Westminster es un polvorín. Las últimas jornadas en el parlamento del Reino Unido han puesto en evidencia la fragilidad del Partido Conservador y el Gobierno británico, en una espiral de reproches, puñaladas por la espalda, cartas de dimisión, rebeliones en votaciones parlamentarias e incluso trifulcas físicas que se están investigando. Aunque de momento todo son especulaciones, los medios locales aseguran que tiene los días contados. La mayoría de analistas coinciden en que, como mucho, Truss se podría mantener al frente del Ejecutivo hasta el 31 de octubre, el tiempo justo y necesario para que el nuevo ministro de finanzas coja las riendas de los presupuestos y revierta las políticas de la premier para hacer frente a una de las peores crisis del coste de vida que el país ha vivido nunca. Con todo, la primera ministra podría no celebrar Halloween en Downing Street. Y es que, a cada hora que pasa, incrementa la presión de los suyos y de la oposición para que deje el cargo. A pesar del malestar generalizado, de momento no parece que los conservadores tengan un plan para echar a Truss y reemplazarla, pero el comité que controla el gobierno del partido se ha reunido este jueves para analizar la situación. Según The Times, el presidente del comité ya habría recibido 54 cartas de los diputados pidiendo la dimisión de la dirigente.

Liz Truss, contra las cuerdas

El Reino Unido se ha instalado en una crisis de gobierno permanente desde la salida del ex primer ministro Boris Johnson, que en este momento se encuentra de vacaciones en el Caribe. Decenas de diputados conservadores, algunos veteranos y que habían dado apoyo a Truss, no se han mordido la lengua a la hora de opinar sobre la derrota de su partido y exigir la cabeza de la líder. Con la reputación a ras del suelo, es difícil de imaginar cómo podría salir adelante, y algunos miembros del Partido Conservador le dan "12 horas para revertir la situación". El incidente más sonado de las últimas horas ha sido una supuesta trifulca física desatada en las puertas de una votación en la cámara de los comunes, en la cual unos 40 diputados conservadores se han rebelado contra el gobierno, y se lo habrían tomado como una cuestión de confianza a la dirigente. Ahora, docenas de parlamentarios se enfrentan las consecuencias de esta acción, que podrían ascender a la expulsión.

Los tories llegan a las manos

De acuerdo con el testimonio del diputado laborista Chris Bryant, algunos miembros del Partido Conservador fueron "empujados" y "asediados" en los pasillos mientras esperaban para votar. En declaraciones para Sky News, el diputado ha descrito la escena caótica: "Había un grupo de diputados conservadores que no estaban del todo seguros sobre si se les permitía votar a favor de la moción del Partido Laborista a consecuencia de lo que se había dicho a la Cámara sobre si era un voto libre o un voto de confianza. Había un grupo –incluidos varios ministros del gabinete– que básicamente los gritaban. Al menos un miembro fue estirado físicamente por la puerta", ha asegurado. Por su parte, el presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, ha anunciado la apertura de una investigación para aclarar los hechos. Ved la tensión en el parlamento británico: