Hace un par de semanas, y en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, TV3 dedicó un segmento del Telenoticias a recordar su mítica serie El Capità Enciam. Mi generación recordará perfectamente ese entrañable espacio de divulgación, protagonizado por el actor Pep Parés, que parodiaba con inteligencia la figura de un superhéroe con el objetivo de excitar la mala conciencia de las familias catalanas cuando alguien osaba abandonar papel de plata en los recovecos de Montserrat. A parte de rememorar su famoso lema (“Los pequeños cambios son poderosos”), escuchando fragmentos del programa me sorprendió el altísimo nivel de catalán que practicaba, con palabras y expresiones (“carmanyola”, “escampall”, “fer més nosa que servei”) que hoy en día son víctimas de la castellanización de la lengua o, directamente, de un proceso imparable de falta de uso.

La cosa todavía me preocupó más tras husmear con intermitencia programas posteriores al noticiario como Les de l’Hoquei o Control T. Entiendo que la nueva serie juvenil de "la nostra" pretenda acercarse al público millenial con una lengua dinamitada de anglicismos e importaciones del español, y servidor no es de los puristas que se indignen cuando escucha algún businessman cerrar un deal de forma un tanto random, o cuando alguien echa mano de nuestra querida lengua española, especialmente urdida para practicar el insulto, cuando llama gilipolles o merluzo a un colega. El problema aparece en el momento en el que los guionistas del espacio sitúan la aparente transgresión de la lengua como un sinónimo del anarquismo púber propio de la adolescencia y cuando este proceder acaba degenerando en un catañol forzado lleno de mola a sacos y penya molt xunga.  

Siendo los jóvenes uno de los pocos ámbitos donde el uso habitual del catalán ha aumentado últimamente, la calidad de la lengua en el audiovisual debiera ser prioridad

El fenómeno todavía se hacía más evidente en el programa Control T donde, a pesar de tener colaboradores con un catalán esplendido como Elisenda Pineda, la mayoría del personal destrozaba nuestra lengua con impunidad y hacía aquello tan habitual de pasarse al español cuando uno conjuga el gracejo. La contaminación lingüística en ciertas palabras o el hábito de pasarse al español cuando hay que adoptar un registro más enrollado es un hecho alarmante que supera el espíritu de un tiquismiquis. Este hábito explica en parte, como decía el InformeCAT 2018 de la Plataforma per la Llengua, que el catalán haya perdido hasta 300.000 hablantes en los últimos quince años. Siendo los jóvenes uno de los pocos ámbitos donde el uso habitual del catalán ha aumentado últimamente (de un 31,5% al 36,4% entre los años 2003 y 2013), la calidad de la lengua en el audiovisual debiera ser prioridad.

Servidor no escapa a esta lacra (agradezco a Santa Internet que usuarios como Fart de Catanyol tenga la paciencia de corregir la mayoría de mis artículos a la caza de contaminaciones lingüísticas) y tampoco querría asustar a la parentela con un posible apocalipsis de la lengua. Pero los expertos nos dicen que una lengua peligra seriamente cuando el uso de la misma empieza a bajar del 30%, un porcentaje que ya se ha cruzado en muchas zonas del Área Metropolitana. Cuidémosla, porque de lo contrario esto del catalán pinta muy xungo.