A horas de la cita entre el presidente Sánchez ―un mes en Moncloa y ni una rueda de prensa― y el president Torra parecen ir subiendo las expectativas, ese elemento tan volátil y explosivo que, en política, conviene gestionar con extremo cuidado si no se quiere que acabe estallando en las manos. Hace una semana las apuestas estaban en pronosticar una reunión protocolaria que serviría para, al menos, restablecer un mínimo cauce de comunicación institucional para empezar a trabajar. Hoy, tras el acercamiento de los presos y la confusa y revuelta negociación para sacar adelante el decreto para renovar RTVE, las expectativas se han disparado; algunos ya esperan incluso resultados concretos y avances significativos en transferencias, o incluso de cara a un hipotético referéndum pactado.

El gobierno español intentaba sacar el máximo beneficio político al acercamiento de los presos catalanes mientras intenta minimizar los costes. En Madrid lo vendía como un mero resultado legal, para quitarse de encima la presión inquisitorial de PP y Ciudadanos, mientras en Catalunya lo presentaba como un gesto político que debería definir el encuentro con la puesta en escena que Moncloa había diseñado para la cita. Moncloa apostaba claramente por ese tipo de cumbres políticas que bien podríamos denominar “modelo Tenorio”, consistentes en la recreación de una escena de amor como aquella del mítico balcón del Juan Tenorio de Zorrilla, donde todo se vuelven sublimes palabras y gestos efusivos.

Lo que iba a ser una reunión inspirada por el modelo Tenorio, hermosas palabras y gestos para iniciar el cortejo y el romance, ahora corre serio riesgo de acabar como Romeo y Julieta

Desde el Govern se había tratado de evidenciar la contradicción del gobierno central, recalcando que los acercamientos no suponían un gesto que mereciese respuesta política y que, en todo caso, estaríamos ante un gesto puramente administrativo que no confería más derecho que mejorar la cortesía de la cita. Si quería una escena a lo Tenorio, Pedro Sánchez iba a tener que mojarse más.

En esas estábamos cuando se cruzó por medio el desastre político de la negociación para renovar provisionalmente RTVE. Acuciado por la necesidad de evitar una estruendosa derrota parlamentaria, el PSOE ha admitido solemnizar lo obvio y reconocer que se hablará de aquello que ambos presidentes quieran, referéndum incluido. Acuciados por la necesidad de presentar algún resultado tras su apoyo a la moción de censura, a ERC le ha bastado con tal solemnización de lo obvio para dar a entender que se hablará del referéndum sin un no por anticipado.

El resultado final es una paradoja bastante frecuente en política y recurrente en el caso de Catalunya: todos parecen hablar de lo mismo pero en realidad están diciendo exactamente lo contrario. Lo que iba a ser una reunión inspirada por el modelo Tenorio, hermosas palabras y gestos para iniciar el cortejo y el romance, ahora corre serio riesgo de acabar como Romeo y Julieta: ambos se querían con locura, es cierto, pero se comunicaron fatal y se coordinaron aún peor