Una de las palabras más peculiares del catalán es prou. Entre otras cosas porque en algunas de sus acepciones son genuinas, sin ninguna posibilidad de traducción a ninguna otra lengua. Por ejemplo, si preguntas a alguien si le apetece ir a tomar alguna cosa esta noche del jueves y te contesta prou, querrá decir que irá, que no lo entusiasmaba mucho la idea de salir pero que le hace el peso el plan y que se apuntará. Otra situación en que utilizamos el prou es cuando, a modo de adverbio, queremos afianzar alguna acción: Jo prou que li dic que sigui simpàtica amb els clients, però ella prefereix insultar-los. Se traduciría como: "Yo ya bien que le digo que sea simpática con los clientes, pero ella prefiere insultarlos" O bien: ¿'has visto que estúpida? Prou que ho veig, que equivaldría a "Bastante que lo veo'. Y otro uso que se le da a prou es cuando equivale a suficiente o suficientemente: és prou intel·ligent per entendre que aquí es parla el català se traduciría como 'es lo bastante inteligente para entender que aquí se habla el catalán'.
Pero sin duda, el prou más utilizado es el que sirve para marcar un límite. Y más cuando lo expresamos en modo exclamación: Prou! Basta!. El prou más famoso de la historia reciente es el popular "prou, prou, prou" de Josep Cuní cuando, con su habitual diplomacia y savoir faire, no le alcanzó para detener una discusión que, ciertamente, se le estaba yendo de madre. En cambio, el prou exclamativo más simpático que tenemos es cuando madre te está sirviendo el plato que te ha estado cocinando toda la mañana para la comida familiar y a toda costa te quiere llenar el plato. Y entonces, con todo el amor de hijo del qué eres capaz, le dices 'prou, prou que no me lo acabaré'. Ni ella te hace caso parando la ración ni tú decías la verdad cuando asegurabas que no te lo acabarías.
La pedagogía es amable pero insuficiente; las agresiones al catalán son intolerables
Ahora, sin embargo, con la catalanofobia ha llegado el momento de decir prou, de decir basta. El basta racional de cuando se ha llegado al diagnóstico de una situación insostenible y el basta más fulminante e infranqueable. El primer basta es el que pone fin a la condescendencia, el que declara amable pero insuficiente la pedagogía y el basta resignado de "lo hemos intentado todo" pero no ha sido suficiente. Y el segundo basta es a los y las catalanófobas. Basta. Prou. Un basta gigante con un signo de exclamación todavía mayor. Son intolerables más agresiones a nuestra lengua y a nuestra manera de ser. No dejaremos pasar ni una. Ah, y por si no ha quedado claro: los maleducados sois vosotros y la lengua oprimida, el catalán.
Primero, os haremos entender que expresar públicamente este odio a un colectivo, el que sea, es inconcebible e intolerable. No hay que ir con ejemplos supuestos sino con equivalencias: allí donde diga la palabra 'catalán' lo sustituís por 'negro, judío, musulmán, gay, mujer, argentino o español' y os quedará claro si estamos ante una muestra de odio o no: "no, aquí no pondré Eros Ramazzotti porque odio todo aquello que es italiano". O bien, "a mí las zonas de Buenos Aires que más me gustan son las que no hay argentinos porque no soporto a los argentinos, de hecho son una especie que detesto". O que, simplemente, vas a Dusseldorf a hacer una obra de teatro para ridiculizar que a los médicos alemanes les exigen el alemán para ejercer en hospitales cuando todo el mundo en Alemania domina el inglés. (Por cierto, tampoco estaría de más que todos aquellos y aquellas que siempre tienen preparada la condena para ataques a colectivos ubicados a miles de kilómetros, de vez en cuando fueran igual de sensibles y rápidos con los ataques que les quedan más cerca).
Qué poder de atracción mayor tiene que tener Catalunya como para que gente que odia a sus autóctonos acaben viniendo a vivir aquí
Con todo, ya nos podemos sentir bien orgullosos de Catalunya: qué poder de atracción tan grande tiene que tener un país como para que gente que odia a sus autóctonos, la lengua que hablan y su identidad acaben viniendo a vivir allí e intentar ganarse un sueldo a pesar de tener que compartir calle, metro, puesto de trabajo y de ocio con personas que -dijo literalmente- la ponen en "tensión, del asco que dan." Estas personas que tanto detestan, además, tienen la particularidad de ser nacidas en aquel país que han escogido para progresar a la vida. No debe pasar en ningún otro país del mundo. Y que se vean con ánimos de expresarlo públicamente todavía menos.
Este basta, este prou, también es para las administraciones que tienen que velar por el respeto de los derechos humanos. Todos los derechos humanos. Los de todo el mundo. Por eso, además de las denuncias que cada vez irán a más por parte de las personas que sufren estas agresiones, no estaría de más actuar de oficio, revisar subvenciones, presentarse como acusación particular y, finalmente, introducir de una vez por todas en el código penal la catalanofobia como agravante en un delito de odio. Por si a alguien le queda alguna duda, que vuelva a revisar aquello de sí, en lugar de catalán, el mensaje, la acción o la agresión fuera destinado a un negro, un judío, un musulmán, un gay, una mujer, o un argentino simplemente por el hecho de ser negro, judío, musulmán, gay, mujer o argentino. Me parece que ya me he explicado prou. lo suficiente. Simplemente acordaros de que nos guardaremos el prou simpático para nuestras madres. Y a vosotros, catalanófobos y catalanófobas, os dedicaremos el prou más antipático posible. Tan antipático como vuestro trato hacia nosotros, los catalanes. Porque sí, porque ya basta. Ja n'hi ha prou.