Stellantis afronta un escenario complejo marcado por el abandono de proyectos estratégicos y una reestructuración interna que evidencia la magnitud de los desafíos que enfrenta. Uno de los movimientos más significativos ha sido la renuncia al desarrollo de vehículos comerciales ligeros propulsados por hidrógeno. La compañía ha cancelado oficialmente la gama ‘Pro One’ y ha paralizado su implicación en la empresa especializada en pilas de combustible que compartía con otros socios industriales. El argumento es claro: se trata de un segmento de nicho sin perspectivas de rentabilidad a medio plazo.
El impacto directo de esta decisión incluye el fin de las inversiones previstas y la reorientación de los recursos de I+D hacia tecnologías más viables. El hidrógeno queda así fuera del plan industrial inmediato de Stellantis, que concentrará su ofensiva en turismos eléctricos y vehículos comerciales híbridos. En este sentido, lo destacable es la admisión explícita de que los elevados costes de capital, la limitada infraestructura de repostaje y la falta de incentivos han condicionado el abandono de esta vía tecnológica.
A estas dificultades se suma la preocupación por la evolución del mercado eléctrico. Las ventas de coches electrificados no alcanzan los objetivos fijados, y en el caso concreto de las furgonetas eléctricas, el desajuste entre previsiones y realidad es aún mayor. La situación ha llevado a la dirección europea del grupo a advertir de posibles cierres de fábricas si no se revierte la tendencia negativa en el corto plazo.
Una retirada millonaria en China y problemas heredados
En paralelo, Stellantis ha dado por terminada su aventura industrial en China con el cierre definitivo de la sociedad GAC-FCA. Tras más de una década de actividad conjunta con un socio local, la empresa ha sido disuelta formalmente tras no lograr consolidarse en el mercado asiático. El proyecto, que supuso una inversión superior a los 2.000 millones de euros, se ha saldado con unas pérdidas estimadas en cerca de 1.000 millones.
Este repliegue en Asia se produce tras años de caídas constantes en las ventas, especialmente a partir de 2018. En su último año operativo, apenas se matricularon 20.000 unidades, una cifra insignificante en un mercado que supera los 25 millones de vehículos anuales. La imposibilidad de vender activos y recuperar parte del capital ha forzado la liquidación total de las operaciones.
Por otro lado, Stellantis continúa lidiando con los efectos de múltiples averías técnicas en motores tanto de gasolina como diésel. Los problemas de fiabilidad en los propulsores PureTech, junto con los fallos mecánicos en la cadena de distribución y sistemas de tratamiento de emisiones en los diésel, han exigido campañas de revisión a gran escala y extensiones de garantía, afectando de forma directa a la percepción de calidad.
En este contexto, el grupo debe enfrentar una revisión profunda de sus prioridades industriales, replantear sus inversiones y recuperar credibilidad tanto en el ámbito tecnológico como comercial. El ajuste estratégico en curso no solo responde a la presión del mercado, sino también a errores acumulados que han erosionado los márgenes y la confianza en varias de sus marcas clave.