Rompiendo lo que era una tradición desde 1980, la Casa del Rey no ha aceptado la visita de cortesía de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, para comunicarle personalmente la elección por parte de la Cámara catalana del president de la Generalitat, Carles Puigdemont. Todo se ha sustanciado a través de una comunicación escrita en un signo evidente de malestar por la situación política existente en Catalunya por parte de la Jefatura del Estado. Es evidente que ha sido una descortesía y un error que debía haberse evitado. No es bueno que la figura del rey Felipe VI aparezca sometida al arbitrio del poder político y del gobierno de turno. Que ello suceda acaba afectando a la primera institución del Estado.

No fue ese el único gesto chocante durante la jornada. Como ha avanzado El Nacional, el Boletín Oficial del Estado (BOE) y el Diari Oficial de la Generalitat (DOGC) publicarán este martes los Reales Decretos de cese de Artur Mas como presidente de la Generalitat y de Carles Puigdemont como nuevo inquilino del Palau de la Generalitat, firmados por el Rey, Felipe VI, y por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Por primera vez, el Real Decreto de cese de un presidente de la Generalitat pierde el obligado agradecimiento a los servicios prestados. De hecho, la publicación de ceses en el BOE y en el DOG es un texto estandarizado que siempre finaliza con esa fórmula. Así sucede también en los decretos de cese de los presidentes de gobierno español. No ha habido distinción. Así se produjo en el caso del lehendakari Juan José Ibarretxe, que también lanzó un órdago al Estado o en casos en los que se podrían justificar menos, como el expresidente de la Comunidad Valenciana Francisco Camps, que dimitió envuelto en un caso de corrupción. A Ibarretxe y a Camps sí que se les agradeció los servicios prestados. Da que pensar.