En plena escalada militar y diplomática, Vladímir Putin ha anunciado este domingo que Rusia ha realizado con éxito la prueba del Burevestnik, un misil de crucero con propulsión nuclear capaz de volar durante horas y esquivar sistemas de defensa. La noticia llega justo después de que el Kremlin haya vuelto a golpear Kyiv con uno de sus bombardeos más letales de las últimas semanas. El mandatario ruso destacó que el arma, aun en desarrollo, está impulsada por un motor nuclear y puede transportar una ojiva atómica. Según expertos en control de armas, el Burevestnik ha sido calificado de un “Chernóbil volador”, ya que utiliza un pequeño reactor como fuente de energía y podría emitir restos radiactivos a lo largo de su trayecto, dependiendo del diseño y del combustible utilizado. Esta combinación de alcance ilimitado y riesgo ambiental lo convierte en uno de los proyectos más controvertidos del programa armamentístico ruso.
El presidente ruso ha subrayado que el arma “no tiene equivalente en el mundo” y ha ordenado preparar la infraestructura necesaria para su despliegue. Según Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor ruso, el proyectil estuvo en el aire durante 15 horas y recorrió 14.000 kilómetros, demostrando una gran capacidad para evitar sistemas antiaéreos.
El anuncio coincide con un momento de máxima tensión con Estados Unidos: la semana pasada se rompió una posible cumbre entre Putin y Donald Trump, y Washington ha impuesto sanciones contra dos de las principales petroleras rusas, uno de los movimientos más contundentes del nuevo gobierno estadounidense hacia Moscú.
El mismo emisario especial de Putin, Kirill Dmitriev, ha confirmado que informó a la administración Trump de los resultados de la prueba durante una visita reciente a EE.UU., así como de la situación en el frente ucraniano. Paralelamente, Rusia ha llevado a cabo maniobras estratégicas con sus fuerzas nucleares bajo la supervisión directa del presidente.
La guerra no se detiene
Durante el fin de semana, los sistemas antiaéreos rusos repelieron varios ataques con drones sobre la capital. Según el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, decenas de aparatos fueron abatidos, pero los fragmentos obligaron a restringir temporalmente la actividad en dos aeropuertos. En la región fronteriza de Bélgorod, seis civiles resultaron heridos por bombardeos ucranianos.
Mientras tanto, Ucrania ha vivido otra noche de horror. Más de cien drones rusos impactaron sobre varios distritos de Kyiv, destruyendo bloques residenciales y provocando al menos tres muertos, entre ellos una madre y su hija de 19 años. Una treintena de personas resultaron heridas, siete de las cuales son niños. “Cada ataque ruso es un intento de destruir nuestra vida cotidiana”, denunció el presidente Volodímir Zelenski, que ha vuelto a reclamar más sistemas antiaéreos Patriot a sus aliados. Los bombardeos también causaron incendios en edificios de hasta dieciséis plantas y obligaron a los servicios de emergencia a rescatar a varias familias atrapadas. “Tuvimos que bajar por el balcón con una escalera de bomberos. Casi nos ahogamos por el humo”, explicaba una vecina a los medios locales y recoge la CNN.
Escenario diplomático congelado
Los intentos de Trump por reactivar las conversaciones de paz con Rusia se han visto frustrados. Después de una llamada con Putin la semana pasada, el expresidente había anunciado una cumbre en Budapest, pero finalmente la canceló, asegurando que “no parecía el momento adecuado”. Desde Moscú, el Kremlin ha minimizado la cancelación, aunque Putin ha evitado pronunciarse directamente. Trump, en declaraciones a los periodistas durante su viaje a Asia, reconoció sentirse “decepcionado” con la falta de avances, pero insistió en que no volverá a sentarse con el líder ruso hasta que no haya “posibilidades reales de un acuerdo”. Con el Burevestnik como nuevo símbolo de potencia militar, Rusia pretende mostrar al mundo que sigue teniendo capacidad para desafiar tanto la tecnología occidental como las sanciones económicas. Pero mientras Moscú presume de poder nuclear, la paz sigue más lejos que nunca.
