El pasado del presidente ruso Vladímir Putin es igual de oscuro que su presente. A diferencia de otras guerras como la de Siria o el Yemen, esta interesa más, lamentablemente, desde el punto de vista mediático: se desarrolla dentro del continente europeo y tiene afectaciones directas en los países de la Unión Europea. Por eso, ante la saturación informativa, también irrumpe en escena la vida privada de Putin. Y entre estas derivadas, destaca un nombre propio: Vera Putina, asegura ser su madre biológica.

Periodistas asesinados

Putina, a sus 96 años, afirma que es su madre. Tuvo que abandonarlo cuando era pequeño fruto de la pobreza y el malestar que le causó a su segundo marido, un hombre que lo habría maltratado y que consiguió que Putin acabara expulsado de la familia, se lo sacó de encima. Putina vive actualmente en los suburbios de Georgia y los periodistas de investigación rusos no es la primera vez que hablan de este personaje. La supuesta madre ha detallado: "Mi hijo fue a la escuela en Georgia hasta el tercer grado. En Rusia repitió un par de cursos. Mi segundo marido no lo quería aquí. Tenía miedo de que lo tendría que mantener. Entonces lo llevé a Rusia y lo dejé allí con mi madre. Pero su abuelo lo derivó a un orfanato y después con una nueva familia. Nunca más lo había vuelto a ver pero me sorprendió y supe que era él cuando lo encontré en la televisión el año 1999 porque anda como un pato. Pero por descontado, soy su madre a pesar de todo. Y he recibido presiones para que su historia no salga a la luz. Dos periodistas que intentaron acceder para ampliar información murieron".

Sobre este aspecto, varios periodistas de investigación rusos conocen el tema desde hace años y aseguran que es muy delicado poder hablar. Anastasia Kirilenko, periodista especializada en su figura, asegura que "hay muchos aspectos sospechosos y no sería tan extraña esta historia".

Por su parte, el Kremlin asegura que la versión de Putina es falsa, pero varios periodistas se han visto implicados en accidentes mortales cuando intentaban entrevistarla. Es el caso del italiano Antonio Russo, asesinado mientras cubría la Guerra de Chechenia y que tenía previsto hablar. Una cosa similar pasó con el ruso Artyom Borovik, que murió en un accidente aéreo intentando llegar a Putina para hacer un documental. Aunque la versión de Putina no parece contrastada, se conocen muy pocos datos sobre la infancia de Putin, que como antiguo miembro del KGB, ha procurado mantener su pasado en secreto. Según la versión oficial, los padres de Putin lo tuvieron cuando los dos tenían más de 40 años, y murieron antes de que él llegara a la presidencia de Rusia. El matrimonio había tenido otros hijos antes que Putin, pero murieron.

Su profesora

Hay más perfiles que irrumpen en escena estos días. Destacan dos: Vera Dmitriyevna Gurevich, la profesora de aula de Putin de quinto a octavo de primaria, junto con el instructor y mentor de judo de Putin, Anatoliy Rakhlin. Este último ya está muerto. Gurevich recuerda que Putin era "muy ágil, inquieto, con una energía desbordante. No se podía sentar, miraba constantemente los blocs de notas de sus compañeros, a la izquierda, a la derecha y detrás, y sumergiéndose bajo su escritorio para coger un bolígrafo o un lápiz que dejaba caer todo el tiempo", compartió a sus memorias. Su amor por ella es inmenso y se evidencia en varias fotos y vídeos a lo largo de los años. "Cuando está con ella, el rostro del despiadado dictador ruso se ilumina y lo rodea una calidez poco vista", aseguran.

Su amante

Rebekah Koffler es una antigua oficial de la Agencia de Inteligencia de Defensa y actualmente analista de inteligencia estratégica en The Lindsey Group y concluye: "Tenemos alguna esperanza de detener la carnicería de Putin en Ucrania a través de Vera Gurevich, ella puede ser nuestra mejor apuesta. Si los Estados Unidos pueden llegar a ella de alguna manera, quizás podría volver a desviar a su antiguo alumno del camino equivocado como ya hizo cuando dejó los estudios para relacionarse con delincuents".

Una segunda línea que apunta el diario The Post es la amante de Putin, Alina Kabaeva. Esta exgimnasta de 38 años suma más de 64.000 firmas en contra de ella para que sea expulsada de Suiza a través de una petición popular. Koffler insiste: "La mejor oportunidad de Washington de parar a Putin es activar canales posteriores paralelos, comunicaciones informales, secretas y diplomáticas entre países que, cuando se esconden al público, permiten que una o ambas partes en un enfrentamiento salve la cara".