El otro día fui al mercado de un pueblo próximo a Barcelona. Compré todo lo que no necesitaba. Sí, no es un error de transcripción, lo he escrito con toda la intención: no necesitaba nada de lo que compré. Llené el cesto porque el corazón se me rompió a trozos de la pena, aunque disimulaba mostrándome risueña, sobre todo a los paradistas. En aquel pueblo próximo a Barcelona, el mercado es de una tristeza que encoge. La mayoría de las paradas tienen la persiana abajo, y muchas de las cuales todavía están abiertas están en traspaso y los pasillos están prácticamente vacíos de clientes.

Mercados moribundos y en extinción

Y, según parece, no es el único mercado moribundo. Alguna cosa intuía, pero no lo había visto nunca porque yo soy compradora habitual del Ninot, un mercado lleno de vida y alegría. Como ciudadanos, como consumidores, tenemos la responsabilidad de no dejar morir un modelo de distribución tan humano, tan fresco, tan real, con tanta historia como son los mercados municipales. Es con esta intención que escribo este artículo, por eso os haré una lista de razones por las cuales los tenemos que salvar: el mercado es la universidad del sabor y los carniceros, pescaderos... son los catedráticos.

Como ciudadanos, como consumidores, tenemos la responsabilidad de no dejar morir un modelo de distribución tan humano, tan fresco, tan real, con tanta historia como son los mercados municipales

Entrar en el mercado es una lección de alimentos: aprovecha para preguntar el nombre de los productos, de dónde vienen y cómo cocinarlos. Lecciones prácticas, directas y sin florituras. El mercado te regala tiempo y te facilita el trabajo adelantando pasos de la receta: quita las espinas del pez, deshuesa la carne, recorta las verduras o te cuece las legumbres. Es la compra más sostenible. Por una parte, la venta a granel es eficaz para reducir envases innecesarios, y por la otra, la mayoría de las paradas son directamente gestionadas por el propietario que controla al detalle los stocks, promoviendo la venta de los productos que tienen menos salida, adecuando el abastecimiento a la demanda del cliente y, en consecuencia, controlando el despilfarro.

Carácter social, sostenible y solidario

El mercado es un club social y solidario. ¿Cuántas personas que sufren soledad no deseada, con la excusa de comprar unas onzas de jamón cocido, van a charlar? ¿Cuántos paradistas saben detectar el aprieto económico, anímico o de salud de este o aquel cliente? ¿Cuántas cucharadas de garbanzos no pasadas por la báscula han ayudado a salir de la sacudida al vecino del barrio? Los mercados son la resistencia de los productos ancestrales necesarios para preservar el sabor autóctono. Son garantes del patrimonio culinario local, que nos hace diferentes, únicos y atractivos a los visitantes de la ciudad. La visita al mercado te ayuda a entender el país que te acoge, pero si en este mercado encuentras el mismo porexpán con filetes de pescado anónimo de la otra punta del mundo, no tendremos nada de interés ni nos sentiremos que pertenezcamos a ningún lugar.

Los mercados son la resistencia de los productos ancestrales necesarios para preservar el gusto autóctono. Son garantes del patrimonio culinario local, que nos hace diferentes, únicos y atractivos a los visitantes de la ciudad

Y si después de enumerar todos estos argumentos para explicar que el mercado es un modelo que es del todo necesario, del que tenemos que tener cuidado y dar apoyo, todavía consideráis que exagero, os animo a acompañar a un cocinero a hacer la compra en el mercado y observaréis el éxtasis, una especie de levitación entre religiosa y libidinosa. El cocinero os regalará bastantes escenas de placer para rodar una película erótica o, incluso, porno: cómo mira los ojos de las lubinas, cómo toca (si se lo permiten) los melones o los melocotones; como olfatea los tomates; como saliva con las tripas: como besaría – si pudiera - un besugo (entiendo que el nombre hace referencia a los labios carnosos del pez).

Y, recordad, que las letras de 'mercado' no son arbitrarias, sino que son un anagrama que esconde un significado tan cierto como el mercado es: materia prima, experiencia, resiliencia, constancia, atención y tiempo.