Los primeros sondeos a pie de urna dan al candidato opositor Lee Jae-myung una clara victoria a las elecciones de Corea del Sur con un 51,7% ante el aspirante conservador Kim Moon-soo (39,3%), exministro y aliado del presidente Yoon Suk-yeol, que provocó una crisis nacional por intentar declarar la ley.

Lee ha prometido "cerrar la era del enfrentamiento" y reconstruir la legitimidad institucional del país. Sin embargo, su candidatura continúa condicionada por la reapertura de un juicio por presunta violación de la ley electoral, cuya decisión podría llegar durante su mandato y plantear un dilema constitucional sobre la inmunidad presidencial.

El perfil de Lee Jae-myung

Lee, un exabogado de derechos humanos de 61 años, ha sido elegido presidente de Corea del Sur después de dos intentos fallidos previos. Su victoria se ha producido en un contexto de profunda crisis política y económica, desencadenada después de que el presidente saliente, Yoon, declarara —y rápidamente retirara— la ley marcial en diciembre. Este acto provocó una ola de indignación popular y culminó con su destitución para el tribunal constitucional en abril. La elección presidencial anticipada ha sido vista por muchos surcoreanos como una prueba de la vitalidad democrática del país.

Lee supo capitalizar el descontento generalizado con el establishment, especialmente con la figura de Yoon y su legado. En campaña, Lee presentó las elecciones como una oportunidad para "salvar Corea del Sur" de una crisis institucional y social. Sin embargo, el nuevo presidente hereda un país dividido y afronta retos importantes como una economía en recesión, el aumento de la desigualdad, la incertidumbre geopolítica derivada de la presidencia de Donald Trump en los EEUU y las tensiones con Corea del Norte.

Su contrincante, Kim, exministro de Trabajo del gobierno de Yoon y representante del partido conservador Poder Popular, no consiguió convencer a los votantes moderados. Las divisiones internas dentro de su partido y la relación con el legado de Yoon dificultaron su campaña. Durante los actos finales, Kim alertó de que Lee podría hacer un uso autoritario del poder, estableciendo una dictadura y blindándose judicialmente aprovechando la mayoría de su partido en el parlamento. Incluso, lo comparó con Hitler.

Reformador radical

Lee, por su parte, ha intentado proyectar una imagen más moderada hacia el final de la campaña. A pesar de su reputación de reformador radical y su voluntad de desafiar el conservadurismo institucional, ha prometido ser pragmático en política exterior. Ha confirmado su compromiso con la alianza con los EEUU y la cooperación con el Japón, manteniendo líneas clave de la política exterior anterior. No obstante, busca distanciarse del enfoque beligerante de Yoon con respecto a Corea del Norte y aspira a reanudar el diálogo con Pyongyang, a pesar de reconocer las dificultades en hacerlo de manera inmediata.

El mandato de Lee, que empieza sin periodo de transición, estará marcado también por los casos judiciales que tiene pendientes. Se enfrenta a cargos por soborno y por su supuesta implicación en un escándalo inmobiliario. Los tribunales han aplazado las audiencias hasta después de las elecciones, hecho que le ha permitido concurrir. Lee niega todas las acusaciones y asegura que se trata de una persecución política.

La participación electoral ha sido muy alta, llegando al 77,8% antes del cierre de las urnas, con una gran afluencia también a la votación anticipada. Eso refleja la movilización ciudadana en un momento clave para el futuro del país, marcado por la polarización social y política. Lee tendrá que actuar con determinación para estabilizar la situación interna, restablecer la confianza institucional y reconducir una economía en dificultades, todo mientras gestiona la presión judicial y la tensión con Corea del Norte.