Por mucho que pienso en ello, no encuentro absolutamente ninguna ventaja al hecho de introducir las pantallas y la tecnología en las aulas, a menos que haya algún profesor que no tenga muchas ganas de trabajar y prefiera que los niños se entretengan solos con la pantalla para poder mirar un rato a las musarañas. Una estrategia, justo es decir, que no ha pasado por alto a los padres y que algunos de ellos también han adoptado para descansar y desconectar un poco de la dura realidad de tener hijos y poder entrar en el maravilloso mundo de TikTok y de los Reels de Instagram (los hijos imitan la actitud de los adultos…).

Desgraciadamente, cada vez somos más dependientes de las máquinas y menos autosuficientes. Sin una máquina no sabemos hacer ni una división, y en algunos casos ni una triste suma de dos números menores de diez. Es un hecho constatado. Como también lo es que cada vez habrá más blackouts (apagones). Si relacionamos una cosa con la otra, podemos deducir fácilmente que no vamos por el buen camino. Nos vendieron la moto de que con las máquinas no tendríamos que trabajar tanto, que todo el trabajo duro lo harían ellas y que tendríamos más tiempo para nosotros, para relajarnos. ¡Naranjas de la China! Nunca habíamos ido tan estresados ​​como ahora ni habíamos sido tan poco cuerdos y resolutivos. Las máquinas son muy útiles cuando las personas que las utilizan tienen el coco (la cabeza, la testa, la cocorota, la cabecita, la chola…) bien ordenado, si no no resuelven nada, no hacen nada más que aumentar el desequilibrio interno. Para utilizar una máquina hay que ser una persona muy sensata. Como dijo algún sabio en algún momento de la historia, todo debe hacerse con moderación, y en el momento adecuado, añado yo. Ya habrá tiempo para utilizar las pantallas; no hace falta que lo hagan de pequeños en la escuela. No hay prisa por aprender a utilizar una máquina, básicamente porque es la cosa más sencilla de aprender, cada vez son más intuitivas y menos complicadas (no sea que tuviéramos que utilizar un poco el intelecto).

Ironías de la vida, es la misma IA que nos alerta de los peligros de introducir las pantallas a los más pequeños

Y todo esto no lo digo (solo) yo, lo dice la IA. Ironías de la vida, es la misma IA que nos alerta de los peligros de introducir las pantallas a los más pequeños. Que tengan que ser las máquinas que nos digan que, en cuanto a la tecnología (y a tantas otras cosas), no vamos por el buen camino, es el colmo del absurdo. ¿Y por qué la IA considera que introducir las pantallas en las escuelas es contraproducente y desventajoso para los niños que todavía se están formando física y mentalmente? Pues, en primer lugar, porque considera que las pantallas son una distracción y pueden reducir la concentración de los alumnos; es decir, es fácil que el niño se vaya a otros mundos de Dios, como las redes sociales, juegos o que acceda accidentalmente o intencionadamente a contenidos inapropiados si no hay un control adecuado (o que se lo salte porque dominan más la tecnología que sus padres o profesores). También arguye que el uso prolongado de las pantallas puede provocar problemas de salud, que van desde la fatiga visual, el dolor de cabeza, los trastornos del sueño, la falta de concentración en tareas complejas y los problemas de postura, que pueden derivar en dolor, rigidez en manos y dedos y hormigueo, hasta la dependencia a la tecnología, que puede derivar en una reducción de la habilidad de la escritura manual, de la memoria y del pensamiento crítico y en la enajenación mental. Relacionado con los temas de salud, en este caso psicológica, también menciona la reducción de la interacción social —el cara a cara de toda la vida—, que puede derivar en una carencia de habilidades sociales y colaborativas, en un narcisismo superlativo y en un fuerte retraimiento o aislamiento social. Casi nada.

Por otro lado, también considera que la implementación de la tecnología supone un coste muy elevado y que muchos profesores —como ya he insinuado más arriba— no están suficientemente formados para integrar la tecnología de manera efectiva y que esto puede suponer una reducción de la eficacia educativa (que es lo peor que podría pasarnos después de haber implementado la ESO en las escuelas). Finalmente argumenta, por un lado, que puede producir desigualdades, porque no todos los alumnos tienen los mismos recursos económicos y, por lo tanto, no tienen el mismo acceso a los dispositivos y a una conexión a internet de calidad, y por el otro, que deben tenerse en cuenta los problemas técnicos, que pueden hacer perder mucho tiempo en clase. Un lápiz nunca tienes que reiniciarlo, ni necesita electricidad para funcionar, como mucho tendrás que comprar otro porque se te ha gastado. Y no vale lo mismo que una tableta táctil o un móvil, os lo aseguro.

Los niños deben aburrirse; la creatividad aparece cuando te aburres. A un niño sobreestimulado nunca se le activará el área cerebral de la imaginación y de la creatividad. ¿Por qué no se les enseña primero a ser autosuficientes y responsables y después se les introduce la tecnología para que la utilicen con precaución y responsabilidad? Primero que sepan espabilarse solos, por si las máquinas fallan, para no ser adultos ultradependientes de la tecnología, para que sepan sobrevivir sin las máquinas y desconectarse de ellas de vez en cuando. ¿Qué queremos, adultos libres o adultos dependientes?