Miedo, rabia y esperanza. Son los sentimientos más recurrentes entre la comunidad bielorrusa residente en Catalunya. Todos los entrevistados por la ACN coinciden: sus compatriotas están "más unidos que nunca" para derribar el régimen de Aleksandr Lukashenko y deshacerse, 26 años después, del epíteto de "última dictadura de Europa". Algunos, como Pavel Kirylionak, residente en Barcelona desde hace 12 años, huyeron como exiliados políticos para denunciar el fraude electoral igual que lo hace ahora la gente a su país. "Después de una manifestación fui detenido y pasé diez días en la prisión", explica Kirylionak, quién entonces tenía 18 años. "Puedo confirmar las historias de torturas porque pasé lo mismo. Antes éramos decenas, ahora son miles.

Kirylionak, quien trabaja como guía turístico, recuerda sufrir palizas durante su detención. "Cuánto te están pegando con una porra de goma durante horas, eso ya es una tortura. Hay gente a quien siguen pegando después de perder el conocimiento. No sé cómo es posible", se lamenta, emocionado. Añade: "Constantemente te tratan como un animal. En una celda para dos personas, de dos por tres metros, meten a 20 o 25 personas. La gente está de pie y no se puede sentar. Algunos tienen las piernas rotas. La ventana está cerrada y no entra aire durante horas y horas".

Según los datos más recientes de IDESCAT, en Catalunya viven 1.823 bielorrusos (o belarusos, gentilicio de Belarús, denominación que los entrevistados prefieren para su país). La cifra sólo supone el 0,16% del total de población extranjera, pero esta ha crecido de manera exponencial desde el primer registro, el año 2000, cuando sólo constaban 67 bielorrusos residentes en Catalunya.

Plan|Plano medio de Pavel Kirylionak, exiliado bielorruso en Catalunya acn

Pavel Kirylionak, exiliado bielorruso en Catalunya / ACN

Desde que sería escogido primer presidente de la República de Belarús en 1994, tres años después de la desmembración de la Unión Soviética, Lukaixenko ha encadenado seis victorias electorales que las Naciones Unidas ha calificado de fraudulentas. El pasado 9 de agosto, cuando los resultados provisionales de unos nuevos comicios le auguraban un 80% de los votos, la indignación estalló. Las fuerzas de seguridad respondieron con violencia, y la indignación creció todavía más, encendiendo así las protestas más masivas que se recuerdan.

"Veo que la gente está más junta que nunca. Es un movimiento muy fuerte que no hemos visto nunca antes". Son palabras de Katsiaryna Hubchyk, quien hace siete años que vive en El Vendrell. A pesar de estudiar periodismo a la universidad, asegura que se dio cuenta de que la falta de libertad de expresión en su país le imposibilitaba muy pronto ejercer la profesión. Igual les pasa a muchos compatriotas, la situación a su país le resulta agridulce: a pesar de estar "esperanzada", ver las imágenes de violencia policial contra gente joven "le rompe el corazón". Una parte de ella querría estar allí, pero sabe que si va con sus tres hijos (los cuales tienen nacionalidad belarusa) el mayor se arriesga a ser detenido y obligado a hacer al servicio militar.

Natallia Zhukouskaya vive en Mataró y hace 19 años que se trasladó a Catalunya, desde donde sigue ávidamente la actualidad de su país. Explica que el hijo de una amiga estuvo detenido dos días, durante los cuales nadie le comunicó que se encontraba bajo custodia policial. Con decenas de desaparecidos, su amiga se temió lo peor. Después de buscarlo por todos los hospitales, recibió una llamada diciéndole que su hijo estaba en la comisaría. Fue liberado con cargos, que considera fabricados, y tendrá que ir a juicio. Pero Zhukouskaya espera que el régimen sea derribado antes y nunca se celebre. "No pueden encarcelar a todo el mundo", dice.

Viendo las imágenes de brutalidad policial, Zhukouskaya asegura que le vino a la cabeza el referéndum del 1 de octubre, pero pronto vio que los cuerpos de seguridad belarussos estaban dispuestos a ir más allá. "Es mucho peor. Muy violento (...) Hay muchas imágenes y testimonios de brutalidad policial difícil de creer", explica.

Ulyana Kirychok vive en Lloret de Mar, estudia Bachillerato y lleva la mayor parte de su vida a Catalunya. Su padre era muy activo políticamente y por eso se tuvo que marchar: "Mis padres iban a manifestaciones y yo me quedaba con los abuelos. Te podían matar o hacer desaparecer, que es lo que hacen ahora: más de 80 personas desaparecidas." Kirychok explica que uno de sus miedos es que la gente se rinda y deje de protestar "como si nada hubiera pasado".

Este domingo a las seis de la tarde hay una cadena humana convocada a Barcelona, en la plaza de la catedral, "en solidaridad con el pueblo de Belarús". Kirychock explica que, a pesar de no vivir en Belarús, siente que puede ayudar a la gente que protesta desde la distancia. También la reconforta que sus amigos le pregunten por la situación a su país, pero como el interés cada vez va a más ha optado por preparar un mensaje resumiendo la situación y copiarlo y engancharlo cada vez que alguien le pide por Belarús.