El PSOE busca frenéticamente temas para polemizar con la derecha, a ser posible haciendo crecer a Vox, pues en el caso de que este se iguale con el PP, sería el único momento propicio para eliminar de la hoja de servicios la incontestable anomalía que los socios europeos pueden acabar recriminándole: ¿qué legitimidad puede tener un gobierno para seguir cuando no ha sido capaz ni siquiera de presentar presupuestos generales y que vive de las prórrogas de los que aprobaron otros? Si no ha convocado elecciones, y lo ha dicho expresamente, es porque sabe que los votos del PP y Vox sumarían una consistente mayoría. Ahora bien, el orden de los factores altera en este caso el producto, pues no es lo mismo que encabece el tándem Abascal o Feijóo. A la polarización extrema que consiga que el primer pase por delante del segundo llevan jugando desde hace meses los socialistas y tras escapárseles la jugada de Gaza, queda la siempre eficiente del aborto. Con reforma o sin ella, discutir sobre el tema polariza.

Por una ley del gobierno Zapatero, el aborto pasó de ser un delito exento de responsabilidad en ciertos supuestos a un derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Sin que el feminismo pareciera percatarse del modo en que así quedaba en la mujer su problema y el quebranto físico que supone la intervención que ha de practicársele para extraer el feto, el Tribunal Constitucional subrayó la adscripción de esa “libertad” femenina a su derecho a la integridad física, sin que nadie tampoco se preguntase por qué el feto sí, pero un riñón, no.

Tras escapársele la jugada de Gaza, al PSOE le queda la siempre eficiente del aborto

El gobierno sabe que en el tema no hay consenso dentro del PP, donde los liberales quizás apoyen la ley de plazos, pero donde, a pesar de Vox, todavía hay conservadores que no pueden comprender que el aborto se haya convertido en España en un fenómeno masivo sin precedentes ni comparación más que con la China de la persecución a las familias que tuvieran más de un hijo, algo, por cierto, que ya han desterrado. La única explicación posible, habida cuenta de la cantidad de métodos para evitar el embarazo, es que se haya convertido en un medio anticonceptivo más, con la consecuente y debida reflexión sobre el estado en que se encuentra la educación recibida por los jóvenes en la escuela y, sobre todo, en la familia.

Resulta incomprensible, sin embargo, que quienes critican la entrada de inmigrantes, muchos de los cuales, por cierto, por credo religioso no aceptan el aborto, no sean conscientes de la necesidad de políticas públicas que favorezcan una posibilidad real de que las mujeres decidan en libertad si su opción es acabar con la gestación. Si una mujer aborta porque su entorno social, su economía o su contexto afectivo le dan la espalda, entonces, podemos decir que no es libre. Por otra parte, cualquier persona progresista debería recordar que cifra la verdadera libertad de las personas en la igualdad de oportunidades. ¿Tendrían a su hijo las mujeres que, tras haber decidido abortar, supieran que el Estado iba a proteger a sus hijos como lo que son, la fuerza activa, la mayor y mejor inversión de futuro, el suyo y el de las pensiones de sus mayores? Y a esos hombres, progresistas o liberales, que apoyan sin fisuras el aborto, ¿les parece bien que en nada dependa de ellos un destino en el que pagarán una pensión al hijo o, por el contrario, no serán padres?

Pero no se dará ningún tipo de reflexión así. Nadie saldrá a hablar en positivo de la natalidad como la única esperanza para el Estado del bienestar. De hecho, más bien parece como si Occidente hubiera decidido suicidarse, que sean los que llegan quienes tienen a hijos, mientras los de aquí abortan en la misma proporción en que adoptan mascotas.

Si el gobierno consigue polarizar con este tema tanto como para soñar con unas eventuales elecciones de signo favorable, sin duda será porque el enfoque de quienes tenga enfrente es de reacción, no positivo. Ahora que ha visto la luz el nuevo disco de Rosalía, su enorme club de fans tal vez podría preguntarse qué piensa ella al respecto.