Un nuevo estudio revela que la huella de carbono de los primeros 15 meses de la guerra de Israel en Gaza superará las emisiones anuales de gases de efecto invernadero de más de 100 países. Según la investigación, compartida exclusivamente con The Guardian, el coste climático a largo plazo por la destrucción, limpieza y reconstrucción de Gaza podría llegar a los 31 millones de toneladas de CO₂ equivalente (tCO₂e), más que las emisiones combinadas de la 2023 de Costa Rica y Estonia. A pesar de eso, no hay ninguna obligación para que los estados informen de sus emisiones militares al organismo climático de la ONU.

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La desproporción en la capacidad militar entre Israel y Hamás queda patente en los datos: solo el 0,2% de las emisiones directas del conflicto provienen de los cohetes y combustible de Hamás (unos 3.000 tCO₂e), mientras que el 50% proviene del uso de armas y vehículos por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF). El estudio también destaca que casi el 30% de las emisiones fueron generadas por el envío de 50.000 toneladas de armas y equipo militar de EE.UU. en Israel, principalmente vía avión y barco.

Los autores del estudio, investigadores del Reino Unido y de Estados Unidos, argumentan que la guerra ha contribuido significativamente a la emergencia climática global, y que el coste ecológico de las acciones militares se tiene que incluir en los cálculos internacionales sobre el cambio climático. El estudio forma parte de un movimiento creciente que busca responsabilizar gobiernos y empresas por los daños ambientales derivados de guerras y ocupaciones, incluyendo la destrucción de tierras, fuentes de alimentos y agua, y los efectos de la reconstrucción posterior.

Impacto climático de la destrucción de Gaza

En total, se calcula que el impacto climático de la destrucción militar israelí en Gaza, así como de las acciones militares con otros países como Yemen, Irán y el Líbano, equivale a cargar 2.600 millones de teléfonos inteligentes o hacer funcionar 84 centrales eléctricas de gas durante un año. Solo la reconstrucción de Gaza —después de que Israel redujera buena parte del territorio a 60 millones de toneladas de escombros tóxicos— generará unos 29,4 millones de toneladas de CO₂, una cifra comparable a las emisiones anuales de Afganistán.

Además, se calcula que 1,89 millones de tCO₂e se han generado desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 hasta el alto el fuego temporal de enero de 2025, y más del 99% de estas emisiones son atribuibles a Israel. El 20% adicional corresponde al uso de aviones, tanques y la fabricación de armamento. Los generadores diésel, que ahora son la principal fuente de electricidad en Gaza después de la destrucción de las infraestructuras solares, han emitido unas 130.000 toneladas de gases contaminantes (7% del total del conflicto).

Repercusiones regionales con intercambios militares

El conflicto ha tenido repercusiones regionales, con intercambios militares que también han generado emisiones significativas. Los ataques entre Israel y los Hutíes de Yemen, por ejemplo, generaron 55 tCO₂e por los Hutís y 50 veces más por parte de Israel. Las acciones entre Israel e Irán generaron más de 5.000 tCO₂e, y en el Líbano, el 90% de las emisiones del conflicto son atribuibles a los bombardeos israelíes.

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Los investigadores alertan que la guerra no solo ha provocado una catástrofe humanitaria, sino que también agrava la crisis climática global. Los conflictos militares contribuyen masivamente a las emisiones globales, pero actualmente no se contabilizan adecuadamente. Este vacío de información impide una responsabilidad real y favorece la impunidad ambiental de los estados.

Según Hadeel Ikhmais, de la Autoridad Palestina de Calidad Ambiental, la guerra no solo mata personas, sino que también contamina el aire, el agua y el suelo, destruye infraestructuras y bloquea cualquier esfuerzo de adaptación climática. Sin una contabilización completa, dice, se perpetúa un agujero negro de responsabilidad medioambiental.