Los trabajadores del Museo del Louvre han convocado una huelga a partir del próximo 15 de diciembre, con posibilidad de prolongarla, para denunciar las precarias condiciones laborales, la falta de recursos y el estado deteriorado de diversas instalaciones del museo más visitado del mundo. La protesta, aprobada por unanimidad en asamblea general e impulsada por los sindicatos CGT, CFDT y Sud, llega en un momento especialmente tenso, marcado por una serie de incidencias recientes que han puesto en duda la gestión del centro. Además del robo de las joyas de la corona francesa sufrido en octubre, este domingo se supo que el 27 de noviembre una avería en unas tuberías —las cuales, según fuentes sindicales, ya se encontraban en mal estado— provocó una inundación en la biblioteca de antigüedades que dañó varios centenares de libros antiguos. Todo ello ha encendido las alarmas sobre el estado de conservación del museo
El director de La Tribune de l’Art, Didier Rykner, cifró en “unas 400 obras” las piezas afectadas por la inundación, algunas de las cuales estarían en un estado “irrecuperable”. El siniestro, revelado por la misma publicación especializada y confirmado por el canal BFMTV, ha generado una oleada de indignación entre los profesionales del patrimonio. El medio francés ha tenido acceso a fotografías de los daños y a un correo electrónico interno del Comité de Higiene, Seguridad y Condiciones de Trabajo (CHSCT), enviado al día siguiente de los hechos, en el que se advertía que “una válvula que alimentaba las tuberías sobre la documentación, que se sabía que estaban defectuosas, provocó una inundación importante de agua sucia que dañó gravemente obras y documentos y deterioró considerablemente los espacios de trabajo de nuestros compañeros”. Según este mismo relato, la moqueta quedó totalmente empapada, los despachos inutilizados, y solo la intervención rápida de los trabajadores evitó que el agua llegara a una caja eléctrica, lo que podría haber derivado en un accidente “grave”.
Rykner denunció que la inundación no ha sido ninguna sorpresa, ya que “desde hace años” el personal del departamento afectado había alertado de la necesidad urgente de fondos para proteger los libros en caso de una eventual rotura de las canalizaciones, “cuyo estado vetusto es bien conocido”. El 17 de noviembre, el museo ya había cerrado preventivamente un espacio de oficinas y una galería de antigüedades griegas situada justo debajo, tras detectar problemas de fragilidad estructural en varias vigas de la zona. Según Rykner, la precariedad de estas instalaciones contrasta de manera indignante con los gastos recientes en renovación de oficinas: 276.000 euros destinados, sobre todo, a la compra de mobiliario de diseño para los despachos de la presidenta y directora del Louvre, Laurence des Cars, de su administrador general y de otros miembros del equipo que trabajan en este mismo sector del museo.
Robo de película
Todo esto coincide con la polémica abierta por el espectacular robo que sacudió el museo el pasado 19 de octubre. Aquel día, un grupo organizado de ladrones accedió con una carretilla elevadora móvil a plena luz del día a la galería de Apolo, uno de los espacios más emblemáticos del Louvre, y sustrajo varias joyas de la corona de Francia expuestas en vitrinas. A pesar de que los cuatro miembros del comando han sido detenidos, las piezas robadas aún no se han podido recuperar. La semana que viene, el miércoles, el Senado francés acogerá la presentación de las conclusiones de la investigación administrativa abierta a raíz de los hechos, centrada en aclarar los posibles fallos en el dispositivo de seguridad del museo más visitado del mundo.
