próximas elecciones catalanes con una candidatura tripresidencial liderada por Puigdemont, Mas y Torra. No podréis decir nunca, colegas de Esquerra, que no os habíamos advertido que todo esto pasaría. Y mira que era fácil: primarias en Barcelona, asegurarse la capital y neutralizar a Colau dejándola a muchos regidores de distancia. Pero preferisteis hacer el papel de Convergència, y así os ha ido. 

La Barcelona de Colau no podría estar más lejos de mi ideal de ciudad, pero hoy debo reconocer que Ada nos ha premiado con una lección de realismo político que no tiene precio. La fucking alcaldesa es un regalo que nos ha enviado el altísimo para que el independentismo se atreva a crecer. Por desgracia, sus líderes pasarán los próximos meses matando a ICV y lloriqueando por el pacto Comuns-Valls para así ahorrarse la confrontación con España y la obligación de rescatar el espíritu del 1-O. Es lo mismo de siempre: desviar la atención y chotearse del cojo para no afrontar la lucha con el enemigo real. Quizás os sirva para llegar a la Generaliat y para que Pere Aragonès pueda hacer de gestos de las migajas que dejó el 155 y repartir unas cuantas nóminas entre las feministas de Twitter. Es posible que les haga falta dominar el gobierno para ver por fin que la administración catalana es una simple sucursal del poder español. Cómo les cuesta aprender…

Hace cuatro años ya dije que Barcelona no podía permitirse tener una alcaldesa española. Tiempo después, algunos habéis llegado a entenderlo. Pues ahora, queridos, que os aproveche, con el añadido de la guardia sociata de toda la vida. Esto de ser un genio es una tarea agotadora. En la próxima vida me pido algo más llevadero: obrero de la construcción, preso político, desahuciado o comunista nostálgico. En resumidas cuentas: que gracias, Ada.