Abríamos la semana con este artículo de David González. Una lectura fundamental para ordenar ideas, imágenes, hechos que han tenido lugar desde que el 19 de julio del 2011 tuviera lugar la última reunión de la entonces denominada "Comisión bilateral Generalitat de Catalunya-Estado". David lo describe perfectamente y pone el foco en un lugar en el que pocos quieren ponerlo: qué ocurrió en el PSC a raíz de la sentencia del Estatut. Yo iría más allá: qué ocurrió en el PSOE.

Aquellos eran tiempos de Zapatero. Momentos de diálogo. De “alianzas de civilizaciones”. De talante. Siempre he pensado que el tiempo hará justicia y que, una vez puedan barrerse las toneladas de mierda que sobre el presidente se echaron, quizás entonces podamos valorar que sus dos legislaturas pusieron en marcha cuestiones de profunda importancia. Me aventuro a decir que especialmente entre Madrid y Barcelona no hubo antes (ni después) mejor sintonía que en aquellos momentos. Respeto, diálogo y voluntad de pacto.

Ahora que se retoma el diálogo, ese que desde Catalunya siempre se ha querido mantener en todo momento, ese que ha sido negado desde Madrid, es momento de mirar al origen, como bien señala David González. Sería muy positivo analizar de forma transparente y sin tapujos lo que ocurrió para llegar a la sentencia del Constitucional del 28 de junio del 2010. Analizar las reacciones. Y que cada palo aguante su vela. Sobre todo, sería necesario abordar qué papel juega el TC y qué papel debería tener en un país que se dice democrático. La reforma que tuvo lugar en 2015 sobre su funcionamiento habría de ser una cuestión que Sánchez tomara por la vía de urgencia. Ahí está el foco de la mayoría de los problemas que estamos teniendo ahora mismo, eso que Sánchez llama “haber judicializado la política”. No habría sido posible si al TC no le hubieran dado poderes que nunca debería haber tenido.

Sobre todo lo que le importa al gobierno de España ahora mismo es la foto del diálogo, como chicos buenos que se cuadran ante Europa y disimulan haber entendido lo que les ordenaban 

Así las cosas, demasiado tiempo después se ven las caras en Madrid. Curiosamente, se sientan a la mesa dos personas que fueron compañeras de partido en su día: Batet y Maragall. ¡Las vueltas que da la vida! Y aunque alguien pudiera pensar que esto es positivo, en verdad no hay mejor enemigo que el del mismo partido. Y si además es el Partido Socialista, puedo confirmar que los enemigos son de la mejor calidad.

¿Qué sucedió en la reunión? Fundamentalmente que desde el gobierno de España se empeñan en negar que el derecho de autodeterminación sea legal. Erre que erre. Niegan tener ninguna posibilidad de resolver la cuestión de los presos políticos. Su objetivo, según la ministra, es reducir la conflictividad entre instituciones y lograr lealtad, analizar qué inversiones necesita Catalunya.

Dicho de otra manera (y en mi opinión) viene a ser algo así como decir: “Vamos a ver si nos relajamos un poco, a ver si podemos negociar con temas de pasta, y nosotros nos lavamos las manos con los presos porque no somos capaces de deshacer este galimatías. Hablemos de lealtad, que eso siempre queda bonito. Porque la deslealtad no es de quien agrede sino de quien pone urnas en las calles”.

A mí personalmente me aburren este tipo de discursos tan grandilocuentes y vacíos. Que evidencian que lo único que se quiere es marear la perdiz, como solemos decir en Castilla. Que lo que se pretende es ganar tiempo (vaya usted a saber para qué), pasar la patata caliente, escurrir el bulto y poner buena cara. Porque sobre todo lo que le importa al gobierno de España ahora mismo es la foto del diálogo, como chicos buenos que se cuadran ante Europa y disimulan haber entendido lo que les ordenaban desde allí. Lo del contenido ya tal. La cosa es la foto.

Y Catalunya, por su parte, acude para seguir poniendo sobre la mesa lo mismo de siempre. Una y otra vez. Y que le aclaren las múltiples tomaduras de pelo, a ser posible, que vienen sufriendo desde hace, al menos, siete años. Que les expliquen cómo es posible estar aplicando un Estatut que nadie ha refrendado; cómo es posible que siendo de las comunidades que más aportan a la economía española, menos reciban de vuelta; que se ningunee sistemáticamente cada petición que realizan de diálogo; que les den explicaciones de la violencia ejercida contra su población; que se solucione de una vez por todas la situación de las personas presas y exiliadas, que bien podrían ser puestas en libertad si la fiscalía tuviera a bien entender lo que sucede. Que, por cierto, hay que recordar que la Fiscalía General del Estado cambia cuando lo hace el gobierno. Por algo será.

¿Es posible curar una herida que se ha ido abriendo de manera exponencial, con la misma tirita que servía cuando era un arañazo hace diez años?

En fin, que hacen muy bien en acudir los catalanes a las reuniones que hasta ahora siempre les han negado. Porque hay que decirlo claro: desde Catalunya siempre se ha pedido diálogo. Mientras en Madrid les cerraban la puerta y les acusaban de ser “unilateralistas”. Falso. Por parte del Partido Popular (y ahora también de Ciudadanos), solamente ha habido una consigna: bloquear cualquier posibilidad de expresión, mentir y culpar a los independentistas de cualquier cosa, real o imaginaria.

Ahora llega el PSOE, que sabe mucho de hacer postureo. Llamar al diálogo, pero al de las fotos: a ese en el que parece que se escuchan pero en realidad no hay manera de intercambiar absolutamente nada. Salvo la foto y el apretón de manos. Que no sirve de nada a estas alturas donde las palabras quedaron atrás y lo necesario son los hechos.

Por el momento, Sánchez repite que hay que retomar el Estatut que fue tumbado por el TC. ¿Por qué dice esto Sánchez? Permítame: porque muy posiblemente no tenga ni idea de lo que ocurre en Catalunya, porque se dedique a repetir lo que decía Zapatero. Que en su momento podía ser interesante pero que, a estas alturas, ya no sirve. O ¿es posible curar una herida que se ha ido abriendo de manera exponencial, con la misma tirita que servía cuando era un arañazo hace diez años? Que nos lo cuente Borrell, especialista en desinfectar heridas: porque para ello, habría que cambiar la ley del TC, habría que sacar a los presos políticos de la cárcel, habría que cerrar todas las causas que se han montado sobre relatos falsos. Habría que hacer política limpia. Depurar responsabilidades. Acabar con los atentados fascistas. Con las mentiras que los justifican. Eso es desinfectar y a ello debería dedicarse el PSOE. Empezando, por supuesto, por sus propias prácticas.