Lionel Messi ha decidido fichar por el Inter Miami por dos motivos, porque quiere volver a liderar la selección argentina en la Copa América, que el próximo año se disputa en Estados Unidos, y porque quiere estar seguro de que le paguen el sueldo, lo que en el Barça no estaba del todo garantizado.

El sueldo se lo pagarán seguro porque los dueños del Club Internacional de Fútbol Miami, que así se llama, en castellano, son los hijos del patriarca cubano Jorge Mas Canosa, poderoso magnate de la industria de las telecomunicaciones, referente al mercado de Wall Street y líder principalísimo del lobby anticastrista de Florida (fue Mas Canosa quien conectó José María Aznar con la familia Bush, primero con Jeff, gobernador de Florida, y después con George W. con quien decidió ir a la guerra y al desastre).

Los contrarios a la sociedad anónima temen que los socios pierdan el derecho a decidir cuándo sólo han decidido pagar o dejar de pagar la cuota de abono

Lo sabía todo el mundo y era profecía que Messi no podía volver al Barça si no venía a jugar de balde, pero el culebrón, en el final de Liga más amodorrado que se recuerda, beneficiaba a todo el mundo y especialmente a los medios que deben llenar papel, minutos de radio y de televisión y recaudar clics. Seguro que el equipo de Jan Laporta ha intentado el regreso de Messi por si sonaba la flauta. Es probable que el presidente hubiera estado dispuesto a vender jugadores y rebajar sueldos para que regresara el crac argentino y ha sido el propio Messi quien lo ha descartado por insostenible. Cómo sería la acogida de Messi en el vestuario si para que volviera se tenían que sacrificar todos los demás por él.

El interés del Barça por la vuelta de Messi se entendía como la salvación en una temporada que se presenta como el gran desafío previo a la previsible conversión de la institución en sociedad anónima. Con Messi en el terreno de juego, los socios que ya han dicho que no piensan subir a Montjuïc quizá se lo hubieran repensado. El merchandising y la venta de camisetas volvería a funcionar, habría más patrocinios y mejor pagados... Sin Messi todo es otra historia. Jugar en Montjuïc ha sido recibido por los abonados como si les hubieran roto el carné. El primer equipo del Barça masculino no va a jugar en campo propio. Por las razones financieras conocidas, el Barça no podrá tener una plantilla lo suficientemente competitiva como para rentabilizar una presencia destacada en la Champions. Como máximo se podrá tapar algún espacio en el mercado de veteranos. Todo el mundo está contento por haber ganado la Liga, pero todo el mundo es consciente de que ha sido con un nivel de juego mediocre y que la suerte dura lo que dura. Y en estas circunstancias, la entidad Fútbol Club Barcelona, que genera pérdidas en todas sus secciones, salvo el primer equipo del fútbol femenino, debe gestionar una deuda de 1.500 millones, y a la vez invertir 1.500 millones más en la reconstrucción del Estadio y el Espai Barça. Y todo esto, pendientes de lo que diga la UEFA por el caso Negreira, un torpedo contra el prestigio de la entidad.

Con un presidente-propietario que arriesgue su patrimonio y no el de los socios no se habría fichado a Chygrynskiy, Coutinho... ni probablemente a Negreira

¿Cómo es posible que una institución del prestigio y la solvencia del Barça, que hace cuatro días no solo ganaba, sino que deslumbraba y se había convertido en un referente deportivo universal, se encuentre ahora desmoronada en el oprobio?. Esto ha sido posible porque en la época de vacas gordas, pero también antes y después, se hicieron cargo de la institución unos directivos que no es que fueran incompetentes, que seguramente lo eran, es que gestionaban un patrimonio que no era suyo y si se equivocaban o derrochaban no suponía ningún riesgo para su patrimonio personal. Y por otro motivo. En 1973 el Barça fichó a Johan Cruyff por 60 millones de pesetas, el equivalente a 360.000 euros. 44 años después, el Barça fichó a Phillipe Coutinho por lo que costó Cruyff multiplicado por 444. O sea, 160 millones de euros. La irrupción de los derechos televisivos multiplicó desorbitadamente las cantidades que movía el negocio del fútbol. Como suele ocurrir, la apoteosis barroca del dinero atrajo a todo tipo de buitres que viven de la FIFA y de la UEFA y de las Ligas, de las federaciones, de los clubes, de los árbitros, de los traspasos, de las comisiones de los traspasos, del asesoramiento de fichajes, de los patrocinios y de todo tipo de intermediarios que pululan con la avidez de los ludópatas en el casino. Sin ir más lejos, es obvio que el caso Negreira fue una tomadura de pelo al club, sometido al pago de una especie de chantaje con el que alguien de dentro colaboró nada desinteresadamente asumiendo la intermediación.

Se puede ser Más que un Club o se puede ser un gran equipo como el City, el PSG o el Inter de Milán

Los abusos se prodigaron por todas partes hasta que no hubo más remedio que forzar la reconversión de los clubs en sociedades anónimas para asegurar la responsabilidad de los directivos. En el momento en que el presidente es propietario se juega su dinero e irá con más cuidado a la hora de tomar decisiones. ¿Habría pagado el presidente Bartomeu 160 millones por un jugador si debía arriesgarlos de su propio bolsillo o lo hizo con el dinero de los socios para que los socios no le tuvieran en cuenta la pérdida de Neymar a la hora de votar? La conversión del Barça en sociedad anónima se ha convertido en un tabú, cuando son sociedades anónimas los grandes equipos europeos, desde el Manchester City al París Saint-Germain, pasando por el Inter de Milán. Los contrarios lo rechazan como si supusiera la pérdida automática de los valores de la entidad, cuando ha sido la falta de valores de algunos dirigentes lo que ha traído el desastre. Seguramente, la irrupción de un propietario al frente de la entidad haría tambalear la leyenda del Más que un Club y quizás ya va siendo hora de ser solo un gran equipo europeo. Cuando la dictadura tenía un sentido, pero después el Más que un Club no ha pasado de ser una versión del regionalismo cómplice de la banalización del conflicto político catalán a base de reducirlo a una rivalidad deportiva. Y además, ahora esta función la hace mucho mejor el Girona. También es cierto que la prioridad de un propietario será siempre el beneficio del negocio. Nunca ficharía a Chygrynskiy, pero también podría perder el interés por las secciones de los otros deportes, baloncesto, balonmano, hockey... que, sin generar, beneficios correrían el riesgo de desaparecer, lo que querría decir que sin el monopolio, la Penya, el Balonmano Granollers o el Voltregà volverían a liderar la representación catalana tan plural como es.

Cuando entidades del talante de JP Morgan, Goldman Sachs o Mitsubishi UFJ Financial te prestan 1.500 millones, el derecho a decidir qué se hace con este dinero también está hipotecado

Con todo, el gran argumento contrario a que el Barça se convierta en sociedad anónima es que los socios perderán la propiedad y su derecho a decidir. La realidad es que los socios nunca han decidido más que pagar su cuota (o dejar de pagarla).  La opacidad ha sido una característica del funcionamiento de los clubs de fútbol y en el caso del Barça, ahora mismo ni el presidente tiene derecho a decidir. Cuando entidades como JP Morgan, Goldman Sachs o Mitsubishi UFJ Financial te prestan 1.500 millones, el derecho a decidir qué se hace con ese dinero también está hipotecado.