Un día una empresa danesa envía un fax buscando vinos ecológicos para exportarlos a los países nórdicos y, por mucho que sorprenda, años después un autobús ecológico de TMB se pasea por Barcelona afirmando que entre aquel vehículo y un vino DO Penedès no hay demasiadas diferencias. Entre una cosa y la otra han pasado más de cuarenta años, pero si dicen que el vuelo de una mariposa en el Amazonas es capaz de provocar un huracán en Australia, también es lógico afirmar que lo que hizo Josep Maria Albet a partir de aquel fax y el hecho que la DO Penedès se haya propuesto elaborar exclusivamente vinos ecológicos el año 2025 guarda relación, por eso el vino espumoso del cual hoy hablaremos se llama Efecte: porque parece que no, pero hay acciones que cambian el mundo. También dentro del mundo del vino.

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Josep Maria Albet, alma mater de la bodega Albet i Noya pionera en viticultura ecológica.

La osadía de ser pioneros

La historia es cierta y el alma mater de la bodega Albet i Noya, de Sant Pau d'Ordal, la recuerda a la perfección: era el año 1978 y la Denominación de Origen Penedès no elaboraba vinos ecológicos, por lo tanto no podían responder afirmativamente a la petición de exportación de unos daneses que querían vinos respetuosos con el medio ambiente. Fue entonces cuando desde el Consejo Regulador le sugirieron a Josep Maria Albet i Noya –en aquellos días representante de Unió de Pagesos al Penedès- si se veía con ánimos de afrontar aquel reto considerado una "cosa de hippys". Después de decir que sí, se puso en contacto con la Asociación Vida Sana y empezó a investigar los mecanismos de control para elaborar vinos ecológicos, a pesar del escepticismo del entorno.

¿Vinos ecológicos? ¿Agricultura biodinámica? ¿Respeto por la planta? En aquel Penedès de 1978, estos conceptos eran tan complicados de entender como de imaginar que el Barça algún día tendría cinco Copas de Europa en las vitrinas y que Cruyff sería mejor entrenador que jugador, pero Albet no desistió. Organizó varios grupos de agricultura ecológica y se puso en contacto, incluso, con Kjell Arman, exconsejero de agricultura del gobierno sueco. De aquellos aprendizajes, Albet se la jugó aplicando aquellas nuevas técnicas en una finca familiar de tempranillo y, en efecto, pasó lo que nadie confiaba de que pasara: el vino resultante se vendió de maravilla a Dinamarca, cosa que animó a seguir avanzando en aquel camino.

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La familia Albet i Noya en la finca de Can Vendrell.

De la alquimia a la realidad

A pesar de los malos augurios de los campesinos más escépticos, con el paso de los años se vio cómo era de beneficioso para el medio ambiente y la biodiversidad dejar de trabajar con insecticidas, herbicidas y pesticidas de origen quimiosintético. Las formas de cultivo heredadas de la agricultura tradicional –dado que en el cultivo biológico sólo se acepta la utilización de abonos verdes, orgánicos y compuestos que mantienen el equilibrio de la cepa– dieron como resultado una uva más sana, sin residuos y sin alterar los componentes aromáticos del fruto, el gusto o la textura natural. En poco más de cinco años pasaron de vender 5000 botellas a vender más de 45.000, aunque las grandes marcas del sector, en aquel momento, amenazaron con no comprar uva a los campesinos que trabajaban de manera ecológica.

Fue el punto determinante, el año 1989, para que Josep Maria Albet propusiera a su hermano Toni y su madre Núria Moya la creación de la bodega Albet i Noya y la compra de la finca Can Vendrell, en el corazón de Subirats, de donde eran masoveros hasta entonces. En unos inicios, todo el trabajo tuvo que centrarse en la exportación, dado que el mercado internacional sí que valoraba los vinos ecológicos de la bodega, pero a partir del nuevo milenio el mercado nacional empezó a interesarse por aquellos vinos y espumosos que, quince años antes, eran tildados de inventos del demonio pensados sólo por felpudos que hacen nudismo.

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Vista panorámica de una de las viñas ecológicas de la finca.

El aleteo de la mariposa, en el paladar

¿Tiene sentido todo eso que acabamos de explicar para hablar de un vino espumoso? Pues seguramente sí, ya que no es casualidad que una de las gamas más especiales de los espumosos de Albet i Noya se llame Efecte. No es casualidad, ya que sin esta historia que acabas de leer tampoco me habría cruzado yo la semana pasada con un H8 que hace la ruta Meridiana – Camp Nou por la Diagonal con una publicidad de la DO Penedès donde se afirma que aquel bus "es ecológico y sostenible, como este vino". El vino de la foto no es de Albet i Noya, pero da igual: sin la osadía de Albet i Noya quizás no habría existido nunca aquel anuncio, o cuando menos habría tardado todavía unos años más a hacerse realidad. Si trabajar la viña y elaborar vinos respetuosos con el entorno fue una quimera transformada en realidad, hacer que aquellos vinos tengan una calidad excelente es el reto que la bodega Albet i Noya hace décadas que se propone con éxito.

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Efecto Brut Rosado, con la etiqueta en lo referente al vuelo de una mariposa.

La gama Efecte consta de un Brut Nature, un Brut Reserva y un Brut Ancestral, pero si me lo permites, el humilde servidor que escribe este artículo te recomienda el Brut Rosado: quizás las burbujas más dulces y juguetonas de Albet i Noya, un Clàssic Penedès fresco y agradable en boca, pero que mantiene la fuerza y consistencia de los 18 meses de crianza. Es el espumoso ideal para compensar los grandes espumosos de estas fiestas, ya que en el contraste está la magia: si para el cocido o los canelones del día siguiente abrimos uno espumoso de mezcla tradicional -moscatel, macabeo, parellada-, en el aperitivo previo nada mejor que empezar este Bruo Rosado elegante y sutil de pinot noir, con un ligero recuerdo aromático de fresa o fruta roja. Uno espumoso que no te cambiará el mundo, pero sí que te cambiará a ti, al igual que ayudó a cambiar en cierta forma el Penedès a la bodega que lo elabora.