Andrinópoli plantea un espacio transicional entre exhibición y construcción: un lugar donde el espectador tiene que trabajar para que la obra exista, explorando los conceptos de resistencia, negociación, narrativa y diálogo.
El historiador Esteve Paluzie i Cantalozella, en su libro Olot. Su comarca, sus volcanes extinguidos, destaca la fama que el tinte rojo de Andrinópoli otorgó en Olot, gracias a la pureza de sus aguas, que atraían fabricantes de toda Catalunya. Este pigmento se obtenía mediante un proceso complejo que incluía ingredientes como grasas, orina y sangre animal.
La instalación explora el significado del rojo en los tejidos y su rol histórico en las estructuras de poder, donde el color se utilizaba para marcar jerarquías económicas y políticas que, igual que en la actualidad, se perciben como inamovibles. Todo eso mientras los espectadores bordan un paisaje bucólico de Olot.

