Mi querido El Nacional informaba el viernes pasado que los dos diputados de la CUP al Congreso, Mireia Vehí y Albert Botran, acatarán la Constitución el próximo martes en la sesión de apertura de la cámara baja española para tomar posesión de los respectivos escaños. Empieza así la radical tarea de los ingobernables, que fijaos si son piratas que como quien dice el primer día de clase ya acatarán el texto maligno que les permitió presentarse a unas elecciones, salir diputados, poder enseñar su catálogo de camisetas a toda España y, como nota final de todo contestatario, cobrar el sueldo del funesto régimen a combatir. La cosa no acabará aquí porque, como pasa siempre en los casos de revolución-dentro-del-sistema y de los imitadores de lo que Carod llamó “el sí crítico”, los cuperos ya encontrarán alguna forma de acatamiento verbal que no contenga sumisión, si hace falta recordando la represión, a los presos políticos, a la Moreneta o a Mao Zedong.

Que la CUP cayera en la gobernabilidad más absoluta, certificando la muerta de la vía unilateral y su sumisión a los dictados del procesismo y del bienvenido a la república independiente de tu casa, era sólo cuestión de tiempo

Con el acta de diputado (español) en el sobaco, los cuperos iniciarán cuatro años donde seguirán a pies juntillas la idea de san Artur Mas según la cual es posible dinamitar al estado implosionando su autoritarismo y, como dirían los marxistas, agudizando sus contradicciones. De la efectividad de esta técnica genial y astuta, hoy por hoy, supongo que no hace falta ni hablar, y fijaos si la presencia de la CUP asusta al régimen constitucional que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ya ha avisado que continuará con su tradición de dejar que los electos juren el cargo con “fórmulas diversas y diferentes”, ayudando a convertir la cámara en una especie de diván donde uno puede dejar el respectivo zurullo con tal de no defraudar a su parroquia. Todo ello se complementará muy pronto con intervenciones donde se romperán fotos de Felipe VI, en que se llamará franquistas a los diputados de VOX, entre otras muchas performances. 

Que la CUP cayera en la gobernabilidad más absoluta, certificando la muerta de la vía unilateral y su sumisión a los dictados del procesismo y del bienvenido a la república independiente de tu casa, era sólo cuestión de tiempo. En breve, por el efecto conciliador y balsámico que tienen los simpatiquísimos ciudadanos de Madriz con los diputados catalanes, los cuperos calcarán la progresión de Rufián, que de enseñar fotocopiadoras en el Congreso ha pasado a tener una gravitas de hombre de estado (español) que ríete tú de la barba del monarca. Abducidos por la calidez del cocido y de la tapa gratis con la cañita, veremos como los diputados transitan del independentismo al escenario de las “luchas compartidas”, de la “hermandad entre los pueblos de Espala” y de toda cuanta cursilería imaginable. Cansados de denunciar la tibiez de Convergència y Esquerra, los cuperos han decidido seguir su idéntico camino gobernable. El acatar nunca es simbólico.

Y con este panorama qué podemos hacer, pregunta el alma inquieta cuando lee mis estupendos artículos. La respuesta, querido lector, es necesariamente decepcionante. No hemos de hacer gran cosa, más allá de dejar pasar el tiempo y, persistentemente, intentar establecer nuevos espacios de cultura política y deliberación más sólidos o, por decirlo de otro modo, no tan blanditos como para que nuestros revolucionarios del futuro sean tan fáciles de gobernar.