Aunque aparece en prácticamente todas las mezclas de pimientas y muchos la usan como si fuera simplemente otra variedad exótica, la pimienta rosa esconde un secreto que sorprende incluso a quienes creen dominar el mundo de las especias: en realidad no es una pimienta. Su presencia en la cocina moderna es cada vez mayor, sobre todo por su aspecto llamativo y su aroma delicadamente afrutado, pero detrás de esas pequeñas esferas rosadas hay una historia llena de curiosidades botánicas, contradicciones legales y usos inesperados que la convierten en una de las especias más peculiares del panorama gastronómico. Entender de dónde viene, cómo se cultiva y por qué genera tanta confusión permite apreciarla de una manera completamente distinta.
¿La pimienta rosa en realidad no es una pimienta?
Lo primero que conviene saber es que estas bolitas rosadas, tan parecidas en forma a los granos de pimienta negra o blanca, no proceden de la planta de la pimienta tradicional, sino de árboles conocidos como pimentero brasileño o pimentero peruano, ambos pertenecientes a la familia del zumaque. Lo que vemos y usamos en la cocina no son granos, sino bayas, que por pura estética y por su ligero toque picante se han colado en la categoría del “mix de pimientas”, aunque botánicamente no tengan nada que ver. En algunos lugares incluso se conocen como bayas navideñas porque se emplean como adorno en decoraciones festivas.

Su origen está en América del Sur, donde estas especies se desarrollan de forma natural en climas cálidos y húmedos. Con el tiempo su expansión ha sido tan amplia que hoy también pueden encontrarse en México, el sur de Estados Unidos, Sudáfrica o Australia. Pero esta expansión no siempre ha sido bienvenida: en Florida, por ejemplo, la planta llegó a mediados del siglo XIX y se extendió con tal agresividad que desplazó a especies locales y colonizó enormes áreas de los Everglades. El problema fue tan serio que el estado terminó catalogándola como especie invasora, hasta el punto de que poseerla o cultivarla es considerado un delito. Aún hoy se destinan recursos a erradicar estos árboles y evitar su propagación.
Lo que vemos y usamos en la cocina no son granos, sino bayas
Más allá de esta historia tan peculiar, la pimienta rosa destaca por su versatilidad. Aunque recuerda levemente al sabor de la pimienta negra, tiene una nota dulce, floral y afrutada que permite utilizarla tanto en platos salados como en propuestas dulces, desde carpaccios hasta tartas de queso o chocolates aromatizados. Además, es extremadamente ligera, casi hueca, y su textura es mucho más blanda que la de cualquier otra pimienta. Esto hace que, al usarla en molinillos, convenga emplear mecanismos más gruesos para evitar que se rompa o se atasque.

Otro detalle importante es su sensibilidad al calor. Los aceites esenciales que concentran su aroma se volatilizan enseguida, así que lo ideal es añadirla siempre al final de la cocción o directamente en crudo. Solo así se disfruta de ese perfume suave y elegante que la hace tan especial.