El adiós de Mike Waltz de la Casa Blanca ha catapultado a Marco Rubio como una de las figuras de más confianza del presidente Donald Trump. Con la marcha de Waltz, que ha sido nombrado embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, Rubio ha asumido provisionalmente el cargo de asesor de Seguridad Nacional, sumándolo a sus responsabilidades como secretario de Estado. Esta acumulación de funciones recuerda a la época de Henry Kissinger, el último en ocupar ambos cargos simultáneamente hace cincuenta años. Según informa NBC News, Rubio también continúa como administrador en funciones de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y archivista en funciones de la Administración Nacional de Archivos y Registros. Esta concentración de poder refleja la confianza creciente de Trump en Rubio, a pesar de sus discrepancias pasadas.

En este sentido, el ascenso de Rubio coincide con una estrategia para adaptarse al entorno de Trump, que no descarta mantenerlo en los dos cargos de manera indefinida. El político de ascendencia cubana ha modificado algunas de sus posiciones en política exterior y ha intensificado su presencia en los círculos próximos al presidente, según varios funcionarios de la administración en declaraciones a los medios norteamericanos. Esta aproximación ha sido percibida como un esfuerzo para consolidar su influencia dentro del gobierno. Ahora bien, sus primeras semanas como secretario de Estado seguían una tendencia preocupante para el miembro republicano.

En América Latina, en su primer viaje fuera de Estados Unidos desde que se convirtió en el máximo diplomático del país, Rubio fue sorprendido por dos decisiones políticas ejecutadas desde Washington: cambios drásticos en la ayuda exterior y el apoyo público de Trump para convertir la Franja de Gaza en una Riviera del Oriente Medio La inestabilidad de Trump ha preocupado al nuevo asesor de Seguridad Nacional, que desde entonces ha ideado una estrategia para lidiar con los vaivenes del presidente. Rubio ha adaptado sus posiciones de política exterior que chocaban con la perspectiva del magnate y se ha acercado al entorno conocido como MAGA —Make America Great Again—, el ala más radical del Partido Republicano. De hecho, el secretario de Estado asistió a una cena organizada por los fieles de Trump, así como a un acontecimiento organizado por una poderosa organización activista pro-Trump.

El Signalgate erosiona la Casa Blanca

La destitución de Waltz se ha producido después de un incidente en que añadió por error a un periodista a un chat de Signal donde se discutían planes militares sensibles sobre Yemen. Este episodio, conocido como Signalgate, ha generado críticas y preocupaciones sobre la seguridad de las comunicaciones dentro de la administración Trump. Sin embargo, el presidente ha elogiado públicamente a Waltz y ha destacado su contribución a la Seguridad Nacional. Ahora, con Rubio al frente de múltiples departamentos, se espera que su influencia en la política exterior de Estados Unidos aumente significativamente. Además, a ojos de su partido, su experiencia previa como senador y miembro de los comités de Relaciones Exteriores e Inteligencia del Senado le proporciona una base sólida para afrontar los retos globales actuales.

Este movimiento refleja también la tendencia de Trump a confiar en figuras leales y con una visión alineada con su agenda política. Las voces discordantes son castigadas en la Casa Blanca, como ya ha quedado demostrado en múltiples ocasiones durante los dos mandatos del magnate republicano. En el equipo de Trump no hay sitio para las disonancias ideológicas ni para los matices diplomáticos que puedan restar fuerza a su discurso, a menudo contundente y sin filtros. En este contexto, la consolidación de poder en manos de Rubio podría tener importantes implicaciones para la dirección de la política exterior norteamericana en los próximos años, tanto por su acceso privilegiado al despacho oval como por el hecho de asumir responsabilidades simultáneas en ámbitos estratégicos como la diplomacia y la seguridad. Esta acumulación de cargos puede permitir a Rubio diseñar una arquitectura de política exterior mucho más cohesionada y centralizada, alineándose con las líneas maestras del trumpismo en materias como la inmigración, el aislacionismo económico o el apoyo incondicional a Israel.