Sorprende la poca presencia en las portadas de este jueves del auto del Tribunal Constitucional español donde la mayoría conservadora del ente justifica la decisión de prohibir el debate al Senado de la reforma del sistema de elección de los miembros del mismo TC. El auto, en tono chulesco, avisa al Congreso y al gobierno españoles que el TC puede "limitar la capacidad del legislador" y, de hecho, lo sitúa por encima del Legislativo, es decir, por encima de "la soberanía nacional [que] reside en el pueblo español", como dice el artículo 2 de la Constitución.
Se echa de menos a los propagandistas del concepto/burrada política y jurídica encapsulada en la expresión "golpe de Estado postmoderno", acuñada para degradar el procés independentista y que ahora podría aplicarse a los magistrados conservadores que firman el mencionado auto. Quizás lo ven como el manotazo del ahogado de este TC, su canto del cisne, porque dentro de pocos días el árbitro constitucional pasará a manos de una mayoría de color progresista, los representantes de la cual, en un voto particular unànime contra el auto, acusan al Constitucional de "injerencia" en la tarea del Legislativo y añaden que "desborda" los límites de la justicia constitucional, basada en el control de las leyes a posteriori" y convierte el TC en árbitro de los procesos legislativos, desnaturalizando los fundamentos de la democracia parlamentaria". A la vista del grosor argumental de los votos particulares, parece que valía la pena dedicar más portada a este último jaque de los reaccionarios del TC al legislativo y al ejecutivo españoles. Solo lo llevan La Vanguardia, ABC y, en un rincón, La Razón.
Virus de China
En los diarios, digamos más gubernamentales, pesa más en las portadas la expansión de la covid-19 en China y el miedo a que, otra vez, la confusión sanitaria de ese país se contagie al resto del mundo como en la pandemia de 2020. Hasta ahora, China ha aplicado una política de contención de infecciones muy dura,"Covid-zero", basada en prevenir la circulación del virus a cualquier precio: cuarentenas estrictas que aíslan el país, cierre de ciudades enteras, confinamientos crueles que han afectado a 300 millones de chinos, controles diarios estrictos, pasaportes sanitarios obligatorios....
Esta estrategia ha mostrado su torpeza frente a la variante Ómicron, uno de los virus más contagiosos de la Tierra. Detenerlo es difícil porque también lo transmiten pacientes asintomáticos. Al mismo tiempo, en un giro de 180 grados, China ha abandonado la mayoría de precauciones y ha dejado que Ómicron circule libremente con la esperanza que la menor patogenicidad —la capacidad para producir la enfermedad— haría el resto.
El cálculo ha resultado erróneo. El peligro de un virus, de hecho, no radica principalmente en su patogenicidad, sino en su capacidad de propagación. Ómicron es menos patógeno, sí, pero ha contagiado a un número colosal de personas en un país donde, desgraciadamente, se ha vacunado poco, mal y con una vacuna ineficaz. China nunca ha aprobado las vacunas de ARNm producidas en Occidente y la suya se basa en una técnica de los años 50. Encima, solo el 40% de los mayores de 80 años han recibido la tercera dosis, porque los recursos se gastaron en instalaciones de cuarentena, millones de pruebas y confinamientos gigantescos en lugar de vacunar a los más frágiles. Ahora, el sistema sanitario està cerca de colapsar.
El caos de la covid en China no es mala opción de portada, claro. Tiene repercusiones geopolíticas todavía incalculables. "Covid-zero" tenía que mostrar la superioridad china en el mundo. Tanto es así que el presidente Xi Jinping abrió el congreso del Partido Comunista glorificando este planteamiento fracasado y empujándolo. ¿Le pasará factura? Jinping y el PCCh han priorizado la política sobre la ciencia, al contrario que los países de Occidente que han salido adelante. El resultado —nunca lo sabremos a ciencia cierta— es un desastre con millones de muertos. A a los ciudadanos puedes contenerlos con represión y engañarlos con propaganda. A los virus, no.
