La escalada militar entre Irán e Israel ha convertido la vida cotidiana de millones de personas en un infierno, y la gran cobertura de la guerra, de los ataques y de los comentarios de los líderes mundiales tapan la realidad más cruda: los millares de hombres, mujeres y niños que viven en el profundo sufrimiento fruto de las decisiones militares. Bajo las estrategias diplomáticas y los discursos políticos, la población civil de ambos países sufre el miedo, la incertidumbre y la destrucción derivados de una guerra que, por primera vez en décadas, ha entrado de lleno en las grandes ciudades de los dos estados.
El episodio informativo del pódcast “One Thing” de CNN, conducido por David Rind y con las periodistas Clarissa Ward (desde Israel) y Nick Paton Walsh (especialista en seguridad internacional), nos acerca esta realidad silenciada narrando a los testigos de las dos bandas del reciente conflicto en el Oriente Próximo. Los cielos de Israel y de Irán se han teñido de rojo en la última semana; en Tel Aviv, el sonido de las sirenas corta el aire y obliga a buscar refugio constantemente, mientras en Teherán, las explosiones iluminan la noche y las carreteras se llenan de familias huyendo. El sufrimiento no entiende de política, pero la manera como los ciudadanos viven el conflicto es diferente a cada lado: en Israel, la mayoría da apoyo a la ofensiva militar, convencidos de que se trata de una cuestión de supervivencia nacional y, a pesar del miedo, quieren que se alcancen los objetivos de la operación. En cambio, en Irán, muchos civiles se sienten atrapados entre la presión de un régimen que no aprecian especialmente y el terror por los bombardeos, viviendo en un estado de pánico y confusión, sin opciones claras ni voz propia en medio de la lluvia de misiles.
🇮🇷🇮🇱‼️ | IMPRESIONANTE — Un bombard3o cae en estudio de La televisión estatal de Irán, en plena transmisión en vivo.
— tendenciapopular.ec (@tendenciap_ec) June 17, 2025
La imagen muestra a la presentadora huir tras el impacto sobre el edificio estatal. pic.twitter.com/MSDqGtXxQN
Un Israel convencido, pero agitado y desigual, y un Irán caótico
En Israel, la rutina se ha visto completamente alterada: las sirenas de alerta suenan varias veces al día, interrumpiendo cualquier actividad, desde conversaciones telefónicas hasta el trabajo o el descanso. Cuando suena la alarma, todo el mundo tiene 90 segundos para llegar a un refugio, y la tecnología se ha adaptado para garantizar que nadie pueda ignorar el aviso: todos los teléfonos reciben automáticamente el mensaje de emergencia, y los hoteles avisan por megafonía para que los huéspedes se preparen para protegerse. Las escenas de destrucción son inéditas para la mayoría de israelíes: casas derribadas, coches chafados, calles cubiertas de escombros y víctimas civiles. “Es una realidad que hasta ahora solo habíamos visto en Gaza o en el Líbano”, explica Clarissa Ward desde Tel Aviv. La angustia es palpable, pero también lo es el apoyo mayoritario a la ofensiva militar, que se percibe como una cuestión de supervivencia nacional. No obstante, la protección en Israel no llega a todo el mundo por igual. En localidades árabes-israelíes como Tamra, la falta de refugios homologados ha provocado más víctimas mortales —como cuatro mujeres de una misma familia, la más joven de solo trece años, que Ward cita como trágico ejemplo. El sentimiento de abandono por parte de las autoridades es generalizado entre la población árabe, que denuncia que su seguridad no recibe la misma atención que la de las comunidades judías.

En Irán, la situación es igualmente dramática. Los ataques israelíes han causado explosiones masivas, especialmente en el noroeste de Teherán. Las escuelas se han convertido en refugios improvisados, y las carreteras de acceso a la ciudad se llenan de coches de familias que intentan huir para buscar seguridad. “Solo había visto esta destrucción en las películas”, dice un ciudadano iraní, conmocionado después de un ataque próximo. Según los testigos recogidos por Claissa Ward, el miedo es transversal e independiente de la postura política: muchos iraníes que no dan apoyo al régimen se encuentran atrapados entre el rechazo a la autoridad y el terror a los bombardeos. La prioridad para todo el mundo es la seguridad: proteger los seres amados, conseguir alimentos, agua y gasolina, y encontrar un lugar donde sentirse mínimamente seguros. “La política y la geopolítica pasan a segundo plano: la gente solo quiere sobrevivir”, resume Ward.

La conmoción de la guerra ante el recuerdo inmediato de paz
Tanto en Israel como en Irán, la vida bajo las bombas implica ansiedad constante, interrupción de la rutina y una sensación de indefensión. Las familias duermen vestidas y cerca de los refugios, los niños sufren estrés y miedo y la información fiable escasea. Muchos ciudadanos dependen de las redes sociales o de contactos en el extranjero para entender qué está pasando realmente, y la solidaridad entre vecinos y familiares se vuelve fundamental para afrontar la crisis. En Israel, la sociedad se organiza para ayudar a las personas más vulnerables a llegar a los refugios; en Irán, muchos comparten recursos y alojamiento con quien huye de las zonas más castigadas. Ambas sociedades viven pendientes de una escalada todavía mayor y temen que la situación se alargue. El impacto psicológico y material de la guerra marcará seguro a las generaciones jóvenes de dos países que hacía más de treinta años que vivían en paz —cuanto menos internamiento, nos recuerda Ward—, y que ahora viven la mayor sensación de inseguridad que recuerdan.