A principios de marzo, y cuando ya había pasado una semana desde la invasión rusa de Ucrania, Chanel se sumó a la inmensa riada de empresas que abandonaban Rusia por la guerra. Las que no lo hacían, eran duramente criticadas y acababan accediendo, aunque solo fuera por  la presión del entorno. Por eso, anunciaron temporalmente el cierre de sus tiendas y también la suspensión de las compras por internet. Ahora, un mes más tarde, la reconocida casa de moda francesa, ha dado un paso más y ha restringido la venta de ropa, perfumes y otros productos de lujo a todos los clientes rusos, no solo aquellos que viven en Rusia. Esta decisión, que ha aplaudido la inmensa mayoría, ha provocado al mismo tiempo un gran disgusto entre las personas más acomodadas del país, que se han quedado sin poder adquirir este tipo de artículos preciados, ya que tienen prohibido lucirlos cuando vuelven a territorio ruso.

Lágrimas de ricas

En este contexto, las influencers (es decir, chicas con perfiles con muchos seguidores en las redes sociales donde normalmente comparten su día a día y también sus últimas compras) han decidido protestar, a su manera, contra la decisión de la maison: han cogido cuchillos, cutters, tijeras e incluso utensilios para poder y han destrozado sus bolsos de la marca francesa. "Ninguna prenda de ropa ni ninguna marca vale mi amor hacia la patria y el respeto por mí misma. Estoy en contra de la rusofobia y estoy en contra de las marcas que fomentan la rusofobia", proclama Marina Ermoshkina, justo antes de coger unas tijeras de podar y cortar la solapa de su bolso, el famoso modelo 2.55 de la marca. En el texto que acompaña el vídeo, escribe que "para las chicas rusas, la presencia de Chanel en nuestra vida no tiene ningún papel importante" pero asegura que es un gesto que no repetirá, ya que quiere venderse la resta para dar los beneficios a "las víctimas del Dombas". El bolso que ha roto está valorado en hasta 8.000 euros.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

A post shared by Marina Ermoshkina (@amazing_marina)

"Ahora, al comprar un bolso de Chanel, ya no lo puedo llevar en mi país. No necesito ni la marca ni el bolso", lamenta otra justo antes de romper con un cuchillo: "Adiós, Chanel". Víctoria Bonya, otra chica rusa con casi 10 millones de seguidores que vive en Montecarlo, imita en sus campañas: "Nunca he visto una marca actuar de manera tan irrespetuosa con sus clientes", escribe en la publicación, donde aparece recortando y tirando el bolso en la terraza de su mansión. Antes, también se queja de la rusofóbia de Chanel. En los comentarios, recibe los aplausos de otros jóvenes, pero también gente que le hace ver que su actitud es ridícula. Los suyos son algunos de los ejemplos de la revolución de las influencers.

 
 
 
 
View this post on Instragram
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

A post shared by VICTORIA BONYA (@victoriabonya)

 

Acusaciones de nazismo

Desde la casa de lujo defienden que esta decisión se enmarca en la nueva normativa que no permite la venta de productos de lujo de más de 300 euros, que representan la inmensa mayoría, a personas de nacionalidad rusa. Por eso, a partir de ahora se tendrá que demostrar que la persona que quiere comprar un artículo no es rusa. "Hemos lanzado un proceso para pedir a los clientes de los cuales no conocemos su lugar de residencia que confirmen que los artículos que se compran no se utilizarán en Rusia", han anunciado.

Esta decisión ya ha provocado a las críticas del Kremlin. La portavoz del ministerio de Exteriores, Maria Zajarova, lamenta que "los gestores del legado de la gran Coco Chanel han decidido unirse a la campaña rusófoba para cancelar Rusia". Por eso, la política no entiende que tiene que ver la campaña antifascista, que según ella está llevando a cabo al ejército en Ucrania, con esta casa de moda, recordando un hecho que es la grande mancha negra en la historia de la casa: durante la Segunda Guerra Mundial, Coco Chanel fue considerada colaboradora del Tercer Reich y del gobierno de Vichy.