Son las cuatro de la tarde y en el callejón larguirucho no cabe ni una al,a. El gentío baila feliz encima del césped artificial delante del escenario donde una PD pone un hit tras el otro. En la barra de al lado las birras y los vermús vuelan. En la entrada, el bailarín y coreógrafo Jorge Dutor ayuda a quien quiera a disfrazarse con las flores que regalan. Dentro, la Berta Fernández con su sonrisa incombustible reparte besos y abrazos a todo el mundo que viene a celebrar el cumpleaños —entre ellos, Leandro del Makinavaja, que, unos cuantos números abajo por el mismo callejón, este año también está de enhorabuena: quince años de tapas y rocanrol, en su caso.

Estamos en la calle Carretes, en el corazón del Raval, el barrio que ha sobrevivido a duras penas y mucho de orgullo a la marginalidad de los setenta y ochenta, la demolición de los noventa y a los intentos de gentrificación de los últimos años. Un barrio donde los niños todavía juegan en la calle y se oyen mil y una lenguas. Es aquí donde las hermanas Fernández se instalaron hace veinte años y plantaron el restaurante que muchos hemos vivido desde entonces como una ampliación del comedor de casa: su alegría contagiosa hace que te sientas parte de la familia.

En Las Fernández se come de cojones, y lo recomiendas, y vuelves

Empezaron con una carta que nos hacía llegar los productos del Bierzo, su tierra (cecina, botillo, quesos) y poco a poco, curiosas por naturaleza, fueron incorporando platos que les hacían gracia como los tacos (tres por 12,5€, de cerdo, de pez frito o veganos), el salmón marinado con remolacha y eneldo (acompañado de crema fría de guisantes al wasabi y huevos de pescado, 16,9€) o el crumble de temporada (plato vegetariano con las verduras que toquen, almendras crujientes, burrata y vinagreta de piña y cúrcuma, 13,9€). Aparte de eso, siempre tienen platos fuera de carta como el pescado o la cazoleta del día. Todo hecho con mucho amor y buenísimo.

Sus paredes rojas han acogido la Ravalada Drag Tour, primeras citas y cumpleaños de señoras estupendas de ochenta años, encuentros de amigos para conchabarse y cenas de compañías de teatro con toda la excitación de acabar de estrenar. A Las Fernández se va a celebrar la familia, la que nos ha tocado o la que nos hemos ido haciendo, y se come de cojones, y lo recomiendas, y vuelves, y pasa el tiempo y allí, en el número once de la calle Carretes, como un faro, siempre está la sonrisa de Berta: ¡y por muchos años!