A ver si nos va a pasar como en USA, que ya piden ABC, all but chardonnay, lo que sea menos chardonnay; pues toda copita de vino blanco de un yuppy de San Francisco se había convertido... ¡En sinónimo de chardonnay!

El chardonnay nos gusta porque da vinos con mucho cuerpo, se adapta fácilmente, y en espumosos da una corona genial. Aquí, en vez del chardonnay, tenemos verdejismo. Parece que sea el único vino blanco que te puedas pedir a copas, y casi se confunde con su denominación típica, que es Rueda. No es que sea una hater del verdejo. Tiene éxito porque es una variedad encantadora, aromática, que invita a soñar a que tienes un jardín en tu copa, o a que estás en el trópico. También pasa con el albariño que muchas veces nos olvidamos que esa variedad tiene el feudo en la denominación de origen Rías Baixas. De manera objetiva, un vino de verdejo está elaborado únicamente con la uva de la variedad verdejo, o al menos con un 85% de esta variedad. Prueba estos dos verdejos que me encantan. Y atrévete con algo nuevo; por eso te voy a recomendar un blanco que también está dando fuerte.

La garnacha blanca carnosa, golosa y caprichosa, da unos vinos muy versátiles dependiendo la elaboración. Y, en especial, fíjate en las de Terra Alta, con su ruta de bodegas modernistas

Loess Do Rueda

Vino 100% verdejo de color amarillo intenso con reflejos verdes, limpio y brillante. Destacan los aromas a frutas blancas, a melocotón y piña.

Menade

Representa la frescura, el lado más salvaje de la variedad verdejo. La uva procede de distintas parcelas con suelos arcillo–calcáreos y cantos rodados de la zona de Rueda, que se elaboran por separado. Las cepas tienen entre 20 y 25 años de edad.

Manyol

Este monovarietal de garnacha blanca ha ganado la medalla de oro de Grenache du monde. Mezcla de aromas afrutadas como el melocotón, manzana u orejones de albaricoque y frutas tropicales como la piña, lichi y papaya, con matices dulces como el membrillo y la miel. En boca es amplio y goloso. ¿Te apuntas a ser garnachista?