El Brexit parecía impensable y hoy ya es una realidad. Donald Trump no tenía que ser escogido presidente de los Estados Unidos y lo acabó siendo. Lo mismo con Jair Bolsonaro en Brasil. Este es el mensaje que ha querido enviar a Emmanuel Macron en los últimos instantes de la campaña de las presidenciales francesas. Lo extrema derecha, con Marine Le Pen, se encuentra ante su tercera bola de partido este domingo, y cada vez llega a la final más fuerte. Y el presidente llega desgastado por su quinquenio. Como la película Match Point de Woody Allen, habrá que ver de qué lado cae la pelota. La batalla europea se juega en Francia.

Hasta 48,7 millones de franceses están convocados a las urnas para escoger presidente o presidenta de la República hasta el 2027. Se tendrían que torcer mucho las cosas y equivocarse mucho todas las casas de encuestas. Ninguna ha pronosticado la victoria de Le Pen, mientras Macron ha ampliado el cojín de seguridad, con entre el 55% y el 57% de los votos. Pero también es cierto que las cifras quedan lejos de los resultados de hace cinco años, cuando el candidato de La República en Marcha (66%) casi duplicó los votos de la candidata del entonces Frente Nacional (34%). Y que la abstención y los indecisos añaden un elemento de incertidumbre.

La campaña ha estado marcada sobre todo por el malestar social. La pérdida de poder adquisitivo, consecuencia de la subida generalizada de precios, es hoy la principal preocupación de los franceses. Y es lo que ha permitido a la extrema derecha cabalgar y aumentar sus apoyos, pronunciando un discurso social que no pronunciaba el candidato a la reelección. No ha sido hasta la recta final de la campaña que, gracias a la habilidad en los debates de Macron, se ha podido colar las relaciones de Marine Le Pen con el Kremlin y Vladímir Putin.

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FOTO: Emmanuel Macron se ha desplegado especialmente en territorios mélenchonistas con gestos a la izquierda (EFE)

La clave la tendrán sobre todo los 7,7 millones de votantes de Jean-Luc Mélenchon, después de que él se limitara a pedir que ningún voto fuera a Le Pen pero evitara pedir el voto por Macron, a diferencia del resto de candidatos. En la consulta realizada por la Francia Insumisa a sus inscritos –votaron 215.000 personas–, el 37,6% se decantó por el voto en blanco, el 33,4% por Macron y el 29% por la abstención.

Por eso Emmanuel Macron ha evolucionado su mensaje. En la primera vuelta fue a por los votantes de la derecha moderada, que se ha acabado hundiendo por debajo del 5% y la ha obligado a pedir donaciones para sobrevivir. Ahora ha buscado un discurso más a la izquierda, con compromisos contra el cambio climático (duplicar el ritmo de reducción de emisiones) o contra la subida de precios (topar el precio del gas y la electricidad). Y ha hecho actos en territorios mélenchonistas, desde Marsella hasta Saint-Denis, en la banlieue de París. Sólo le ha faltado Amiens, su propia ciudad natal.

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FOTO: Marine Le Pen ha jugado la carta del poder adquisitivo y ha intentado vender una imagen de supuesta moderación (EFE)

En cambio, Marine Le Pen ha intentado culminar su giro de supuesta moderación, una renovación del discurso que empezó con su llegada a la presidencia del partido ahora hace una década. El discurso de Eric Zemmour la ha ayudado, aunque Le Pen mantenga las mismas medidas xenófobas. Es sintomático que, durante el gran debate de este miércoles, dejara claro que ya no quiere salir de la Unión Europea: "Si quisiera sacar a Francia de la UE, lo diría. Si no lo digo es porque no quiero".

Campaña a la contra

Con una gran bolsa de posibles abstencionistas e indecisos, los candidatos han buscado la movilización por rechazo del otro. Lo ha hecho Emmanuel Macron con el clásico "frente republicano" (cordón sanitario) contra la extrema derecha, que ha sumado a los partidos tradicionales (desde el Partido Socialista hasta los Republicanos) y también a líderes internacionales como el expresidente brasileño Lula da Silva o dirigentes europeos como Pedro Sánchez, Olaf Scholz y António Costa. En la otra banda, Marine Le Pen ha pedido la formación de un frente "anti-Macron", que vaya de derecha a izquierda, todos aquellos que no votaron por el presidente en la primera vuelta. Hay también dos proyectos contrapuestos en juego.

Esta es la tercera bola de partido de la extrema derecha en Francia, y todas las consecuencias que tendría para Europa. La primera y la segunda, en 2002 y en 2017, fueron un desfile de Jacques Chirac y Emmanuel Macron. Hoy las cosas no serán tan fáciles, cuando uno de cada tres votantes franceses ya tienen la ultraderecha como primera opción en las urnas. Y cuando el inquilino de lo Elíseo acumula el desgaste del ejercicio de un poder tan personalista como la Presidencia de la República Francesa.

No acaba hoy

El ciclo electoral en Francia no acaba este domingo por la noche. Durante la primera mitad de junio tendrán lugar las elecciones legislativas para escoger una nueva Asamblea Nacional. Parece difícil que Emmanuel Macron repita la mayoría presidencial que obtuvo en 2017, fruto de la ola de renovación que representaba entonces su proyecto. En caso de que no haya mayoría, podría desembocar en un escenario de cohabitación. Jean-Luc Mélenchon ya está haciendo campaña para ser el próximo primer ministro.